Muchos analistas y actores políticos se interrogan acerca de si la libertad de Lula da Silva, acontecida el viernes por la tarde, puede incidir en las relaciones entre ambos países y dentro del Mercosur. Dirigentes del PT le han dicho a Infobae: “Del lado de Lula no existe la más mínima intención de provocar interferencias”.
Sin embargo, en la cena de anoche en Buenos Aires con algunos líderes del Grupo de Puebla, Alberto Fernández dijo que “le encantaría contar” con la presencia de Dilma Rousseff y del recién excarcelado Lula da Silva en la ceremonia de su asunción como presidente, el próximo 10 de diciembre. Inmediatamente, el propio Presidente electo admitió que Rousseff le preguntó: “¿Será prudente eso?”. Su respuesta fue que en esto no cuenta la prudencia: “Hay que estar con los perseguidos”.
De momento, no ha habido una invitación formal al acto de asunción para los dos ex presidentes brasileños, hoy en la oposición. Pero no hay duda de que, si se concretara, tendría impacto en la ya dañada relación entre la administración Bolsonaro y el futuro gobierno argentino.
“No hay espacio para la provocación ni la confrontación. Sería un error estratégico monumental una controversia, una disputa, con Brasil”, advirtió Juan Gabriel Tokatlian, vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella. La frase, pronunciada en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales, el jueves último -antes de que Alberto Fernández manifestase su deseo de invitar a Lula-, pone de relieve la preocupación en el mundo político y diplomático argentino por el futuro de las relaciones bilaterales. “La única manera de que Argentina y Brasil tengan capacidad de negociación internacional es ir juntos” enfatizó.
Poco antes, Juan Pablo Lohlé, que llegó a cumplir 8 años al frente de la embajada argentina en Brasilia, había expuesto sobre la necesidad de preservar el vínculo entre ambos socios: “Con Brasil no tenemos una agenda de presidentes. Tenemos una agenda de Estados”. Alertó, también: “Es obvio que la relación hoy no está bien. Pero el 10 de diciembre, cuando Alberto Fernández se haga cargo del gobierno, empieza otra etapa. Esta no fue buena para la relación bilateral y tampoco será buena si sigue así en el futuro”.
Según Lohlé, la visita que Alberto Fernández realizó al ex presidente Lula da Silva en la prisión de Curitiba, el 4 de julio pasado, fue el elemento que desencadenó la serie de Twitters agresivos de parte del presidente brasileño y sus hijos. “El gobierno brasileño se sintió ofendido con las declaraciones de Alberto y a partir de ahí comenzó la escalada de acusaciones”. Aquel día, Fernández le había dicho a Infobae: “Lo que busco es llamar la atención sobre la injusta situación de Lula. Y también de la violencia contra el estado de derecho en Brasil”.
Otros analistas, tanto en Brasil como en Argentina, piensan en cambio lo mismo que Tokatlian: que la responsabilidad por la pelea hay que endilgársela a Brasil. “No le podemos cargar las tintas ni a Mauricio Macri ni a Fernández” subrayó el vicerrector de la Torcuato Di Tella. “Nunca fuimos enemigos con Brasil, pero sí fuimos rivales, competimos fuertemente por influencia, por espacio, por crecer. Pero desde 1983 en adelante entramos en una cultura de la amistad, donde valoramos la interdependencia, y con una política transparente en lo nuclear. Por primera vez desde los 80 hay un grupo, todavía no hegemónico, que está dispuesto a romper esa cultura de la amistad. Y se desvive por ver quién coquetea más con Washington. Brasil es quien genera eso”.
No es posible desconocer ese enfoque. Que existe la competencia y que está acentuada en la actualidad; lo ha demostrado el entorno del propio presidente Jair Bolsonaro. El gobernante tiene en vista viajar a fines de este mes a Estados Unidos y aspira a que lo reciba Donald Trump en la Casa Blanca. Los colaboradores más íntimos del jefe de Estado plantean que la intención es “reforzar la relación de proximidad con Trump, en un contrapunto con el nuevo gobierno de Argentina”. Y van más allá: “En su viaje, Bolsonaro pretende abordar con Trump la posibilidad de un bloque comercial”.
En cuanto a Bolsonaro, el presidente decidió definitivamente no romper lanzas con Alberto. No irá a la ceremonia de asunción, mandará a su ministro de Ciudadanía pero, como confesó en una entrevista exclusiva al diario Estado de Sao Paulo, “no pensamos para nada romper con la Argentina”. Claro que luego añadió: “Igual nos vamos a preparar para lo peor, porque lo que fue anunciado hasta el momento del paquete económico del presidente electo argentino es una receta que nosotros conocemos, porque ya fue adoptada por Brasil en el pasado, y sabemos que fracasa”. Y una presencia estelar de Lula da Silva en la transmisión de mando en Argentina sería más combustible en un fuego todavía no extinguido.
Lo que está en la base de esa postura presidencial brasileña es el plan del ministro Paulo Guedes, que busca “abrir Brasil al mundo”. Eso se traduce en una propuesta para el Mercosur, que consiste en reducir a la mitad el arancel externo común. Es esa iniciativa la que Bolsonaro va a llevar a la cumbre del Mercosur, el 5 de diciembre en Bento Gonçalves. Ocurre que esa medida atentaría también contra la propia industria brasileña. Así lo hizo saber la Confederación Nacional de la Industria (CNI). De hecho, es una negociación que requerirá de mucho tiempo.
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