Con un almuerzo en un hotel cinco estrellas, Alberto Fernández logró que un puñado de embajadores europeos pasaran del prejuicio ideológico a transformarse en seguidores de sus cuentas en Twitter e Instagram. Sucedió después de la extensa e intensa explicación que hizo Fernandez respecto a su plan de gobierno en general y a la relación en particular que diseña con la Unión Europea (UE).
El almuerzo fue organizado por Aude Maio-Coliche, representante de la UE, y su objetivo principal era obtener sin intermediarios la agenda bilateral que prepara Fernández para los países europeos. Maio-Coliche entiende los cánones de la política y la diplomacia, y sonrió con satisfacción cuando se enteró de que el presidente electo llegaría al hotel Duhau con sus asesores más influyentes a punto de convertirse en ministros y secretarios de Estado.
Fernández arribó a la comida con Felipe Solá, Cecilia Todesca, Gustavo Béliz y Juan Pablo Biondi, cuatro asesores del presidente electo que desde el 10 de diciembre pasarán sus días completos en Balcarce 50. Solá será canciller, Beliz secretario de Estado, Todesca ocupará un puesto clave en Economía y Biondi ya se maneja como vocero presidencial.
La mayoría de los embajadores europeos pensaban que Fernández era un apéndice de Cristina Fernández de Kirchner y que su mirada sobre la política exterior se asentaba en una perspectiva populista y reivindicativa del eje Bolivia-Venezuela-Cuba. El presidente electo desplomó este prejuicio cuando explicitó sus propuestas para la Unión Europea.
El Grupo Lima y la UE juegan en tándem respecto a la situación en Venezuela: exigen la renuncia de Nicolás Maduro y apoyan al presidente interino Juan Guaidó, que está alineado con la Casa Blanca y no comparte nada con el pensamiento de Evo Morales y los sucesores de la familia Castro en Cuba.
Fernández empezó a correrse hacia el centro cuando analiza la situación de Venezuela y el protagonismo del Grupo Lima, y se enfrenta con Brasil y la Casa Blanca al momento de describir la crisis en Bolivia: considera que hubo un golpe de estado contra Morales y exige que no sea vetado por Donald Trump cuando se abra el proceso electoral a principios de 2020.
La lectura de Fernández sobre la crisis regional -estallidos en Chile, Bolivia, Perú y Ecuador- no sonó como un capítulo de Las venas abiertas de América Latina, sino como una descripción bastante parecida a la que despliegan los diplomáticos europeos cuando toman café con los periodistas en los alrededores de Barrio Parque.
En este momento del almuerzo, los embajadores de la UE ya habían asumido que Fernández no era una mascara de Fernández de Kirchner y que sus ideas para Europa tienen una previsibilidad que no esperaban. Los representantes de la Unión Europea no conocían al presidente electo -con excepción del embajador de España-, y sonrieron satisfechos cuando escucharon su discurso “europeísta”.
Fernández aseguró que no está en contra del acuerdo Mercosur-Unión Europea, pero adelantó que revisará su texto y su contexto geopolítico para decidir los próximos pasos en la relación bilateral.
El presidente electo no quiere mover una sola pieza que implique profundizar la crisis económica, y piensa que la letra chica del tratado puede significar un nivel de competencia con productos europeos que la industria doméstica no soportaría sin aumentar los niveles de desempleo.
En términos nominales, los países europeos tienen más poder que los Estados Unidos en el board del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, al momento de fijar las políticas del FMI, la Casa Blanca impone su poder global.
Raúl Alfonsín intentó crear un Club de Deudores y buscó el apoyo de Francia e Italia, pero todo fue en vano: Ronald Reagan terminó con las posiciones alternativas, Alfonsín lanzó el Plan Austral y el Departamento del Tesoro hizo su faena hasta que la hiper inflación puso antes de tiempo a Carlos Menem en Balcarce 50.
Ante los embajadores europeos, Fernández juró que honrará la deuda externa y que propondrá un plan de negociación que tiene un requisito básico: el nuevo acuerdo con el FMI no puede significar más ajuste económico y mayor nivel de pobreza.
Los representantes extranjeros regresaran a sus embajadas con otra perspectiva respecto al presidente electo. Enviaron sus reportes describiendo el discurso europeísta de Fernández y adelantaron que no terminará el control de cambios cuando asuma en la Casa Rosada. Estas son las dos definiciones más importantes que vía mensaje clasificado partieron de Buenos Aires hacia las principales capitales de Europa.
El presidente electo decide en los próximos días si hace una gira relámpago a Paría, Roma, El Vaticano y Berlín. Fernández ya fue invitado y se trata de acomodar las agendas oficiales para apretar todo el recorrido en una semana de viaje.
Cuando regrese no sólo sabrá qué piensan Emmanuel Macron, Giuseppe Conte, Francisco y Angela Merkel. sobre el futuro de la Argentina. Faltarán pocos días para suceder a Mauricio Macri e iniciar un proceso político complejo e incierto.
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