A pesar de vivir y trabajar en Portugal, Andrés Malamud es un agudo observador de la realidad política de la Argentina. “Más allá de que mi carrera pasa por otro lado, este es mi vicio, mi hobby”, explica a Infobae al terminar una larga entrevista que comenzó girando en torno a su nuevo libro sobre el radicalismo -Adelante radicales- pero que rápidamente giró hacia la actualidad más candente.
Pronostica que el ajuste económico será inevitable y especula sobre las estrategias que deberá elegir Alberto Fernández. También califica con dureza a sus correligionarios: “Al radicalismo le convino no haber gobernado, para no quemarse con su propia incompetencia”. Y se guarda algunas filosas ironías para los demás: “Los líderes peronistas suelen venir de la periferia, como La Rioja, Santa Cruz o Puerto Madero”.
La renovación del radicalismo, los vicios del sistema político argentino, el populismo, la unificación del peronismo y las posibles salidas de la crisis. Todo a través de los ojos de uno de los politólogos argentinos más prestigiosos de la actualidad.
- La UCR entró en Cambiemos con el objetivo político de derrotar al “populismo” y el objetivo táctico de reconstruir el partido. ¿Cuál es el balance de la experiencia?
- Funcionó la derrota del “populismo” y funcionará, si todo sale como esperamos, la culminación del mandato. El radicalismo tenía una deuda con el país de 1928, hace 90 años que no puede terminar un mandato, a veces porque lo echan y otras porque se cae. Cuando Macri entregue la banda o la reciba de sí mismo, el radicalismo va a haber cumplido con esa deuda. En cuanto a la reconstrucción pasó algo raro. La UCR empieza el 2015 con una gobernación, luego gana dos más y en 2019 la mantiene. Es un objetivo cumplido aunque las expectativas eran mayores. En intendencias perdió, y muchas. Sobre 10 capitales que mantenía le quedan 4, es una debacle. Sin embargo, va a tener más senadores y más diputados. Y por primera vez en mucho tiempo, los líderes radicales van a estar en el Congreso y no en las gobernaciones: Lousteau y Cornejo. Eso puede cambiar la dinámica interna de un partido siempre basado en el territorio.
- En el libro, el artículo de Javier Zelaznik hace una lectura más cuantitativa y pesimista, mientras que Inés Brizuela y Doria es más positiva con la experiencia de Cambiemos. ¿Por cuál te inclinás vos?
- Los dos tienen razón. Javier mira al radicalismo desde el centro, desde la ciudad y la provincia de Buenos Aires, donde recién se recuperan con la figura de Martín Lousteau y con la del vice gobernador (Daniel Salvador) pero todavía les falta para volver a ser lo que fue. Inés mira desde la periferia, viene del radicalismo riojano, que es uno de los cuatro que tiene senadores por la mayoría (Mendoza, Jujuy, Santa Cruz y La Rioja). Los radicales riojanos tienen todo el derecho de sentirse ganadores con Cambiemos. Las dos miradas expresan ese contraste.
- ¿El hecho de no haber participado en las decisiones de gobierno le terminó sirviendo al radicalismo para preservarse y quedar mejor parado para el nuevo ciclo político?
- Por la malas razones, sí. Las malas razones son que los radicales son malos gestores del gobierno nacional. Es difícil encontrar a alguien que elogie a algún ministro radical del gobierno de Cambiemos. Pero en general no se habla mal de los gobernadores radicales, son buenos gestores.
- Eran un poco periféricos los ministros...
- Sí, pero podrían haberse destacado en la periferia. Es muy difícil encontrar un área donde los radicales hayan administrado con excelentes resultados. Algunos ministros renunciaron, como Julio Martínez para ser candidato en La Rioja, pero la mayoría fueron despromovidos o rotados. Ninguno se destacó. Al radicalismo le convino no haber gobernado pero no para no quemarse con Cambiemos sino para no quemarse con su propia incompetencia. El radicalismo tiene buenos gobernadores y malos ministros. El radicalismo no consiguió formar equipos de gobierno. Yo no creo en la mistificación de los equipos que hace el PRO, son los partidos políticos son los que van a elecciones. Pero tienen que tener equipos. Y el radicalismo no los tiene, por falta de liderazgo y conducción.
- ¿Martín Lousteau puede encarnar ese liderazgo que revitalice al radicalismo especialmente en la ciudad y la provincia de Buenos Aires?
- Puede. Pero no es un pronóstico. Está en potencia, no está en acto. En este momento es el único radical con una alta imagen nacional transferible en votos. Hay muchos otros radicales populares en sus provincias pero Lousteau es el único con la capacidad de encabezar una lista nacional. Pero me parece que su prioridad empieza en la ciudad de Buenos Aires. Creo que su aspiración es ser jefe de Gobierno, no presidente. En cuyo caso no es inviable que en 2023 Cambiemos se mantenga, pero cambiado, con los que criticaron a Macri -ahora una eventual derrota los va a reivindicar-.
- ¿Ves una reconfiguración de Cambiemos con Cornejo, Morales, Larreta y Lousteau?
- Si. Pero va ser una lucha interna, no está cantada. Los radicales más pegados al Gobierno sufren un desgaste. Los que desertaron están afuera. Y hay muchos radicales en el medio que bancaron marcando los errores. Esta es la oportunidad de ellos.
- Tras la crisis económica, ¿es suficiente el poder territorial del radicalismo para que Cambiemos gire hacia sus banderas históricas como la defensa de la clase media?
- El radicalismo no resignó banderas. Tiene dos alas: una que se sintió muy cómoda con el gobierno de Cambiemos y otra que se sintió menos cómoda. Un ala socialdemócrata y un ala moderada, si se quiere. Si el gobierno pierde, la que se sintió cómoda va a quedar en minoría. El ala que criticó sin irse ahora tiene la chance de tomar el partido. Pero hay mucha gente que considera que Cambiemos representa las banderas del radicalismo. Por ejemplo, en el aborto el radicalismo votó dividido. Da la impresión de que vuelve el radicalismo central, que estaba aniquilado. No es recuperar las banderas del partido sino llevarlas de un lado al otro. Volver al ala que gobernaba Alfonsín.
- ¿Hay posibilidades de que el radicalismo vuelva a competir solo con la histórica Lista 3?
- En el sistema político argentino tiene incentivos que producen bipartidismo, que no necesariamente son dos partidos sino dos polos. El radicalismo solo no constituye un polo, puede ser el socio mayor o menor -dependiendo del momento histórico- del polo no peronista. Desde 1945 veo a la política argentina como una disputa entre el campo peronista y el no peronista donde el que se une gana y el que se divide pierde. Cambiemos fue la unión del no peronismo.
- ¿Lo ves dividido 50-50 o más bien 60-40?
- El peronismo, matemáticamente, es electoralmente mayoritario. Si el peronismo se une solo pierde contra Alfonsín. Si no está Alfonsín adelante, y ya no está, el peronismo unido es mayoría electoral automática. Por eso la buena estrategia política es dividir al peronismo. Una cosa que Cambiemos hizo con mucha eficiencia en las elecciones de 2017 y no tanta en 2019.
- Hace algunos años parecía que el radicalismo se encaminaba a ser el PMDB brasileño, un partido con una gran estructura territorial que se alquila al mejor postor y garantiza gobernabilidad y poder de fiscalización pero sin liderar el gobierno.
- Una linda metáfora es el elefante sin cabeza. La otra manera de verlo es que el PMDB es el peronismo, un partido que está en todos los gobiernos. El PMDB se caracterizó porque desde 1985 metió tres vicepresidentes que serruchaban al que estaba arriba. Como no tenía candidatos apoyaba a otros. Así que para mí las dos maneras de verlo son correctas. El PMDB puede ser el radicalismo como elefante acéfalo o el peronismo como el partido del poder, que es neoliberal una década y progresista a la siguiente. El radicalismo necesita un líder central, el peronismo lo construye. Los líderes peronistas suele venir de la periferia, como La Rioja, Santa Cruz o Puerto Madero (risas) y cuando llegan al poder consiguen la lapicera y el látigo. El radicalismo el poder lo construye siempre desde el centro: la ciudad o la provincia de Buenos Aires -Alfonsín o De la Rúa-. Y cuando no lo consigue el espacio no peronista construye un líder desde Buenos Aires como Macri o Vidal. Son siempre porteños. Lousteau es lo que puede contrarrestar esa debilidad. Es el único líder que produjo el radicalismo en el último par de décadas que lo puede liderar desde el centro.
- ¿Por qué resistió mejor el radicalismo en el interior?
- La debacle electoral en la capital es resultado de la crisis del 2001. El representante de las clases medias porteñas era De la Rúa, que les falló. Entonces el radicalismo se despedaza. El conurbano lo había perdido antes, porque no es peronista. El peronismo llega a los sectores populares y el radicalismo llega mal. El radicalismo tiene como lema La causa de los desposeídos pero en realidad es un partido de clases medias.
- Vos firmaste la solicitada en favor de Macri y muchas personas te lo cuestionaron. ¿Qué te llevó a apoyar a Cambiemos públicamente?
- No conozco a Macri. No soy macrista. No tengo una buena opinión de su gestión. Y no creo que puede arreglar lo que se rompió. Es cierto que hubo herencia, hubo condiciones internacionales y, como dice Melconian, hubo mala praxis. Lo que me parece es que Macri consiguió sostenerse en el poder. Yo vengo del radicalismo, para mí esa es una deuda que el no peronismo tenía con la sociedad argentina. Que un gobierno mediocre termine su mandato es algo que le debemos a la sociedad. Firmé por tres razones: primero porque me dijeron que la solicitada la había coescrito Graciela Fernández Meijide, y yo firmo cualquier cosa que diga Graciela. Segundo, yo venía de ser excesivamente duro respecto de la posibilidad de firmar un acuerdo con la Unión Europea, aunque sigo siendo algo escéptico. Yo pensaba que ni siquiera iba a haber un acuerdo político, más allá de que no sea ratificado como tratado. Pero el Gobierno me demostró que tenían más voluntad política que yo.
- Más allá de la letra chica, vos defendés este tipo de acuerdos...
- Si, yo estoy convencido que el libre comercio en términos generales es bueno, que genera perdedores a los que hay que compensar, pero en términos agregados es bueno. La UE es una potencia civilizada y nosotros comerciamos mucho con ellos y nos vendría bien que nos dejen venderles nuestro productos. Pero más allá de que yo crea que esté bien o mal, yo pensaba que no lo iban a conseguir. Yo me sentí en deuda por haber descreído en un área en la que soy especialista. De alguna manera compensé mi incredulidad previa. La tercera razón es que la solicitada es completamente mediocre y yo no creo en muchas de las cosas que están ahí. Pero no me importó. Cuando bajás una app en el teléfono no lees los términos y condiciones, aceptás. Yo quería expresar mi voto, quería declarar mi voto a favor del partido que apoyo desde los 16 años. Y además la solicitada no insultaba a nadie y reconocía errores. Todo lo que es necesario.
- ¿Con qué puntos no concordabas?
- Le adjudicaba mucho populismo a uno y mucho republicanismo al otro. Por ejemplo, la relación con los medios, que en este gobierno fue menos intrusiva que la del kirchnerismo pero porque todos los periodistas están a favor del Gobierno. Por eso el gobierno de Macri tuvo mucho menos necesidad de intervenir. Para mí este gobierno es mucho menos republicano de lo que se dice y el de Cristina fue mucho menos populista. En el fondo son dos gobierno más bien moderados que están más cerca entres sí que lo que ellos mismos piensan. Son diferentes en lo que representan: sectores populares y clases medias. Pero en lo que hicieron no son tan distintos.
- Populismo acabó siendo un término que puede significar demasiadas cosas. ¿Qué definición tomás vos como politólogo?
- Maniqueísmo plebiscitario. Ver al mundo dividido en dos, sin matices. Y plebiscitario porque se ratifica esta concepción a través del voto. En general los sectores populares tiene una visión maniquea del mundo. Lo dividen en ellos y nosotros. Las clases medias lo ven en una gradación mucho más matizada. La dificultad para definir al populismo en el mundo de hoy es que existe tanto en países desarrollados y en el subdesarrollados. Son diferentes. Son reacciones siempre contra la brecha de estatus. En países en desarrollo son sectores que adquieren inserción económica pero no tienen reconocimiento social. Cabecitas negras con trabajo industrial pero que son maltratados por los patrones. En el mundo desarrollado es lo contrario, sectores que están establecidos -blancos- que se sienten invadidos por minorías étnicas, migraciones, minorías sexuales. Unos pelean reclamando ascenso social y los otro pelean para mantener sus privilegios sociales. Después la palabra populismo pasó a ser un insulto, todo lo malo. La democracia tiene dos perversiones: la populista y la oligárquica, que no siempre son malas. Por ejemplo el senado o el poder judicial tienen un componente oligárquico. Un poco de oligarquía hace falta para controlar la tiranía de las mayorías pero sin un poco de populismo la oligarquía se queda con todo. Lo bueno es el equilibrio. El populismo es una corrección para la democracia, pero cuando se va de mambo termina siendo una amenaza. Es cuestión de cuánto y cuándo, contexto y oportunidad.
- Están los que dicen que Cristina puede dominar a Alberto Fernández porque es la dueña de los votos y quienes creemos que el presidencialismo exacerbado de la Argentina más la historia de verticalismo del peronismo garantizan que no se vea condicionado.
- Esos son términos importantes. El otro son las restricciones presupuestarias. Alberto va a tener una oposición externa que no va a ser un gran problema porque Cambiemos, si se repiten los resultados de las PASO, va a tener una oposición respetable pero moderada. Por ejemplo, el radicalismo va a aumentar ambos bloques pero va a tener conducciones propicias al diálogo. Por otro lado, va a tener la oposición interna, que no sé si va a ser Cristina pero sí grupos que se van a reivindicar en ella. Pienso más en Juan Grabois y en la calle, que en Kicillof. Porque así como el kirchnerismo puede intentar condicionar a Alberto, él lo puede condicionar a Kicillof a partir de sus intendentes amigos.
- Como cualquier gobernador va a necesitar ATN y obra pública...
- Para gobernar la catastrófica provincia de Buenos Aires va a necesitar mucha ayuda de Fernández. El kirchnerismo va a necesitar más a Fernández que Fernández al kirchnerismo. Y finalmente, lo que para mí es más relevante son las restricciones presupuestarias. La situación económica que va a enfrentar Argentina el año que viene es muy mala. Fernández va a tener que negociar con los acreedores, entre ellos el FMI, con los sindicatos, con los empresarios y con la calle. Sorprendentemente Cambiemos la calle la manejó muy bien. Con esta debacle económica, que la gente no esté a los palos en la calle no es un milagro, son políticas públicas.
- Pero tuvo un costo electoral...
- Cambiemos compró paz social, pero no votos. Con las políticas económicas alienó a su base, la clase media lo abandonó parcialmente, y los sectores populares, que estaban bien atendidos, no lo votaron. No le incendiaron la calle, pero no lo votaron. Pero la paz social no es poca cosa, yo no le quito mérito. Cambiemos no va a pasar a la historia por su política macroeconómica, quizás más adelante por la obra pública, pero sobre todo por lo que no ocurrió. Lo que no ocurrió fue hiperinflación del 89 y estallido del 2001. No ocurrió porque eso lo gestionó bien. Eso es lo que con el tiempo le reconocerán cuando pase la espuma del colapso económico.
- Fernández plantea todo el tiempo que su gobierno será una suerte de gran mesa redonda con los gobernadores. ¿Es posible o es discurso de campaña?
- No conozco ejemplos. En el mundo hay cuatro presidencialismos federales: Estados Unidos, México y Brasil y Argentina. En ninguno de los otros casos hay cogobierno federal-provincial. En ninguno de los otros países se junta el presidente con los gobernadores a tomar decisiones nacionales. No existe eso. En Argentina es diferente por el sistema de coparticipación perverso que hay y porque debido al sistema electoral muchos gobernadores controlan a sus senadores. Entonces el presidente necesita a los gobernadores para manejar la agenda del Congreso. Estas dos patas lo obligan a Alberto a cogobernar. Los gobernadores van a tener más senadores que Cristina. Y los radicales van a tener los mismos senadores que Cristina. Va a poder hacer alianzas variables. En cuanto a la plata, a lo mejor Alberto tiene que sacarles algo de lo que Macri les dio. Para eso los tiene que compensar, por ejemplo simbólicamente, con buen trato, sentándolos a la mesa.
- El principal desafío de Alberto va a ser el económico, pero ¿cuál va a ser el principal desafío político?
-La renegociación de la deuda. Es el más urgente. El más importante es aumentar el nivel de inversión. En Argentina la inversión es 16% del PBI.
- Lousteau suele decir que si la inversión no es del 24% para arriba no hay desarrollo posible.
- Martín es un optimista. Yo con el 20% me conformo (risas). No hay futuro si no mantenés un nivel razonable de inflación, que en los países serios es del 2%, y si no aumentás la inversión.
- Fernández anunció que va a subir jubilaciones y salarios. Algunos advierten que eso podría disparar la inflación. Salvo que logre un gran acuerdo con los empresarios.
- Los economistas serios ya le están diciendo que se calme un poco. Hago un poco de pronóstico pero basado en la experiencia que tuvimos. Desde el 83 en adelante los peronistas queman rápido sus primeros ministros de economía. Esto significa que, si se repite lo que viene pasando desde el 83, la primera política económica va a fracasar y después va a cambiar. Si empieza con un ministro neoliberal y fracasa, después tiene que ir al populismo redistributivo y es un desastre. Desde la mesa de arena, lo que le conviene es empezar con un ministro populista que se queme y eso legitime el ajuste que es inevitable. Pero andá a explicárselo a ese primer ministro y a los mercados, que tienen que bancarse a un ministro populista durante los primeros meses. Lo que me parece que haría un peronista pragmático, estratégico y maquiavélico es nombrar un populista y quemarlo.
- ¿Kulfas y después Nielsen?
- Los nombre son tuyos (risas). Macri heredó una crisis asintomática y creyó que con el gradualismo lo sacaba suavecito. Se hirvió a baño maría. Alberto lo que tiene que decir es: “Miren la crisis que hay, es un desastre, explotó todo y por eso voy a hacer esto que ustedes hace cinco meses no hubieran aceptado". Muchos creen que Macri es (Jorge) Remes Lenicov y el gobierno que viene es (Roberto Lavagna). Pero para mí falta mucho Remes todavía.
- En algún punto es lo que le pide cuando dice que no hay que quemar las reservas.
- Si Alberto tuviera control sobre esto haría que la crisis explote ya hasta diciembre, sin ninguna duda. Son las dos éticas, la de la responsabilidad y la de la convicción. En el fondo nadie quiere que Argentina explote. Pero si pensás que va a explotar, cuanto antes mejor, y si le toca al otro, mucho mejor. Pero los políticos suele rebelarse contra la inevitabilidad, tienen que creer que todo es evitable y que todo es producible. Y que son ellos los que lo pueden producir. Por ejemplo, todos los gobernadores de la provincia de Buenos Aires creyeron que ellos podían. Lo creyó Vidal y lo cree Kicillof. Todos pensaban a mí no me va a pasar.
- ¿Sos de los que creen que hay que dividir la Provincia porque es demasiado heterogénea?
- El fracaso de la provincia tiene dos bases: una es interna, es enorme y heterogénea; la otra es federal, tiene mucha población (38%) y poca representación (4% del Senado). Todos los presidentes tienen incentivos para llevarse recursos de Buenos Aires para vestir a otras provincias. A la Provincia siempre la cagan con la coparticipación.
- ¿Cómo creés que se puede manejar la crisis económica?
- No soy economista, pero los que saben y la experiencia histórica marcan que de la hiperinflación se sale con shock y de la inflación alta sostenida se sale con medidas graduales. Como se hizo en Bolivia o Israel. La salida es “a la Lavagna”, no digo que hay que hacer lo mismo, pero sí paso a paso. Si todo sale bien el 2020 va a ser un año horrible en términos económicos y a partir de ahí va a haber una recuperación muy lenta que solo se va a notar más adelante. Por eso siempre se dice que un gobierno que hace las cosas bien pierde las siguiente elecciones. En Portugal, el gobierno de Passos Coelho, que hace el ajuste entre 2011 y 2015, asume diciendo que es un gobierno de un mandato. Asume con el discurso de la autoculpa y la redención: “La cagamos y ahora vamos a hacer las cosas bien”. Passos Coelho terminó ajustando hasta el final y Macri terminó con populismo económico.
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