Alberto Fernández llegó a la explanada y se encontró con el fotógrafo presidencial Víctor Bugge. “Qué hacés, ya estás en el inventario de la Casa Rosada”, le dijo el presidente electo. “Y, sí”, fue todo lo que contestó el reportero que esperaba el ingreso junto a dos personas de ceremonial que estaban en la puerta. Frente a la escalera, en el primer piso, lo aguardaba Fernando de Andreis, que lo saludó y acompañó al despacho presidencial, donde ya se encontraba Mauricio Macri.
Fernández llegó acompañado solo por su vocero, Juan Pablo Biondi. El secretario de Medios, Jorge Grecco, lo invitó a esperar en la antesala donde conversaron sobre amigos comunes y empezaron a delinear la transición en el área de comunicación, aunque ninguno de los dos dio detalles al respecto.
La reunión entre Macri y Fernández duró una hora y sobresalió por varias razones. En principio, porque fue la más civilizada que se recuerde en mucho tiempo. Quizás la que se realizó entre Carlos Saúl Menem y Fernando de la Rúa pueda compararse con esta. Se concretó en Olivos dos días después de la victoria del candidato radical sobre Eduardo Duhalde, pero no fue un mano a mano como el encuentro de hoy, sino que participaron otros miembros de los respectivos equipos. Era una señal que esperaban los mercados y sobre la que se hablaba en los respectivos bunkers en la noche del domingo mientras llegaban los primeros resultados electorales.
Luego, por el hecho de que presidente saliente y presidente electo estaban de buen humor. Y se mostraron así con el objetivo de dar inicio a la transición cumpliendo con todas las formalidades del caso, asumiendo el dramático contexto económico que atraviesa el país y sin ninguna vocación de alimentar rispideces.
En Casa Rosada aseguran que le facilitarán a Fernández la información que requiera de cada área y dispondrán incluso alguna oficina en Balcarce 50 para que su equipo pueda trabajar durante las próximas semanas. Del lado de Fernández también se mostraron con intenciones de alivianar cualquier roce y evitar declaraciones públicas que puedan afectar el traspaso y la tranquilidad económica y social.
Durante la reunión, en la que no hubo medialunas ni jugo de naranja pero sí café –ambos habían desayunado temprano–, Fernández expresó su preocupación por las reservas y por la economía en general y combinó con Macri que seguirán en contacto telefónico para negociar la transición.
Fernández ya armó su equipo para dialogar con el Gobierno durante las semanas previas a su asunción. Son dirigentes de su confianza que se interiorizarán sobre el estado de cada área y cada ministerio. No necesariamente son futuros ministros, aunque en algunos casos podría suceder. La mayoría de los integrantes de ese grupo de trabajo estuvieron el sábado en la sede de la universidad UMET reunidos con Santiago Cafiero, que coordinó la campaña albertista.
Con su rector como anfitrión, Nicolás Trotta, que tiene a cargo los equipos técnicos del Frente de Todos junto a Virginia García, el sábado empezaron a organizarse para la tarea los economistas Guillermo Nielsen, Cecilia Todesca y Matías Kulfas, también Juan Manuel Olmos, Marcela Losardo y Vilma Ibarra. Ese mismo día, en la víspera de la elección, todos recibieron dos indicaciones: la primera, la habitual, mantener la reserva; y la segunda, mantenerse en alerta para ser convocados en cualquier momento.
En la Casa Rosada no ocultaron su satisfacción por el cónclave. “Fue el mejor diálogo en serio que tuvieron", fue el comentario de un funcionario que tampoco pudo dar detalles. Nunca antes habían hablado personalmente; solamente intercambiaron algunos mensajes vía chat y cruzaron acusaciones en los debates públicos.
De concretarse las buenas intenciones que mostraron ambos dirigentes en el mano a mano de este lunes, podría darse un recambio mucho más ordenado que el de 2015, cuando Cristina Kirchner y Macri no se pusieron de acuerdo para el traspaso de los atributos. Hasta ahora se vislumbra un proceso más institucional. Parece poco, pero para la atribulada historia argentina es un montón.
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