Alberto Fernández se enoja con la promoción de ministeriables a través de los medios, lo cual representaría un doble fastidio en ese estilo que combina malestar con la prensa y bastante dependencia de los títulos periodísticos. Eso, aseguran, provocó las últimas y más sonoras tachaduras en el listado del gabinete, aún con importantes zonas indefinidas. Y algunas de esas bajas motorizan tensiones con Sergio Massa, que detrás de tales vetos estaría viendo un mensaje más amplio y denso de Cristina Fernández de Kirchner. El presidente electo navega así en aguas difíciles: no parece buena la imagen de su propio enojo y más aún, la del sello CFK en al armado del equipo.
La sensibilidad de estas horas es notable. Y hasta señales inesperadas y extremas son vistas como parte de un todo armado pieza por pieza en un escritorio. Un ejemplo: Hebe de Bonafini cargó el jueves duramente contra la posible designación de un massista al frente del Enacom, un organismo considerado estratégico en especial por la relación con las empresas periodísticas y no tanto por el desarrollo digital. Bonafini fue más lejos. Calificó a Massa como “gatito” y le reclamó al presidente electo que “se apodere” de los medios.
Esa embestida, claro, no fue interpretada en círculos massistas como un cascoteo restringido a un cargo en particular, sino como parte de un mensaje directo y amplio para limitar los espacios políticos de Massa. Ocurrió además horas después que de trascendiera que no corría más para el Ministerio de Seguridad el nombre de Diego Gorgal, asesor del líder del Frente Renovador en ese rubro. Mucho oleaje en un mismo día.
Las explicaciones varían según cada cuartel. Los ataques de Bonafini –también, un mensaje nada amigable para Alberto Fernández, porque busca limitarlo en sus decisiones- son descalificadas o bajados de precio como un dato marginal. En cambio, el malestar entre el presidente electo y el futuro titular de Diputados alimenta distintas consideraciones, que involucran por supuesto al kirchnerismo duro.
Desde el entorno de Alberto Fernández se deja circular una queja creciente por la difusión de virtuales ministros, como logro político individual e influencia personal a futuro, que se habría hecho desde las cercanías de Massa. La reacción directa habría sido bajar nombres, aunque todo transita por el terreno de las versiones y contraversiones. Visto así, el castigo habría alcanzado a Mirta Tundis, mencionada para la Anses, y a posibles designaciones en áreas de economía, producción y transporte.
Desde el massismo se sugiere que se trataría de imposiciones de la ex presidenta. Las cosas, desde esa perspectiva, circularían a contramano de los buenos puentes con Máximo Kirchner que son destacados desde ese mismo espacio de la interna. Como sea, se construyen explicaciones diferentes pero de repetida matriz. Señalan que existiría fuerte interés de la ex presidente por el rubro de seguridad, como parte de las líneas de acompañamiento a Axel Kicillof en un terreno especialmente delicado para el GBA. En el caso de Tundis, se recuerdan sus declaraciones sobre un destrato de CFK en el acto de festejo del triunfo electoral. En este y otros casos gravitarían más consideraciones personales que funcionales o políticas.
Por supuesto, se trata de interpretaciones que en cualquier caso indican que el tramo final del armado del gabinete –que sería anunciado en una semana o tal vez algo antes- está surcado por internas, cruzadas. Sin atender a las visiones más dramáticas, el massismo sabe –y no se lo oculta el kirchnerismo duro- que nadie le facilitará espacios. Eso, más allá de la buena relación que mantiene desde hace dos o tres años con Máximo Kirchner. Un vínculo articulado además por Eduardo “Wado” de Pedro.
El punto no son sólo las internas por cargos en el gabinete –habituales, si se quiere, sobre todo en coaliciones políticas- sino que esas internas se están produciendo en un terreno que varios protagonistas descartaban hace no mucho tiempo. El presupuesto difundido desde el Frente de Todos era que CFK tendría peso en el Congreso, que Alberto Fernández construiría sin mayores sobresaltos su equipo de ministros –se admitía alguna que otra objeción puntual de la ex presidente- y que los gobernadores jugarían naturalmente con la cabeza del Ejecutivo. En los últimos diez días, el tablero mostró mayor complejidad.
Está claro que el tema de mayor interés público sigue siendo la asignación de escritorios y los planes en el área económica. Es sabido que el interés sigue puesto en Roberto Lavagna, sin mayores precisiones sobre su lugar: las especulaciones han recorrido desde la conformación de un superministerio de Economía a la constitución de un poderoso Consejo Económico y Social.
Pocos prefieren dar por cerrado ese capítulo. El ex candidato mantendría la negativa, aunque algunos recuerdan su abrazo de reconciliación con Néstor Kirchner después de la derrota electoral de 2007. ¿La insistencia puede representar un problema? En el mejor escenario, si aceptara ir al Consejo, Lavagna concentraría el grueso de las expectativas y eclipsaría a los ministros del rubro. Y si mantiene el rechazo, los ministros que asuman correrían el riesgo de hacerlo como plan B, más allá de las idas y vueltas sobre “tapados”.
Por supuesto, no es para nada menor lo que ocurra en otros rubros de gestión. Y el modo en que quede teñido el conjunto tomando en cuenta esta etapa previa, de cierta incertidumbre y de internas en ascenso o más notorias. Las versiones sobre la incorporación de Carlos Zannini como procurador del Tesoro exhiben una pincelada de la ex presidente. Y algo similar ocurre con las especulaciones sobre Sergio Berni para el Ministerio de Seguridad, una movida que algunos ven probable pero no óptima.
En casos como estos, lo que pueda explicarse es de escasa relevancia frente al impacto y las lecturas que pueden generar en amplias franjas de la sociedad. La imagen es una cuestión compleja, que muchas veces escapa a la voluntad de los protagonistas. Sugieren lo que son o han sido.
SEGUÍ LEYENDO: