Los ordenadores del poder en la nueva etapa del peronismo son Alberto Fernández y Cristina Kirchner. En el poco tiempo que llevan como presidente y vicepresidente electo no han dado señales claras de ejercer un doble comando. El jefe de Estado será uno y para la lógica del peronismo ese será el jefe político del espacio. Sin embargo, la figura de la ex mandataria es tan grande que permanece presente como un liderazgo histórico al que muchos integrantes del Frente de Todos responden incondicionalmente.
Fernández ha dicho infinidades de veces que no tendrá problemas en gobernar junto a Cristina los próximos cuatro años. Son amigos y dejaron atrás las diferencias que los supieron distanciar durante casi diez años. La buena sintonía entre ambos parece estar más que clara. Pero ese vínculo estrecho aún no se puede reflejar en la Cámara de Senadores, donde el kirchnerismo y el peronismo federal mantienen una tensa puja por los lugares de poder.
Actualmente en la Cámara alta hay dos bloques. Uno que responde a los gobernadores del PJ, presidido por el cordobés Carlos Caserio - después de la salida de Miguel Pichetto, y que contiene a legisladores de Chaco, Tierra del Fuego, Entre Ríos, Salta, San Juan, Catamarca, Corrientes, Jujuy y La Rioja. El otro lo preside el neuquino Marcelo Fuentes - quien deja la cámara el 10 de diciembre-, y tiene como figura estelar a la ex presidenta. Allí hay senadores de Mendoza, Chubut, Río Negro, Corrientes y Santa Cruz.
Ese esquema comenzará a transformarse a partir del 10 de diciembre debido al ingreso de nuevos legisladores. La mayoría de ellos ligados a la ex jefa de Estado, como es el caso de Mariano Recalde, Oscar Parrilli, Silvina García Larraburu (que renovó su banca) y Jorge Taiana. Así el bloque K tendrá cerca de 17 senadores. El bloque Justicialista también tendrá un importante recambio. En principio tendrá una cifra similar de legisladores y se moverá por separado.
En los días posteriores al triunfo en las elecciones nacionales en el Frente de Todos abonaron a la idea de armar un interbloque con ambos bloques o aglutinar a todo el peronismo en un solo bloque con el objetivo de sellar la unidad también en el Senado. Era la forma de dar una muestra de unidad consolidada en un ámbito clave para cualquier gobierno que empiece a carretear: el Congreso.
Lo que parecía un trámite, dejó de serlo en las últimas semanas. Por el momento no hay acuerdos de unidad. La diferencia clave reside en la conducción política. Un grupo de senadores del peronismo federal no quiere que Cristina se convierta en la dueña de la Cámara alta. No adhieren a lo que consideran que es un estilo de conducción verticalista. La identidad del kirchnerismo. Una identidad que no quieren para el nuevo tiempo del peronismo que llegó al gobierno.
En el bloque que hoy conduce Caserio - que actualmente está distanciado del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti - hay legisladores que no están dispuestos a quedar bajo la conducción K. Se enteraron que la senadora mendocina de La Cámpora Anabel Fernández Sagasti se convirtió en la principal candidata a presidir un bloque de unidad y pusieron ciertos reparos. La ex candidata a gobernadora de Mendoza reporta directamente a Cristina. En el peronismo del interior lo interpretaron como una muestra clara de que el kirchnerismo tiene pensado pisar fuerte en la Cámara baja.
Además, advierten que la ex jefa de Estado va a elegir al presidente provisional del Senado, cargo que ocuparía el ex secretario de la presidencia Oscar Parrilli (tercero en la sucesión presidencial), y al secretario administrativo, lugar al que llegaría el ex secretario de Legal y Técnica, Carlos Zaninni. Un esquema de poder que sería una réplica del que tuvo en su último gobierno.
Si a eso se le sumara la presidencia de un único bloque o de un interbloque, y la titularidad de en algunas de las principales comisiones - Presupuesto y Hacienda, Asuntos Constitucionales, Legislación general, Relaciones exteriores y Culto, y de Acuerdos - el poder quedaría en manos K y el peronismo federal perdería terreno.
Para que la unidad se produzca tiene que haber una negociación liderada por la ex presidenta en su nuevo espacio de poder o un pedido claro de Fernández para que haya una fusión. Por ahora, no hay ninguna de las dos cosas, pero las conversaciones se multiplicarán en las próximas horas con el claro propósito de armar un solo bloque y encaminarse hacia la unidad legislativa. En el peronismo del interior creen que no es necesario forzar un acuerdo si hay diferencias. Entienden que haya o no un bloque único, se llegará con facilidad a los acuerdos para sacar las leyes que pida Fernández. En definitiva, todos empujan hacia el mismo lado.
Mientras la tensión se mantiene latente en el Congreso, los dos senadores peronistas de Tucumán fueron los primeros en decidir a quien responderán cuando estén en el Senado. José Alperovich y Beatriz Mirkin se sumarán al bloque kirchnerista. El ex gobernador tucumano fue concreto cuando le explicó a sus asesores los motivos de su acercamiento a la vicepresidenta electa. “Tenemos que estar unidos en el peronismo. Les guste o no les guste a los demás, el poder en el Senado lo tendrá Cristina”, les dijo.
El peronismo del interior ha marcado distancia de Cristina Kirchner desde que comenzó el mandato de Mauricio Macri. En los últimos cuatro años los gobernadores del PJ armaron bloques diferentes en el Senado y en Diputados, empujaron la construcción de Alternativa Federal - fuerza política que duró menos de un año - y, finalmente, terminaron alistándose en el Frente de Todos cuando la ex mandataria dio un paso al costado y convirtió en candidato a presidente a Alberto Fernández. Las diferencias con el estilo de conducción del kirchnerismo existen desde hace tiempo. Probablemente sigan existiendo en los próximos años. El desafió es convivir.
En el bloque justicialista advierten que la unidad en un bloque legislativo no es fundamental para generar acuerdos. “La unidad se va a dar para votar cada proyecto que se trate. Se negociará. Unidad en la acción para acompañar al gobierno de Alberto Fernández”, sostienen. La referencia al presidente electo tiene un sentido en si misma. Los gobernadores del PJ que se mueven bien cerca de Fernández - como el caso de Juan Manzur y Sergio Uñac-, y la mayoría de los senadores del peronismo federal responden a su liderazgo. “El presidente es Alberto. Nunca funcionó el doble comando en el peronismo”, aclaran puertas adentro del Congreso.
Un legislador del interior definió la división que existe en el Frente de Todos con mayor exactitud: “Nuestro referente es Alberto. La apertura del peronismo fue con él. Si Cristina hubiese sido la candidata, muchos hoy no estarían en esta construcción política”. Las diferencias existen, aunque las proclamas de unidad las maquillen. Pero esas discrepancias pueden quedar a un lado si el liderazgo de Fernández es tan pragmático como esperan en todos los sectores que hoy integran el Frente de Todos. Muñeca pura.
La tensión interna parece haber llegado para quedarse en la nueva coalición. No es antinatural. Parece normal que tantas vertientes diferentes y juntas bajo el mismo techo tengan roces en la disputa por espacios de poder. Alberto Fernández anhela encontrar el equilibrio y surfear las tensiones existentes. Política, negociación, acuerdos y espacios de poder delimitados. De eso se trata.
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