Río Gallegos bien podría haber sido ser el escenario de un cuento de Saramago, si el portugués hubiese conocido la capital santacruceña. Gris, chata, por momentos lúgubre, ventosa, arisca, pero también cálida en su silencio y reservada en su historia.
La ciudad tiene en su haber algo de lo que muy pocas localidades del mundo pueden jactarse: es la tierra de dos presidentes electos democráticamente, e incluso uno de ellos ahora es vicepresidenta electa, próxima a asumir.
Con ese argumento, todo lugar que pueda adjudicarse ese pedigree, de por sí, debería tener un museo, recorridos turísticos por lugares emblemáticos, un lugar donde uno pueda leer la historia de los Kirchner... Nada de eso existe. Y como eso estaba faltando, el hombre que quizás mejor conoció a Néstor Kirchner decidió hacer algo al respecto. El rubro gastronómico lo definiría como un “un bar temático”; la política, “como un lugar nestorista”, porque ese es el clima que ofrece NK Ateneo. De Cristina hay muy poco, pero eso ya responde a internas que nada tienen que ver con el local. Este el lugar de él. Es el lugar donde toda su historia se ve, se huele, se siente y se saborea.
Su mentor y dueño, hoy alejado totalmente de la política, es Rudy Ulloa, el empresario e histórica mano derecha del ex Presidente. Tanto se comprometió con su proyecto que incluso hizo de su restaurant su propia oficina. “Es un lugar de todos. Es un lugar público”, suele decirles a los que se acercan.
Apenas uno ingresa por un prolijo portón que lleva a las puertas del café, ya encuentra la primera señal: una estatua de bronce de un Néstor Kirchner muy bien logrado, con el brazo en alto, el saco desabrochado y sus mocasines. El pie de la pieza bronce reza: “Algún día los hijos de tus hijos preguntarán por él”. Lleva la firma del Museo Nacional Justicialista. Bienvenidos al mundo de Néstor.
Su nombre no fue elegido al azar. Tiene su lógica: fue desde el “Ateneo Juan Perón” que el ex Presidente empezó en los 80 a construir su poder político. ¿Quién ya estaba a su lado? Rudy. Juntos abrieron la primera unidad básica kirchnerista, y ese fue el nombre que eligieron, incluso como movimiento interno dentro del justicialismo. El kirchnerismo todavía no existía, pero ya quería dar pelea.
Ya uno dentro del café, sorprende su decoración, su ambientación, algo no muy común en emprendimientos patagónicos.
A un costado, el escenario, porque el lugar no solo es restaurant, sino también un espacio cultural. Decoran el fondo de la tarima dos gigantografías fuertes en su mensaje: una de Néstor y Cristina abrazados, una de las fotos más clásicas y otra con el poema “Quisiera que me recuerden”, un poema de Joaquín Enrique Areta que Kirchner recitó en un acto y lo inmortalizó.
Sobre una pared hay dos camperas de cuero. Sí, las de marrón oscuro que Néstor usaba como cábala en cada elección. También se pueden ver los distintos logos de sus campañas: desde la primera a intendente de 1987, hasta el de su primera carrera por la gobernación en 1991.
Sobre una pared se lee el lema que fue símbolo de sus 12 años al frente de la provincia: “Primero Santa Cruz”. Mientras uno degusta cada uno de los platos, una carta clásica, o toma un café, en una de las paredes un proyector exhibe imágenes de campañas, actos, y situaciones históricas vividas por Néstor y Cristina. Una película que termina y vuelve a empezar, casi igual que el kirchnerismo.
El lugar tiene un segundo piso especial, que además de funcionar como salón de reuniones más privado y ofrece un espacio para que jueguen los chicos, que da como balcón al salón principal. En una habitación especial, al fondo, está la gema del bar. Desde ahí, de esa oficina, en una esquina, aparece otra escultura del ex Presidente e impresiona: simula estar sentado en una mesa, tomando un café con alguien. Es el lugar elegido para todas las fotos. E impacta porque desde cualquiera de las mesas lanza una mirada rápida hacia esa esquina, su figura se presenta como real.
Falta una pieza de arte más, pero es un busto de bronce que acompaña un sector del lugar cerca del exhibidor de las camperas de Lupín, como se lo llama en el pueblo al ex presidente.
El NK Ateneo no abrió en el esplendor kirchnerista, sino en 2015, en plena campaña electoral, y resistió los últimos cuatro años como un reducto especial: la puerta está abierta para todos. “Un hijo de esta tierra lo ha demostrado: ‘Avanzar un paso cada día, es la mejor garantía para no retroceder, para no estancarnos, para no ceder’...", dice un banner que al entrar al bar explica un poco su sentido: “NK Ateneo es un espacio de difusión y debate sobre política, un lugar de reunión para la difusión de la cultura, la historia y la realidad local, provincial, nacional e internacional, un homenaje a ese militante riogalleguense que nos devolvió la política como herramienta transformadora de los pueblos en medio del descreimiento social de principios de nuevo milenio”.
En lo gastronómico uno puede ir a tomar un café y leer un libro de la biblioteca que rodea el salón. Allí descansan libros de pensamiento de carácter peronista y justicialista. Los viernes hay parrillada libre, con show y hasta algún que otro karaoke. Estos días son un poco más felices.
Después está lo clásico, la venta de merchandising kirchnerista y si uno quiere ir al baño ya sabe la división: compañeros por un lado, compañeras por el otro. Antes de entrar a cada uno de los baños uno se encuentra con un mural que emula ser una pared callejera con pintadas clásica peronistas. Néstor tiene su bar en su propia tierra. Ya no le falta nada.