Jorge Rulli milita desde los 15 años cuando, estando el peronismo prohibido y en la clandestinidad, participó de las primeras experiencias de la resistencia. Conoció casi todos las revoluciones del por entonces llamado “Tercer Mundo”, visitó a Perón en Madrid y, como muchos militantes de esos años padeció persecución, cárcel, tortura y exilio. Pionero en el interés por las problemáticas ambientalistas, a sus 80 años sigue activo y preocupado por el destino de la Argentina y de toda Sudamérica.
Está enojado con lo ocurrido en Bolivia. No sólo por el sufrimiento que acarreará para los bolivianos sino por una historia que se repite: la de líderes progresistas que, en nombre de banderas justas, cometen errores, cuando no tropelías -doble discurso o “relato”, corrupción, abusos institucionales, etcétera- y luego, cuando la tensión estalla, se victimizan.
— ¿Qué piensa de lo que pasó en Bolivia?
— Lo de Evo era previsible; los progresistas embaldosan el camino a la derecha; ellos construyen a los Bolsonaro, a los Macri, y la gente paga el precio. Estoy harto del chantaje que el progresismo practica sistemáticamente; Evo y los suyos han construido el porvenir de Bolivia con una serie de errores, que van del marxismo decimonónico y neodesarrollista de (el vicepresidente Álvaro García) Linera, a la cosa pachamamística, de la nación plurinacional, de Evo, que era una mentira porque los indios se quejaban todo el tiempo.
— ¿Qué consecuencias tendrá para el resto de la región?
— Siento que lo que está ocurriendo, aunque muy doloroso para Bolivia, es una gran oportunidad para todos nosotros, para recobrar el sentido común. Durante mucho tiempo hemos estado sujetos a espejismos y a conceptos tan estúpidos como “Estado plurinacional” o “Socialismo siglo XXI”, y hemos comprado todo tipo de paquetes. Como todo simulacro, se apela a porciones de verdad y se nos pone en la opción de que, frente a nosotros, estaría la ultraderecha y el fascismo, entonces uno hasta tiene miedo de pronunciarse.
— Esos conceptos, no sólo absurdos sino anacrónicos, tienen sin embargo adhesión…
— Es que es impresionante la fuerza de la izquierda en cuanto a crear situaciones…¿cómo decirlo?, realmente parecen drogados por la ideología. Pero son como mariscales de la derrota que te conducen a fracasos importantes y ellos salen parados en el ejercicio de ser víctimas. Evo realmente cometió todos los errores y, en los últimos tiempos, a partir del TIPNIS, ese proyecto de carretera que cruzaba parques, reservas forestales, donde había poblaciones indígenas, cuando la gente se opuso y volteó el proyecto, Evo se tomó revancha con ellos y esto lo llevó a enemistarse con vastos sectores populares que alguna vez lo habían apoyado.
— Se empecinó...
— Sí, por ese camino de ilegitimidad, llegó a violentar la Constitución, a continuar postulándose como presidente y al final al fraude. Con lo cual ya no tenía retorno. Pero a mí me parece importante destacar esta parte loca o… no sé cómo llamarla… En una oportunidad lo vi a García Linera exponer en la Universidad de las Madres, flanqueado por Hebe de Bonafini, Felisa Miceli y Amado Boudou. Expuso toda su idea desarrollista y modernizadora, muy interesante, hasta que empezó a sacar de debajo de la mesa todos los tomos de Lenin y los fue apilando enfrente suyo y dijo que no viajaba sin ellos.
— ¿Qué se puede concluir de algo así?
— Creo que hemos perdido la dimensión de la diferencia que hay entre un conductor político y esta gente. Y así nos pasa con (Nicolás) Maduro ahora: se lo trata como a un líder, cuando es un pobre tipo. Y con Evo pasa algo parecido, es la dura verdad que tenemos que enfrentar: es un tipo sin grandeza. Se va de Bolivia dejando que los grupos del MAS comiencen el saqueo y el desorden callejero para provocar que el ejército se haga cargo de la situación y entonces es la profecía autocumplida del golpe de Estado porque el Ejército se hace cargo, pero el Ejército no quiere hacerse cargo, porque sabe lo que se viene, por eso ha llegado a un acuerdo con la policía nada más que para imponer el orden, pero pretende que una senadora asuma la responsabilidad [N. de la R: Jeanine Áñez, ya presidente provisional de Bolivia] y ella está aterrada. O sea que no es un golpe de Estado porque nadie quiere hacerse cargo del Estado.
— El que un jefe del ejército le pida la renuncia...
— No está mal que una institución armada en una situación tan extrema le pueda sugerir al presidente su renuncia para lograr la paz. Hoy escuchaba a un ex embajador argentino decir que no era ese el rol de una fuerza militar, que eso era violentar el orden democrático. Pero no es así: ante una situación de caos en las calles, un responsable militar, que además ha estado respaldándolo todos estos años, le puede decir, señor presidente, le sugiero que la única salida es su renuncia, se lo puede sugerir. Me parece que estamos extremando el análisis para calzarlo dentro de la propuesta progresista de esta internacional de los procesos en América Latina que se está armando con el Grupo de Puebla.
— ¿Qué puede pasar en el futuro inmediato?
— Espero que estemos volviendo a una cierta razonabilidad o sentido común de superar este simulacro sistemático, la simulación constante, el doble discurso. Aquí se simula el peronismo, pero después el que explica la historia del peronismo es Filmus entonces te das cuenta de que es todo una farsa. Ves los candidatos y ninguno es peronista.
— ¿Y qué puede pasar concretamente en Bolivia?
— Eso dependerá un poco del contexto de América Latina, que está viviendo una cierta insurgencia popular. En todos los países irrumpió el magma y las cosas se están saliendo de madre. De alguna manera en este último mes fue como si el magma hubiese surgido a la superficie en Chile, en Ecuador y también pasa en Brasil. Y uno nota que Bolsonaro tiene que jugar con su antinomia porque cada vez que la gente se convoca a pelear a favor de la preservación del Amazonas, el PT [N. de la R: Partido de los Trabajadores de Lula] impone su hegemonía con la consigna “Lula Libre”. No se puede hablar de nada porque lo único que importa es Lula Libre. Entonces, de alguna manera, Bolsonaro tiene las manos libres. Yo creo que los extremos se cuidan como Cristina cuidaba a Mauricio y Mauricio a Cristina. Se necesitan. Justamente para evitar que se creen otras alternativas. Incendios hubo tanto en Brasil como en Bolivia pero de eso no se hablaba porque había un chantaje. Pegarle a Bolsonaro es fácil; de Evo no decían nada porque el progresismo ha impuesto su hegemonía.
— ¿Qué podemos esperar entonces?
— Esperemos que surja algo nuevo que rompa la grieta porque la grieta se reproduce en todas partes. El PT impone sus reglas en Brasil y el PT está acusado de algunas irregularidades que no llegan al nivel de las de Argentina, pero no son menores. como cuando en 2013 se puso a construir estadios en vez de hospitales. Entonces veo que se está desmoronando la grieta. La caída de Evo abre expectativas de que los sectores populares puedan encontrar otros caminos.
— ¿Perderán vigencia los conceptos de Socialismo siglo XXI, estado plurinacional…?
— Es muy difícil decir que el socialismo del siglo XXI es una gran estafa, una tontería, una ridiculez, justamente por la hegemonía progresista. Tampoco era serio eso del Estado plurinacional. Mi amigo el politólogo Marcelo Gullo decía en una conferencia que dio en Málaga que el proceso de fragmentación del imperio español todavía no ha terminado, al punto que sigue hoy con Barcelona y aquí con la cosa de las repúblicas indígenas. Nos tenemos que unir, tenemos que contrariar esta tendencia a la fragmentación y Bolivia la acentuaba, aunque de manera simulada, porque leí innumerables veces las protestas de los aborígenes que se sentían estafados porque eran parte de un Estado plurinacional en el que no tenía ni voz ni voto. Además de ser peligroso, era una simulación, un escenario montado por Evo como tantos otros escenarios que se montaron en América Latina. Yo tengo la esperanza de que esta crisis dé lugar a algo más real.
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