No había terminado el segundo debate presidencial, y ya las huestes del Gobierno festejaban eufóricas por el desempeño de Mauricio Macri. “Los de atrás están apagados”, aseguró un invitado del Presidente, aludiendo al equipo de Alberto Fernández ubicado en la segunda fila, especialmente satisfecho porque el objetivo de salir a comerse el debate se había cumplido y “con creces”.
Es que la decisión que había tomado el equipo de comunicación oficial era utilizar esta segunda oportunidad para dividir la cancha electoral en dos, para atraer a quienes en las PASO votaron a las opciones que mayoritariamente le sacaron votos a la fórmula de Juntos por el Cambio, a saber, a Roberto Lavagna, Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert.
En efecto, el “ellos son así" y el “nosotros no somos lo mismo”, fueron las frases más repetidas por Macri cada vez que le tocó el turno de hablar, donde nunca se refirió a ningún otro candidato que no fuera Fernández, aprovechando los 13 minutos que le tocaban por sorteo para enfocarse en lo único que le interesaba: apelar a lo que está convencido que es la mayoría social para atraerla a su favor, a pesar de la dramática situación económica.
Para hacerlo, Macri buscó imágenes sencillas, que permitan hacer fácil la comparación entre un modelo y otro. Dijo, por ejemplo, “nosotros protegemos a las víctimas”, “ellos le dan gatillo fácil a los delincuentes”. O también, “ellos dicen que se preocupan de la pobreza, pero la única genialidad que se les ocurrió fue ocultarla". O “por el precio de una autopista en los años K, nosotros hicimos dos”.
Cada frase que usó el Presidente estuvo dirigida a captar los votos que tuvieron en las PASO Lavagna, Gómez Centurión y Espert, normalmente electores formados y cultos, interesados en las noticias y en muchos casos hiperpolitizados, principalmente en materia de corrupción, pero también en seguridad y la crisis energética, trayendo la experiencia de lo que la Argentina vivía en el 2015, al 2019.
El Presidente sabe que corre de atrás. Primero, se trataba de sobrevivir. Después, de solidificar su núcleo duro. Luego, de convocar al electorado que eligió a los otros candidatos. Esta semana está dedicado a esto. Después, si un milagro lo habilita a una segunda vuelta electoral, deberá apelar a sacarle votos a Fernández, una instancia que hoy parece imposible.
Hoy empieza la última semana antes de las elecciones. Macri llega a este lunes, cuando hará en Casa Rosada la probablemente última reunión de Gabinete de octubre, bastante mejor de lo que nadie hubiera imaginado el 12 de agosto, cuando se enfrentó a los medios de comunicación con fenomenales dificultades para acomodarse a la situación en la que había quedado con el resultado de las primarias.
Ayer, cuando dejó el escenario parecía un jugador que seguía concentrado. Apenas se permitió alguna sonrisa y felicitación. Se fue apurado a descansar a Olivos. No puede perder un minuto de la última semana que tiene para dar vuelta “no solo la elección, sino la historia de la Argentina”, como él mismo dijo ayer.
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