Trece cuadras separan la casa donde duerme Alberto Fernández de la Casa con C mayúscula, la Rosada, la de Balcarce 50, la que ocupará a partir del 10 de diciembre como líder político del país y desde donde comandará los destinos de Argentina durante los próximos cuatro años, una vez que el mandato de Mauricio Macri alcance su fecha de vencimiento. Apenas 1.300 metros de distancia hay entre el sofá donde esta mañana el presidente electo entonó con su guitarra una canción de León Gieco para mitigar la ansiedad con el rasguido de las cuerdas -un poco ya sabiendo su destino- del mítico sillón de Rivadavia.
Entre amigos, con dirigentes y seguramente algunos de los que serán integrantes del futuro Gabinete, Alberto Fernández atravesó el domingo más importante de su vida política con una emoción estable pero a flor de piel. A la mañana, cuando sacó a pasear a su perro Dylan (a esta altura una cábala efectiva) recordó a Néstor Kirchner y caminó en la cornisa de las lágrimas varias veces.
Evocó a Dios, dijo que es creyente, y vinculó a lo Divino la unción que le dio Cristina Fernández el 18 de mayo pasado, justo tres días antes de viajar por primera vez al mausoleo donde descansan los restos de Kirchner en Río Gallegos. "Yo había resuelto mucho antes de ser candidato visitarlo, lo había arreglado con Alicia Kirchner, y bueno, fui y le prometí lo que le tenia que prometer”, comentó en la mañana del domingo, casi sollozante.
Alberto desayunó con su pareja Fabiola Yañez, su vocero, Juan Pablo Biondi, Daniel, un amigo, y Leandro Santoro. El dirigente radical K también activó su cábala y así como en las PASO le regaló un libro que compila clases magistrales de Raúl Alfonsín, esta vez le obsequió un disco en vinilo del talismán de la buena suerte de los músicos, Osvaldo Pugliese.
Después del café con leche y las medialunas Fernández recorrió en su auto junto a Yañez las diez cuadras que lo separaban de la urna donde dejó finalmente su voto, dos horas más tarde de lo pautado inicialmente. Lo esperaba mucha más prensa y mucha más gente común que el 11 de agosto. Un hombre de traje gris, peinado con gomina, como salido de un tango de los años 40, le regaló a Yañez (vestido blanco y el pin del lazo rosa de la lucha contra el cáncer) un ramo de rosas rojas y luego, tanto cuando entró a votar como cuando salió, les lanzó una lluvia de pétalos granates, que le dio al mediodía húmedo de Buenos Aires un carácter kitsch inesperado.
El presidente electo siguió los primeros números de las mesas testigo desde Puerto Madero. Almorzó con su pareja y una decena de amigos (entre quienes estaba José Albistur, dueño del departamento que habita Fernández) y chateó con los referentes más importantes del Frente de Todos.
Fue un almuerzo de “teléfonos cerrados” hasta que cinco minutos antes de las 16 el propio Alberto Fernández publicó en sus redes sociales un mensaje de apoyo a Lula: “También hoy cumple años mi amigo @LulaOficial, un hombre extraordinario que está injustamente preso desde hace un año y medio. Parabéns pra você (feliz cumpleaños para vos, en español), querido Lula. Espero verte pronto. #LulaLivre”.
Cerca de las 18 los números ya le reflejaban la banda presidencial en su pecho, y una hora más tarde emprendió camino hasta el C Art Media, en el barrio porteño de Chacarita, donde ya una multitud esperaba para festejar lo que a esa hora se esperaba que fuera un triunfo mucho más holgado que el que finalmente se dio.
Eso inyectó en el búnker del Frente de Todos de una tensión inesperada. Alberto aguardó paciente junto a Cristina Fernández de Kirchner (que había volado de Río Gallegos a San Fernando después de votar) en el tercer piso del centro cultural. Las mesas testigo del Instituto Patria daban números muy similares a los que cerraron la noche: 48 a 40. Pero había cierta incertidumbre porque las primeras cifras oficiales marcaron 47 puntos contra casi 42 de Juntos por el Cambio. Alguien en el segundo piso del búnker comentó que se trataba de una “carga de datos tergiversada” y explicó: “Están mandando primero los datos de los centros urbanos donde le fue mejor a Macri”.
Alrededor de Alberto hubo allegados de diversas líneas y colores. Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, Taty Almeida y Hebe de Bonafini sentadas a poca distancia, el ex gobernador Daniel Scioli, Sergio Massa, Felipe Solá, Albistur, Alejandro Dolina, Carolina Papaleo, Carlos “Chapa” Retegui y muchos otros. Un allegado al futuro Presidente de los argentinos sintetizó el clima con dos palabras: “serena alegría”.
Cuando cerca de las 22 se conocieron los resultados y luego Mauricio Macri reconoció la derrota, la escala de alegría subió. Hubo abrazos, se cantó la Marcha Peronista y Alberto se preparó para bajar a dar su discurso. Antes, hubo evaluaciones varias en el bunker peronista: claramente para ninguno resultó lo mismo esta distancia final de la que se especulaba en los días anteriores.
“Le pifiaron todos todo el tiempo”, comentó con una sonrisa Dolina a Infobae. Se refería a los pronósticos fallidos que antes de las PASO no adivinaron el resultado abultado y a los que esta última semana no previeron que la brecha se acortaba.
Fernández estaba tranquilo. Escuchó a Macri junto a Cristina y Fabiola Yañez y luego destapó la alegría de las miles de personas que transformaron el barrio de Chacarita en una fiesta de cantos, bombos y fuegos de artificio. “Gracias a todos los que nos votaron, a todos los que nos acompañaron. Por el compromiso que han demostrado por construir una argentina más solidaria. Y gracias a los que no nos votaron por haber participado de esta jornada. Este no es el frente de nosotros, es el Frente de Todos y nació para incluir a todos los argentinos”, dijo Alberto.
Otra vez, como al amanecer, recordó a su amigo Néstor Kirchner. De nuevo, atrapado por la emoción, el Presidente electo recordó al presidente que exactamente nueve años atrás abandonó el mundo de los vivos: “Gracias Néstor donde estés porque vos sembraste todo esto que estamos viviendo. Me diste la enorme posibilidad de la aventura de hacernos cargo de un país y ponerlo en pie”.
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