La síntesis de las tareas que enfrenta el oficialismo mientras se va despidiendo del poder está impuesta por el calendario y por una especie de revitalizado tono político: garantizar una transición ordenada y resolver las internas –funcionales y de fondo- para la vuelta al llano. Buena parte de ese doble objetivo tiene fecha marcada. De aquí al 10 de diciembre, entonces, Mauricio Macri y su equipo deberán ir piloteando el proceso de traspaso de gestión con Alberto Fernández y sus delegados. Restan apenas cuarenta días: las tratativas en uno y otro frente ya arrancaron y empiezan a ser intensas.
La transición comenzó a ser encaminada por los canales habituales, también informales, entre el oficialismo que se va y el oficialismo que viene. Tiene expresión hasta ahora en medidas duras para contener el dólar y las reservas, aunque ya se extiende al ámbito del Congreso. No faltan tensiones, incluida alguna conversación desde la Casa Rosada con allegados a Fernández, para rechazar el juego de sospechas sobre irregularidades en el recuento de votos, que ahora cambió de vereda y circula por las baldosas del peronismo-kirchnerismo. De todos modos, ese tema está seguirá latiendo hasta que en diez o quince días quede cerrado el escrutinio definitivo.
La interna no ofrece plazos muy largos, al menos en sus primeros capítulos prácticos. Pero la discusión más profunda a resolver por los socios de Cambiemos –pocos usan la denominación Juntos por el Cambio- es, en rigor, una materia pendiente de toda la gestión de gobierno que ahora vuelve a ser planteada en la perspectiva de asumir como oposición: su conformación más orgánica como coalición o frente político y no sólo electoral.
Los comicios del domingo pasado -y antes, las significativas marchas de los últimos treinta días de campaña- modificaron las perspectivas de esta discusión. Después del golpe tremendo de las PASO, la perspectiva de una derrota abrumadora en octubre generaba dudas sobre la propia existencia de Cambiemos y sobre la relación, para algunos casi satelital, con un peronismo arrasador. El resultado del domingo en 40 puntos y un poco antes los actos del “Sí, se puede” repusieron la idea de un armado político más consistente, con reconocimiento de la “demanda social de responsabilidad” frente al gobierno que viene, y a la vez como “contención” de la franja social expresada por el voto propio. Así lo resumen.
Ese objetivo de máxima demanda tareas previas y generará seguramente tensiones domésticas, según se advierte en estas horas. El fracaso del intento para avanzar ayer mismo en el Congreso con el proceso para designar Defensor del Pueblo parece un síntoma. Suena para el cargo Emilio Monzó, no únicamente. Y lo ocurrido con esa movida no significa que el tema o los postulantes hayan sido clausurados, sino más bien que el asunto pasó a ser parte de una negociación más amplia dentro de Cambiemos y con el futuro oficialismo. En primer lugar, entonces, deben definirse espacios y conducciones propias.
El PRO tiene que resolver su propio equilibrio. Y no sólo se trata del lugar de Macri o su liderazgo. Es cierto que algunos se apuraron a velarlo políticamente después de las primarias y otros se quieren apurar ahora a coronarlo líder y candidato natural. Suena al menos extemporáneo. Los jugadores fuertes deberán ajustar piezas: Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal afirmaron su relación y nadie esconde las tensiones con Marcos Peña y otros integrantes del circuito de Macri, aunque sin desconocer su remontada y su lugar.
En el radicalismo, de manera también algo lineal, el interrogante gira en torno del modo en que serán acomodadas las cargas entre el sector que de algún modo integran Gerardo Morales, Mario Negri, Luis Naidenoff y buena parte de los legisladores nacionales, y el otro conjunto, de Alfredo Cornejo, Enrique Nosiglia y otra franja partidaria con mayor eje en la Capital.
En la Coalición Cívica, el peso relativo estará en sus legisladores, especialmente en el espacio de diputados nacionales y algo en Buenos Aires. El juego desequilibrante de Elisa Carrió quedó en suspenso: dijo que se retira de la política activa, aunque hay dudas sobre el alcance temporal de esa decisión. Por lo pronto, su decisión baja tensiones internas y resta argumentos a quienes la señalaban como un límite para sostener Cambiemos después de las elecciones.
Esos ajustes en el interior de cada franja de Cambiemos deberían reflejarse sin demora en la resolución de asuntos prácticos inmediatos, desde la definición de los dirigentes propuestos para los cargos en organismos de control que corresponden a la primera fuerza de oposición, como la Auditoría General de la Nación, hasta las autoridades de bloques y vicepresidencias de las cámaras.
En Diputados, tal vez el primer cambio sea que el interbloque de Cambiemos no estaría en manos de la UCR sino del PRO, por tratarse del bloque con mayor número de bancas. Suena Cristian Ritondo, imaginado para la titularidad de la Cámara en la hipótesis de un triunfo nacional. En el espacio radical, Mario Negri apuesta a su reelección y habrá que ver cómo se resuelve el asunto con el mendocino Cornejo, que seguiría al frente del Comité Nacional. El cordobés cuenta a su favor con el trabajo hecho al frente de la bancada, con un amplio tejido que lo sostendría otra vez. En el Senado, la mayoría del interbloque seguirá en manos radicales y allí transitaría firme Luis Naidenoff.
La necesidad de mantener el frente sin fisuras asoma vital en el Congreso en especial en Diputados, donde continuará siendo primera minoría. Será su principal lugar de negociación y exposición nacional en el nuevo juego de poder. Algo similar ocurre en Buenos Aires y lo ha expuesto Vidal ante los legisladores provinciales con los que se reunión en los últimos días. No descartan allí algún salto a la otra orilla, pero de todos modos el bloque es fuerte en Diputados y domina el Senado.
Esas son las tareas que deberían ser resueltas a buen ritmo, es decir, antes del traspaso del mando. La cuestión de fondo, la orgánica de Cambiemos, sigue pendiente. Pero a diferencia de agosto, el resultado electoral de octubre parece sostener la mesa en que se jugarían las cartas.
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