Alberto Fernández ratificó ayer que su gobierno reforzará la política exterior con una fuerte impronta progresista aunque ello no implicará un enfrentamiento de la Argentina con los Estados Unidos de Donald Trump, y dejó en claro que México se convertirá en un aliado central para desarrollar este plan regional.
Después de una hora y media de un encuentro “muy gratificante”, como lo calificó, con el presidente de México, Manuel López Obrador, Fernández subrayó que desde el 10 de diciembre la Argentina dará un giro copernicano en su diplomacia para volver a abrazar a organismos regionales fomentados por la izquierda latinoamericana como la CELAC, la UNASUR y el Grupo Puebla, entre otros.
Sin embargo, el propio presidente electo dejó en claro que esta estrategia no implicará un enfrentamiento con Washington como lo hubo durante los dos mandatos de Cristina Kirchner. “No promovemos un polo progresista en contra de”, expresó Fernández en abierto desafío a quienes veían en su viaje a México una ruptura con Trump.
Por el contrario, Fernández destacó la charla telefónica que mantuvo con Trump el viernes por la tarde y allegados al presidente electo confiaron a Infobae que hubo muy buena sintonía entre ambos. “Espero un buen vínculo con Estados Unidos y aunque no tengo previsto por ahora un viaje a Estados Unidos tuve una muy buena charla con Donald Trump”, remarcó ayer después de su encuentro con López Obrador como para que no quedaran dudas de que las relaciones con Estados Unidos no regresarán a la “era del alicate”, como describió un asesor de Fernández.
Es decir, no habrá enfrentamiento como lo hubo tras el episodio que protagonizó el ex canciller de Cristina Kirchner, Héctor Timerman, al frenar con alicate en mano el ingreso de un avión norteamericano militar en Ezeiza que llegaba para ofrecer un curso de capacitación a la Policía Federal.
Si bien Fernández y parte de su comitiva que estuvo ayer en el almuerzo con López Obrador reiteraron que “se habló muy poco de Venezuela”, lo concreto es que la intención del presidente electo de la Argentina de revitalizar todos los órganos regionales de corte progresistas apunta a dar con una salida de la crisis venezolana consensuada con el régimen de Nicolás Maduro.
Como vértice central de esa estrategia diplomática que ayer reiteró en México, Fernández destacó la necesidad de reforzar el peso internacional del Grupo Puebla. “Ese grupo lo impulsé mucho antes de ser candidato. Con (el dirigente chileno Marco Enriquez) Ominami”, dijo el futuro presidente argentino.
El Grupo Puebla surgió en julio pasado como contracara del Grupo Lima, que conformaban la Argentina de Mauricio Macri con otros 13 países más alineados a la centroderecha latinoamericana para cuestionar el régimen de Venezuela.
A diferencia de estos países de América Latina, y tratándose de dirigentes sin poder real, el Grupo Puebla busca una salida a la crisis venezolana sin la injerencia norteamericana y en diálogo con Maduro. Allí comulgan referentes de la izquierda latinoamericana como Dilma Rousseff (Brasil), José Mujica (Uruguay), Fernando Lugo (Paraguay), Ernesto Samper (Colombia), Álvaro García Linera (vicepresidente de Bolivia), José Luis Rodríguez Zapatero (España) y Daniel Martínez (candidato del Frente Amplio que competirá en el balotaje en Uruguay).
Durante su visita a Uruguay para reunirse con Mujica, Alberto Fernández ya había deslizado la idea de reforzar los bloques progresistas en América Latina que habían tenido un claro retroceso.
Fernández será anfitrión de un segundo encuentro del Grupo Puebla que se realizará en Buenos Aires el 8 de noviembre próximo. Aunque el propio presidente electo adelantó ayer desde México que su gobierno no buscará que este grupo se convierta en una herramienta para enfrentarse a Trump.
Uno de los actores centrales del Grupo Puebla, como es Ernesto Samper Pizano, ex presidente de Colombia y ex secretario de la UNASUR, adelantó los objetivos que se perseguirán en la cumbre de Buenos Aires al sostener recientemente que “la idea es seguir construyendo, entre todos, una agenda progresista que nos identifique y reúna”. Y también resaltó que los gobiernos de derecha son los que fomentan el regreso de los progresismos en América Latina.
Pero hay una diferencia que Fernández marcó de antemano con ese objetivo que plantea Samper y muchos de sus socios progresistas. “Los vínculos internacionales no están gobernados por las ideologías. No estamos hablando de generar una referencia ideológica que se enfrente a nadie. Es un conjunto de dirigentes de América Latina que plantean alternativas como las que se dieron en Argentina. Que busque la igualdad social perdida en América Latina”, dijo al referirse al Grupo Puebla.
De hecho, el presidente electo también señaló que ese grupo implica la “búsqueda integral de comunicación y trabajo con una mirada progresista en respeto a la institucionalidad y democracia”. Un guiño de exigencia hacia la Venezuela de Maduro.
Grupo Lima desgastado y otros bloques
La decisión de Fernández de abrazar al Grupo Puebla no implicará abandonar al Grupo Lima. “Lo que pienso lo puedo decir en el Grupo de Lima o en cualquier otro lado”, dijo el presidente electo al evaluar la continuidad o no de la Argentina en ese conjunto de países.
En esta misma línea de análisis, un allegado de Fernández subrayó a Infobae lo que depara su estrategia diplomática: “Los grupos no se abandonan, se consumen en sí mismos al no tener actividad ni propósito. Así es la diplomacia”, dijo en abierta referencia al Grupo Lima.
Es decir, la intencionalidad de Fernández está a la vista. No abandonará el Grupo Lima y tampoco se enfrentará con Estados Unidos, aunque reforzará en su máxima expresión los espacios progresistas latinoamericanos para contraponerlos al esquema de centroderecha que venía imperando hasta ahora en América Latina.
Los planes que diseñó Fernández para su política exterior y que reforzó ayer tras su almuerzo con López Obrador, se sustentarán también con una suerte de revival de la CELAC y la UNASUR, dos grandes bloques que nacieron hace 15 años al calor del eje bolivariano de Chávez, Kirchner, Lula Da Silva, Correa y Evo Morales, entre otros.
“La CELAC podría ser un espacio para revitalizar a América Latina y resulta importante que vuelva UNASUR, ya que es un tema central”, destacó Fernández como eje de lo que sería su segunda etapa de este plan de la nueva expansión del progresismo latinoamericano sin enfrentarse a Washington.
La UNASUR, que había nacido como una expresión de unión sudamericana con su sede en Quito, fue desarticulada en los últimos años por Macri, Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque y Bolsonaro. De hecho, la Argentina decidió abandonar abiertamente ese espacio ya que junto a sus aliados regionales entrevieron que el Grupo Lima reemplazaba en el tiempo y las necesidades a la UNASUR. “Necesitamos organismos más pragmáticos y menos ideologizados”, solía decir Macri sobre la UNASUR.
Algo similar ocurrió con la CELAC que fue una creación de Hugo Chávez para acercar al Caribe y Centroamérica como parte del concierto progresista que se dio entre los años 2005 y 2007. De hecho, una de las primeras cumbres presidenciales de este grupo se dio en Venezuela con Chávez en el poder y Correa hasta llegó a pensar en reemplazar a la OEA por ese organismo.
Diálogo con Chile y el FMI
Fernández dialogó en las últimas horas con el presidente de Chile y no descartó visitar a Piñera en el futuro inmediato. Aún no hay fecha ni detalles de esa eventual encuentro. Pero se trata de otro gesto del presidente electo de Argentina diseñado a eludir la confrontación a pesar de las diferencias ideológicas y sin abandonar el discurso crítico hacia el “modelo neoliberal” chileno.
“Coincidimos en la preocupación por lo que pasa en Chile y Ecuador. Nuestra comunión de ideas tiene que ver en cómo ver el mundo”, dijo Fernández sobre su encuentro que mantuvo ayer con el presidente de México.
Precisamente, López Obrador se mostró dispuesto a oficiar de nexo con el FMI para ayudar a la Argentina en su futuro programa de reprogramación de la deuda. “México tiene un lugar en el directorio del FMI y un peso fuerte allí”, destacó Fernández.
En este engranaje internacional López Obrador no es un simple actor. También es el hombre que podría facilitarle sus vínculos con Estados Unidos, ya que tiene buena relación personal con Trump pese a los encontronazos diplomáticos a la vista del mundo.
Este vínculo de México y Argentina se reforzará con un nuevo impulso de las relaciones comerciales y de los acuerdos de intercambio que tienen ambos países, pero que por diferencias ideológicas abiertas con López Obrador, Macri había desatendido en los últimos años.
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