Mauricio Macri decidió liderar Cambiemos en la oposición frente al futuro gobierno de Alberto Fernández, pero antes ajustará cuentas con sus socios de la Unión Cívica Radical (UCR), que no dudaron en apoyar a Adolfo Rubinstein cuando a espadas de la ministra de Acción Social, Carolina Stanley, publicó un Protocolo de aborto punible causando un inesperado temblor político en la Casa Rosada.
Macri considera que la decisión unilateral del entonces secretario de Salud fue una emboscada del radicalismo y ya decidió actuar en consecuencia para que el modus operandi no se repita con Alberto Fernández en Balcarce 50 y Cambiemos cruzando el desierto.
El Presidente asume que Rubinstein rompió la cadena de mando ministerial con apoyo de la UCR y que aprovechó el relajamiento de los resortes de control institucional del Estado para publicar en el Boletín Oficial un protocolo que jamás hubiera sido autorizado por Stanley, una ministra con acceso irrestricto al Papa Francisco. Macri jamás cuestionará a su amigo de la infancia Pablo Clusellas, secretario Legal y Técnico de la Presidencia, pero es su responsabilidad directa conocer qué se publicará al otro día en el Boletín Oficial.
Clusellas se mantuvo en silencio frente al affaire Rubinstein, una táctica que no fue acompañada por importantes dirigentes del radicalismo. Al contrario, en medio del temblor, con la Conferencia Episcopal llamando a la Secretaría de Culto y los medios exhibiendo il sorpasso del entonces secretario de Salud, a Macri le produjo muchísima sorpresa las declaraciones de Emilio Yacobitti, Ernesto Sanz y Martín Lousteau respaldando la publicación unilateral del aborto no punible.
Macri ya no hace referencia al concepto de la traición cuando es asaltado por un hecho político que no estaba en su radar. Sin embargo, la acción unilateral de Rubinstein lo acercó a ese concepto moral que utilizó con asiduidad al comienzo de su mandato. El Presidente conoce al ex secretario de Salud y entiende -como sucede con la mayoría de los radicales- que es orgánico e incapaz de jugar semejante apuesta en soledad y sin padrino orgánico.
Rubinstein fue apoyado por Yacobitti, Sanz y Lousteau, tres dirigentes radicales que conocen el poder tras haber ocupado puestos universitarios, bancas en el Congreso y residencias diplomáticas en países poderosos del planeta. En este contexto, Macri asumió que Rubinstein fue el mascarón de proa de un movimiento que, en realidad, significó un testeo de la correlación de fuerzas internas en Cambiemos.
Y esta prueba de laboratorio político comprobó que el Presidente sólo fue apoyado formalmente por Marcos Peña, su staff institucional y Stanley, que Macri tardó dos días en responder a la movida radical y que en definitiva sus socios del PRO mantuvieron una posición cautelosa y en repliegue. Federico Pinedo publicó un tuit lacerante, pero fue el único cercano a Balcarce 50 que avanzó contra Rubinstein y su inconsulta decisión de publicar el Protocolo en el Boletín Oficial.
Pinedo y los ministros Stanley y Alejandro Finocchiaro fueron los únicos referentes oficiales que salieron públicamente al cruce de Rubinstein y apoyaron a Macri. El Presidente ya tomó nota de los presentes y de los ausentes para diseñar su estrategia de conducción de Cambiemos al regresar de sus vacaciones de verano. Cuando hizo falta -explicaron a Infobae en Balcarce 50- no estuvieron Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, dos líderes del PRO que ya hacen planes por su cuenta y orden.
Macri no está dolido por el silencio de Rodríguez Larreta y Vidal, entiende que se dirigen hacia otros posicionamientos políticos, sino que el affaire Rubinstein le permitió determinar hasta dónde puede contar ahora con el jefe de gobierno porteño y la futura ex gobernadora bonaerense. El Presidente sabe que Vidal y Rodríguez Larreta son leales, pero también que ya no serán incondicionales a su plan de liderar la oposición para regresar al poder en 2023,
En idéntica lógica de análisis político, Macri ubica a su relación institucional y de poder con la UCR. Alfredo Cornejo y Lousteau, por citar dos casos paradigmáticos, sostienen que la victoria de Alberto Fernández es la consecuencia directa de la miopía presidencial y la vocación de poder de estos dirigentes radicales es derrotar al Frente de todos en las próximas elecciones. Esto implica que no aceptarán un liderazgo automático de Macri y pondrán en jaque todas sus decisiones que consideren inconducentes para su táctica hacia las presidenciales 2023.
Macri descubrió con la jugada de Rubinstein que sus aliados más cercanos ya tomaron un poco de distancia y que sus socios radicales privilegiaran su propio juego. Un escenario político que enfrentara con una sola convicción personal: él también quiere vencer a Alberto Fernández y regresar a la Casa Rosada en cuatro años.