Desde que los debates presidenciales irrumpieron en la escena pública, el consenso entre analístas políticos y expertos ha sido que, si bien revisten una importancia fundamental como herramienta democrática, no tienen la capacidad de mover el amperímetro electoral de manera sustancial.
La experiencia lo confirma. Distintos estudios realizados a lo largo de la historia comprobaron que los debates tienen efectos limitados, tanto en tiempo como en intención de voto. Y sí juegan un rol relevante, es porque la carrera electoral que afectaron era particularmente reñida.
No obstante, además de su valor institucional, los eventos tienen otro aliciente: el cultural. Más allá de su escaso efecto en las urnas, suelen ser consumidos de manera masiva. Y cualquier frase, gesto o chicana tiene el potencial de pasar a formar parte de la cultura popular.
Ese ha sido el caso en distintas ocasiones. Y a pesar de que la Argentina no tiene una amplia tradición en lo que refiere a la instancia, si produjeron momentos memorables. A nivel global, los debates en Estados Unidos también produjeron sedimentos culturales que ya forman parte de los anales de la historia.
A continuación, un repaso por cinco momentos memorables de los debates presidenciales:
El primer debate por TV
La tradición de debates políticos televisados comenzó en Estados Unidos en 1960, cuando por primera vez los candidatos de los dos principales partidos de ese país se enfrentaron ante la atenta mirada de millones de votantes.
El vicepresidente Richard Nixon representaría al Partido Republicano y el senador John F. Kennedy al Demócrata. El segundo, más joven y consciente del poder de la naciente televisión, no solo se preparó para una batalla discursiva. También le dio una gran importancia a su imagen: se maquilló, buscó sonreír y le habló directamente a la cámara. De otro lado, lo observaron unas 70 millones de personas.
Nixon, un político de larga experiencia, había estado internado pocos días antes. Estaba flaco y se veía cansado. La transpiración de su frente pasó a ser un ejemplo célebre que aún se estudia en los cursos de comunicación política. Transmitía nervios, duda. Lo contrario a la imagen presidenciable del joven Kennedy.
Aunque hoy en día los expertos aseguran que los debates no suelen cambiar demasiado la intención de voto. La actuación del candidato demócrata pasó a la historia como definitoria. El 8 de noviembre Kennedy ganaría por tan solo 100 mil votos, uno de los márgenes más estrechos de los comicios de los Estados Unidos.
Curiosamente, quienes escucharon el debate por la radio -medio de comunicación que empezaba a perder preponderancia- consideraron que estuvo muy parejo, incluso con una leve ventaja para el republicano.
La silla vacía
En Argentina, la historia de los debates presidenciales comenzó con un fallido. El candidato radical Eduardo Angeloz había desafiado al peronista Carlos Menem a enfrentarse en el programa “Tiempo Nuevo” del periodista Bernardo Neustadt. Se trataba de show político más popular de la época.
Tras algunos meses en que el riojano dio algunas respuestas ambiguas, finalmente avisó que no se presentaría. Neustadt, enojado por la negativa, decidió dejarlo en evidencia y sostener el debate sin uno de sus participantes. La silla vacía sería un símbolo de su especulación política. Menem iba arriba en las encuestas y no quería arriesgarse.
"Me imagino que es difícil hacer un debate sin que exista alguien, ¿se anima a conversar con nosotros mientras esperamos?", le preguntó al inicio del programa.
"Con mucho gusto, pero es realmente una pena, es lamentable la ausencia del doctor Carlos Menem. Creo que esta era una oportunidad brillante para que cada uno pudiera expresarle al país su punto de vista, su pensamiento, las ideas de lo que pretendemos hacer", replicó Angeloz.
Favorecido por la crisis económica y la hiperinflación, Menem ganaría las lección y se convertiría en el sucesor de Raúl Alfonsín.
Bush, Clinton, el reloj y el público
Corría la campaña de 1992 y George H.W. Bush (padre) buscaba su reelección ante el carismático candidato demócrata Bill Clinton y el independiente Ross Perot. Uno de los debates que tuvieron que encarar fue con formato Town Hall en el cual candidatos y funcionarios responden preguntas del público en un auditorio.
El debate transcurría sin mayores sobresaltos, hasta que en un momento Bush cometió un error garrafal. No fue dialéctico, sino físico: miró su reloj justo cuando una mujer le hacía una pregunta sobre cómo el tamaño de la deuda pública lo afectaba personalmente.
Con ese gesto, Bush transmitió la imagen de alguien arrogante, que tenía mejores cosas que hacer con su tiempo que escuchar preguntas del electorado. El mismo admitió que en ese momento había pensado “10 minutos más de estas tonterías”. Las elecciones las ganó Clinton. Y aunque es imposible precisar el alcance de ese gesto, ciertamente no ayudó a Bush.
“¿En qué te han transformado , Daniel?”
El primer debate presidencial exitoso de la historia argentina tuvo lugar en el último ciclo electoral. Mauricio Macri se enfrentó ante Daniel Scioli, quien se había ausentado de la instancia de primera vuelta.
Los candidatos, con visiones contrapuestas de país, cruzaron argumentos y acusaciones. Pero una sobresalió. Luego de que Scioli asegurara que su oponente llevaría a cabo un ajuste después de liberar el cepo al dólar, Macri fustigó: “Daniel, ¿en que te han transformado? Parecés un panelista de 678, no dejás de decir mentiras. El problema de la Argentina es el Gobierno kirchenrista. Nos han ocultado la inflación, la Argentina tiene que crecer en base a un gobierno que diga la verdad, y que defienda el valor de nuestra moneda”.
Junto a la ya histórica foto del beso con su esposa, Juliana Awada, Macri se llevó los dos momentos más recordados de aquel intercambio en la Facultad de Derecho.
Sistema Vs. Antisistema
El sorpresivo resultado del Brexit había sido premonitorio, pero la victoria de Donald Trump por sobre Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses de 2016 plasmaron de manera inequívoca el inicio de la ola de escepticismo con el establishment político presente en no pocas democracias mundiales.
De un lado, una candidata definida como “la mejor preparada de la historia para ser presidente”, consecuencia de su frondosos currículum en la función pública. Del otro, un candidato que, con un lenguaje confrontativo y despojado de diplomacia, aseguraba que precisamente había que combatir a esos políticos.
El debate puso de manifiesto ese contraste: las interrupciones y chicanas fueron la norma, más que la excepción. Y Trump, acostumbrado a protagonizar enfrentamientos televisivos dramáticos en su reality show “El aprendiz”, no dejó pasar ninguna ocasión para machacar sobre los puntos que componían su estrategia. Una estrategia que, en última instancia, dio resultado.
Bonus track: el debate por el plebiscito sobre el tratado de paz con Chile por el conflicto del Canal de Beagle
A diferencia de lo que ocurrió en Estados Unidos, donde comenzó la tradición de debates televisados, en Argentina el primero no estuvo protagonizado por candidatos presidenciales.
El canciller radical Dante Caputo y el senador peronista Vicente Saadi se midieron durante más de dos horas el 14 de noviembre de 1984, diez días antes de que los argentinos votaran en un plebiscito sobre el tratado de paz con Chile por el conflicto del Canal de Beagle.
En el estudio de Canal 13 y con la conducción del periodista Bernardo Neustadt, Caputo se mostró más suelto y consciente de la importancia de hablar mirando a la cámara. Saadi, por su parte, leyó gran parte de sus argumentos, lució alterado y levantó la voz en más de una oportunidad.
El primero reivindicaba el acuerdo como el mejor que se podía alcanzar. Se basaba en una propuesta del papa Juan Pablo II realizada en 1980 y dejaba para Chile las tres islas en disputa. El peronista, en cambio, acusaba al gobierno de traición a la Patria por relegar soberanía.
Finalmente, el resultado del plebiscito evidenció un amplio respaldo a la postura del gobierno liderado por Raúl Alfonsín: fue aprobado con el 81,13%.
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