Alberto y Cristina: dos postales cruzadas que alertan sobre la interna del nuevo poder

La foto de la celebración del domingo tuvo sello K. Y el primer acto posterior con el presidente electo como protagonista mostró mayor presencia del peronismo tradicional. Logros y cargas en Buenos Aires. Y algunos interrogantes sobre el Congreso

Cristina Kirchner y Alberto Fernández (Télam)

Son dos postales o, en realidad, los primeros cuadros de una película que empezó a rodar en el peronismo-kirchnerismo. El festejo del triunfo, el domingo por la noche, fue una puesta en escena ajustada al gusto de Cristina Fernández de Kirchner. Y el primer acto de Alberto Fernández, apenas 48 horas después de convertirse en presidente electo, acaba de mostrarlo en Tucumán apoyado en lo que considera su base de sustento: mucho PJ, gobernadores, intendentes, jefes sindicales. No se trata sólo de simbología ni se agota en fotos. Es un tablero amplio, donde se anotan otras fichas, desde la provincia de Buenos Aires hasta los reacomodamientos en el Congreso.

La celebración del domingo expuso imágenes y discursos, y sumó versiones y explicaciones fuera de micrófono. Señales arriba y debajo del escenario. Un viejo peronista obsesivo de estos temas lo resume también en tiempos: Axel Kicillof habló trece minutos, CFK cerca de diez y Alberto Fernández poco más de siete. Dicen que hubo una especie de división de papeles entre la ex presidente y el presidente que viene: mayor dureza de ella en el mensaje a Mauricio Macri –para que asegure medidas de contención del dólar y las reservas, en primer lugar- y moderación del candidato triunfante para encarar la transición.

En cambio, nadie quiere hacerse cargo de lo hecho por el futuro gobernador bonaerense cuando estuvo frente al micrófono. Está claro que el vínculo y el alineamiento de Kicillof remiten sin escala a CFK. Y no hay dudas sobre su lugar en el palco del domingo, más allá del disgusto por la extensión, el contenido con inercia de campaña y el tono de su discurso. Fuera de eso, su lugar destacado en el escenario y la ausencia forzada de gobernadores peronistas, que debieron quedarse abajo, constituyeron un mensaje nítido: la exposición del resultado bonaerense como clave del éxito nacional.

Alberto Fernández con gobernadores peronistas

La imagen del domingo incluyó a los principales referentes de La Cámpora, a Sergio Massa y poco más. En cambio, fue expresamente vedado el escenario al tucumano Juan Manzur, pieza destacada en el armado de respaldo nacional a la fórmula; al sanjuanino Sergio Uñac, al entrerriano Gustavo Bordet y al santafesino Omar Perotti. En el camino ya había quedado el porteño Matías Lammens.

No se trató de “premiar” o “castigar” a ganadores y perdedores. Pesaron en realidad criterios con pase de facturas de la ex presidente, según se admitía no lejos del candidato triunfante. En definitiva, Manzur y Uñac aseguraron en sus territorios triunfos por amplio margen de la fórmula nacional. No fue el caso de Santa Fe y Entre Ríos, aunque la recuperación de Macri se hizo sentir también en los distritos de mayor fidelidad K, empezando por Santa Cruz, donde perdió por mucho pero registró nueve puntos más que en agosto.

Por supuesto, el aporte bonaerense -centralmente del GBA- está fuera de discusión. El rendimiento de la fórmula nacional y de la boleta provincial fue similar: 52 por ciento. Una ventaja sobre Macri y Vidal que –a pesar de cierta recuperación oficialista respecto de las PASO- oscila alrededor de 1.500.000 votos. Una cifra impactante si se considera además que la diferencia a nivel nacional fue de 2 millones de votos.

Con todo, de allí para abajo la realidad provincial está lejos de ofrecer una lectura única. En medio de la crisis, la recuperación del principal distrito electoral fue sostenida por el peso de CFK y la reafirmación del control de los municipios más numerosos que controla desde hace décadas el peronismo tradicional, además del arrastre logrado en algunas comunas en manos de Cambiemos. Es un capital con estribaciones en la Legislatura.

El kirchnerismo duro y puro esperaba asegurarse una media docena de intendencias. Fue la apuesta hasta personal de Máximo Kirchner. Logró una satisfacción en Quilmes, con Mayra Mendoza, y hasta podría computar el éxito de un aliado en Morón. Pero otras jugadas fuertes, que incluyeron actos de respaldo de CFK y en algunos casos de Alberto Fernández, no prosperaron. Florencia Saintout, por ejemplo, fue derrotada en La Plata.

Alberto Fernández junto a Florencia Saintout

El discurso de enorme dureza de Kicillof en la noche del domingo, y el lunes ante la prensa, generó incluso algún asombro en filas peronistas. Es que debe conversar la transición con Vidal –ya hablaron y se reunirían la semana próxima- y después, enfrentar una realidad no sólo social sino además políticamente compleja, más allá del resultado abrumador alcanzado.

Algunos datos están a la vista. El peronismo-kirchnerista sumando todas sus vertientes enfrentará un cuadro delicado en la Legislatura: tendrá mayoría muy ajustada en Diputados (46 bancas sobre 92, frente a 44 de Cambiemos) y será minoría en el Senado (20 butacas, frente a las 26 de Cambiemos). En materia territorial, el mapa expone color amarillo en buena parte del interior provincial y en unos pocos aunque significativos municipios del GBA. Cambiemos mantendrá 61 intendencias (perdió 7) sobre un total de 135. Nada es sencillo o lineal, tampoco a escala nacional.

La ida de Alberto Fernández a Tucumán convirtió en acto nacional la ceremonia por el segundo mandato del gobernador local. Le entregó el bastón, como señal simbólica llamativa. Y allí estuvieron media docena de intendentes del GBA, los gobernadores Uñac, Gildo Insfrán, Sergio Casas y Gerardo Zamora, la vice bonaerense Magario, varios legisladores y otros referentes. También, dirigentes de distintas franjas sindicales: Héctor Daer, Carlos Acuña, Sergio Palazzo, Víctor Santa María, Antonio Caló, OmarViviani, Julio Piumato, Andrés Rodíguez y José Luis Lingeri. Duros y negociadores. Hugo Moyano faltó, dicen, con aviso.

Un “baño de peronismo”, afirmaban en su comitiva, que sería seguido por nuevos gestos con jefes provinciales. Alberto Fernández repitió una frase de campaña: “Vamos a ser un país gobernado por un presidente y 24 gobernadores”.

Está claro que nada es mecánico en política. Y una primera cuestión será cómo se refleja ese armado territorial en el Congreso. En el Senado, bajo control directo de la cámara por CFK, el kirchnerismo verá crecer su sector a 16 integrantes. Si se suman unos 12 que responden orgánicamente a mandatarios del PJ y otros peronistas más inorgánicos y aliados, el conjunto tendría mayoría cómoda: entre 36 y 39 legisladores sobre 72. Es probable allí un formato de interbloque, visto desde la perspectiva del peronismo tradicional, para hacer valer cierto juego propio.

En Diputados, en cambio, sumando todas sus vertientes, el Frente de Todos quedaría como segunda minoría, con 109 integrantes según el conteo provisorio, detrás de Cambiemos, que amalgamaría 119. La llave del quórum se logra con 129. Aquí también el tema es si el nuevo oficialismo funcionará como interbloque, con mayoría K. La presidencia de la Cámara fue reservada para Massa y pesará Máximo Kirchner, sin aspiraciones a cargos formales, según reiteran en medios peronistas. Dicen también en esos circuitos que la conducción del espacio podría entrar en zona de negociación.

Son horas de gestos. Nadie en la interna quiere poner lo ocurrido en términos de una foto y una contrafoto en apenas un par de días. Los cuidados, con todo, no niegan las señales.

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