Cambiemos, Juntos por el Cambio o como se llame la coalición que no logró la reelección de Mauricio Macri continuará unida después del 10 de diciembre, respetando el mandato del 40% que los votó para defender los valores de la institucionalidad y ponerle límites al peronismo-kirchnerismo, que se apresta a volver a la Casa Rosada. Es lo imprescindible, porque de esa unidad que en Diputados significan 119 bancas (contra 125 que podría llegar a sumar el Frente de Todos), dependen las vicepresidencias de la Cámara y las presidencias de las comisiones que pueden obtener como una minoría poderosa, capaz de condicionar el funcionamiento del Parlamento.
Sin embargo, nadie apuesta a que esa unidad continúe por mucho tiempo: sin el incentivo del poder y sin responsabilidades ejecutivas, la tensión para desarmar esa liga de identidades diversas ya está a la orden del día y solo depende que la capacidad de articulación política. Primero, del presidente saliente, quien se autoproclamó futuro líder de la oposición. Luego, de los propios actores, muchos de los cuales todavía no parecen conscientes de la que la elección habrá sido mejor de lo esperada, pero no deja de ser una fenomenal derrota.
Curiosamente, o no, uno de los que más tallará el futuro de la coalición en Diputados ya no estará en la Cámara. Es que Emilio Monzó decidió el año pasado tomar distancia del Gobierno que imaginaba reelegiría, y quiso retirarse de la política, para no amargarse ni perjudicar a la gestión con su visión crítica. Pensaba que su otrora amigo Macri lo nombraría en España, o en alguna otra embajada europea, mientras dejaba que el tiempo pase.
Pero los acontecimiento se precipitaron y la derrota vino más temprano de lo que hubiera imaginado. Así fue que el todavía presidente de la Cámara baja enterró sus planes de retiro y se apuró a armar lo que ahora llama “grupo de afinidad”, unos 10 -tal vez 15- diputados y diputadas de todo el país, enemistados con la visión verticalista y porteña que derramó Macri desde la Casa Rosada. Están decididos a disputar la conducción de la coalición.
No están solos. Tienen fina sintonía con Alfredo Cornejo y Martín Lousteau quienes, por vías distintas, confrontaron duramente con Macri en el Gobierno. Y no descartan constituir un frente común en los próximos dos años, antes de las elecciones del 2021, si continúan los intentos de anular la diversidad de la coalición, que ya padecieron durante los cuatro años de gobierno.
Macri, en realidad, hizo un último intento de convencer a Monzó para que afloje con las críticas. Lo convocó a una reunión que no duró más de media hora. Fue el martes de esta semana, en Casa Rosada y el diputado le contó a un amigo que “cuando me fui, me dí cuenta que sería la última vez que hablaba con él, hablamos dos idiomas distintos”.
El presidente saliente le insistió en la necesidad de mantener la unidad, que es lo que quiere el votante de Cambiemos. Monzó le dijo que si insistía con imponer decisiones sin negociar iba a terminar provocando lo mismo que Cristina Fernández de Kirchner cuando Daniel Scioli perdió las elecciones y, sin diálogo con el peronismo del interior, impuso a Héctor Recalde como presidente del bloque. “Al poco tiempo se conformó un bloque de 17 diputados que tuvo de presidente a Oscar Romero, de SMATA, que los debilitó desde el primer momento y nos ayudó a aprobar las leyes”, le recordó. Pero no hubo forma.
La tentación de un PRO manejado con mano de hierro desde la Ciudad de Buenos Aires es grande, y supera la designación por “dedazo” de Cristian Ritondo. Se habla del intento de nominar a Esteban Bullrich al frente del bloque en el Senado (sacando al misionero Humberto Schiavoni) y llevar de vicepresidente 1º de Diputados a Alvaro González, diputado por CABA, y responsable del armado nacional para la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta.
“No tenemos ningún problema personal con Ritondo y mucho menos con Alvaro (González), que coincide con muchas de las críticas que siempre hicimos”, le dijo a Infobae un prominente integrante del “grupo de afinidad”, que prefirió el off the record, “pero avisamos que ese esquema estalla más temprano que tarde, y el que avisa no es traidor”.
Por cierto, a los estrategas de Macri no se les escapa que esos 17 diputados peronistas de los que habla Monzó, finalmente, pagaron un alto costo por no defender los valores ortodoxos del kirchnerismo duro y quedaron en las márgenes del esquema de poder del gobierno entrante. Creen que a ellos también los salvará el fundamentalismo, como sucedió con los ortodoxos defensores de los valores K.
La moneda, sin embargo, está en el aire. La mayoría de los 52 diputados del PRO jamás sufrió una derrota electoral y ésta será su primera experiencia en la política real, ya que vivieron protegidos por un sistema cerrado y vertical donde, cuanto menos, la primer tensión que se hará sentir será entre Macri y quien se imagina su sucesor en el 2023, el Jefe de Gobierno porteño. Si a eso se le suma la disputa que ya está lanzada en la UCR no tanto por la conducción del bloque, como por la estrategia para el regreso al poder, el escenario no parece sencillo para nadie.
No deja de llamar la atención que Macri, cuando deja el poder, haya decidido negarse a conducir la diversidad y prefiera encerrarse en el modelo PRO de la Ciudad, sin duda exitoso, pero poco representativo de las realidades del interior. Como Cristina, el presidente saliente se aferra a lo que conoce y no se arriesga con lo que mantuvo lejos durante sus años de gobierno.
Quizás era lo esperable. En el 2021, para las legislativas, Macri verá si el actual 40% lo sigue referenciando como líder. En ese caso, habrá revalidado las decisiones de hoy. Tampoco es fácil construir liderazgos desde la oposición.
Mientras tanto, una sola cosa queda clara. Contrariamente a lo que se comentaba hace pocas semanas, ni Macri ni Monzó dejarán la política y son muy pocos los del PRO que tienen decidido dar un paso al costado. Quizás Marcos Peña, quien ya adelantó a su grupo más íntimo que se irá un tiempo a Washington D.C. a estudiar. También María Eugenia Vidal y Federico Salvai, quienes anticiparon ante muy pocos que se tomarán un largo descanso.
Las deserciones son muy acotadas y hasta volvió Nicolás Massot, que adelantó el regreso de la beca de con la que estuvo estudiando en la Yale University para estar en la Cámara hasta el 10 de diciembre, acompañando el final de la gestión de su jefe. Por cierto, seguirá haciendo política Monzó, junto a varios de los amigos que se quedaron fuera del juego, como el diputado bonaerense Marcelo D’Aletto, que concluye su mandato este año.
Es que Monzó tiene la idea fija de ser candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires en el 2023 y hasta armó una mesa política, con un responsable por sección electoral. Desde Rodríguez Larreta hasta Patricia Bullrich (próxima presidente del PRO), entre otros con quienes se reunió en las últimas semanas, ya todos conocen sus aspiraciones. Y no espera el dedazo. Ya dijo que está dispuesto a competir en primarias con Vidal, Jorge Macri o quien esté interesado.
Firme y decidido, uno de sus más allegados aseguró que “Emilio les anticipó a todos que no se va de Cambiemos, Juntos por el Cambio, o como se llame. Está convencido de que a la coalición derrotada le llegó la hora de la política”. ¿Qué será de la coalición? ¿Vendrá la disputa interna que hasta ahora se ahogó? Lo único que parece claro es que ya nada será igual en la coalición una vez que Macri salga de la Casa Rosada.
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