Terminó la campaña. Desde las 8 de este viernes y hasta las 21 horas del domingo hay varias restricciones, entre ellas que los candidatos no pueden hacer proselitismo. Tampoco se pueden publicar y difundir encuestas y sondeos. La veda también incluye a las redes sociales.
Con este panorama, Mauricio Macri apuesta a dos variables distintas para soñar con la segunda vuelta en noviembre: evitar el fraude que supuestamente se hizo en las PASO y aumentar en millones la cantidad de votantes a favor de Juntos por el Cambio. “Si esto pasa, llego al balotaje y lo gano”, confió Macri a un amigo en la quinta de Olivos.
Alberto Fernández considera que su triunfo está asegurado y espera que Macri reconozca la derrota y ordene una transición política sin zancadillas y con acuerdos institucionales. El candidato presidencial del Frente Todos pretende anunciar su gabinete y las primeras medidas de su probable gobierno antes de que concluya octubre, y para ello necesita un escenario social y político con vaivenes razonables para la historia contemporánea de la Argentina.
El presidente asume los deseos políticos de Fernández y los entiende desde su propia experiencia personal: Cristina Fernández de Kirchner complicó su asunción presidencial y debió convocar a Ricardo Lorenzetti -entonces titular de la Corte Suprema- para resolver una crisis institucional que no tenía registros institucionales. “Yo no soy Cristina, pierdo la elección y me pongo a disposición. Esa es mi responsabilidad”, asegura Macri cuando se le pregunta sobre una eventual transición.
Sin embargo, antes de ejecutar una probable coreografía de transición presidencial, Macri va a agotar todas las instancias a su alcance. Solo reconocerá la derrota cuando la diferencia con Fernández sea imposible de descontar aun sumando a sus votos todos los que todavía faltan escrutar de manera provisoria.
Macri cumplirá con la veda electoral en Los Abrojos, su quinta familiar. El presidente estará junto a Juliana Awada y su hija Antonia, y ya sabe que pasará horas y horas del fin de semana chateando con Marcos Peña, Miguel Ángel Pichetto, Elisa Carrió, Gerardo Morales, María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich, Rogelio Frigerio y Horacio Rodríguez Larreta. En la intimidad del poder circulan encuestas propias y sondeos prestados, aunque su valor práctico es casi cero desde el resultado de las PASO.
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Macri y Fernández ya ni se chatean. Tienen profundas diferencias personales e ideológicas, y la furia de la campaña electoral consolidó entre ambos un zanja de proporciones casi infinitas. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, tiene una línea abierta con Sergio Massa y Wado de Pedro, que servirá para articular los primeros minutos de la transición, si el sueño de Macri se transforma en su pesadilla política.
Fernández espera que Macri llame rápido a su celular personal, anuncie cuando sea posible que perdió los comicios y fije una hoja de ruta que permita ejecutar su propia agenda de transición presidencial. En este contexto, si fuera presidente electo, Fernández tiene intenciones de anunciar su gabinete nacional y las primeras medidas que podría implementar desde el 10 de diciembre. Eso ocurriría antes que concluya octubre.
Fernández está preocupado por las reservas del Banco Central y la cotización del dólar. Macri defiende el tipo de cambio a fuerza de las reservas y no modificará su estrategia si cumple su sueño y fuerza el balotaje. Entonces, si finalmente no llega a la segunda vuelta, Macri está dispuesto a negociar una táctica financiera y económica común con Alberto, pero esa táctica no puede aparecer como una rendición incondicional del presidente que concluye al presidente electo.
La veda electoral encuentra a Macri y Fernández con distintas preocupaciones. Macri con llegar al balotaje o negociar la transición con un presidente electo que no respeta. Fernández asumiendo que puede ganar en primera vuelta y con la obligación de enfrentar desde el lunes 28 a una crisis financiera y económica que incluye a millones de pobres, la desencantada clase media, Wall Street y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
No será fácil. Para ninguno de los dos.
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