Siguen las marchas del “Sí, se puede”: campaña final y también un recurso de supervivencia

Macri ya cumple la mitad del recorrido nacional de actos. Hay debate sobre si sirve sólo para asegurar el “voto propio”. Pero aún así, no sería un objetivo menor tras el aturdimientio de la derrota de agosto. Efecto electoral y desafío como coalición

(Prensa Juntos por el Cambio)

Mauricio Macri está cumpliendo hoy la mitad del plan de marchas del “Sí, se puede”. La entrega de estas horas es otra vez en la provincia de Buenos Aires, en Olavarría, con María Eugenia Vidal. ¿Cuánto puede impactar en las urnas este despliegue de actos, aún aquellos más masivos que lo imaginado? ¿Son gestos que sólo seducen a los votantes fieles? Hay opiniones cruzadas en el propio macrismo, pero la visión quizá más descarnada y no necesariamente optimista la resume así un referente oficialista: “Sin esto, ahora estaríamos discutiendo los votos y el tercer lugar con Lavagna”.

“No sé si estas marchas suman votos, pero al menos son un anabólico. Sin ilusión, no hay pelea”, dice en la misma línea un dirigente y candidato radical que acompañó a Macri en algunos actos. No se trata de una visión especialmente esperanzada sobre lo que pueda ocurrir en apenas quince días, pero sí señala la necesidad interna de recuperar tono político después de la derrota de agosto.

Con escasa expectativa de revertir el cuadro expuesto por las PASO, este último despliegue de campaña -que quemó fórmulas del laboratorio electoral intocables hasta las primarias- asoma además para algunos dirigentes hasta como un modo de encarar un escenario de despedida del poder. Base social, defensa de espacios territoriales, bancas en el Congreso: eso sería la que está en juego.

En esa visión, hablarle a lo que se considera “voto propio” no sería poco y tampoco limitaría el objetivo más amplio de campaña. Dicho de otra forma: después de la fuerte caída en las primarias –y su efecto de agudización de la crisis y terremoto en los ánimos internos-, ni siquiera el “voto propio” asomaba como un capital asegurado.

El Presidente, en la marcha que tuvo lugar en Salta

El golpe de las PASO proyectaba así una casi inevitable derrota en primera vuelta, sino al mismo tiempo dudas sobre el verdadero piso del Gobierno y a corto plazo, un futuro incierto para la subsistencia de la coalición. Lo que algunos advirtieron de entrada incluso en despachos políticos de la Casa Rosada, aunque sin encontrar respuesta, era la necesidad de una reacción que superara la idea de concentrarse exclusivamente en la gestión para contener la crisis o, más aún, evitar un desmadre peligroso.

Ese mismo objetivo de evitar una salida traumática demandaba acciones políticas, empezando, naturalmente por la gestión. Se sucedieron los contactos de Macri con Alberto Fernández –difíciles por razones personales, recelos y falta de actitud de una y otra parte-, el recambio en el ministerio de Hacienda y las medidas y diálogo de Hernán Lacunza con el equipo del candidato ganador. Eso dio algo de oxígeno.

Pero no había reacción sobre el modo político de recorrer el larguísimo camino que aún restaba hasta el 27 de octubre. Y en rigor, la idea de las marchas nació en parte de la ruptura del esquema duranbarbista, con pases de factura en todo Cambiemos e incluso dentro del macrismo original, no sólo expresadas por María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Pero el ingrediente más significativo no fue o al menos no fue únicamente resultado de los análisis y cruces internos: pesó la marcha del último sábado de agosto, que terminó en Plaza de Mayo con Macri en el balcón de la Casa Rosada.

La marcha de apoyo a Macri de la última semana de agosto (Gustavo Gavotti)

Aquella fue una demostración callejera, porteña y en varias ciudades del interior, que expresó de alguna manera parte del capital urbano del oficialismo y que, a través de las redes, expuso a un oficialismo inorgánico, bastante fiel y preocupado por dar un mensaje también a la Justicia y, en general, al PJ aglutinado con el kirchnerismo como convergencia electoral otra vez exitosa.

El armado y despliegue de las marchas del “Sí, se puede” coincide o si se quiere aprovecha pero al mismo tiempo responde a aquella manifestación. Tuvo un arranque esperable en Barrancas de Belgrano, fue nutrida en sus escalas y especialmente –en rigor, inesperadamente- masivas en paradas como las de Tucumán, Posadas y Salta. Las expectativas ahora están puestas en la marcha del 19 de octubre –autoconvocada originalmente y con adhesión orgánica creciente- y el cierre de campaña, el jueves 24, posiblemente como otras veces en Córdoba.

Las marchas y su mensaje -imposibles de decodificar en único sentido- son de algún modo una expresión pública que se traduciría en votos, aún en la derrota, como un espacio que reclamaría continuidad –más allá del nombre del formato- frente a la nueva experiencia que encarnaría Alberto Fernández si corona su plan presidencial, con el sello CFK simbólico y práctico.

Macri en Misiones

En el oficialismo, eluden especular demasiado con los últimos capítulos de elecciones provinciales, pero evalúan que el triunfo del radical Rodolfo Suárez en Mendoza y del inasible Gustavo Sáenz en las primarias salteñas, con apoyo del PRO y parte de la UCR, alimentan las perspectivas de Rodríguez Larreta en la Ciudad. Los dos resultados expusieron derrotas del kirchnerismo local, apoyados por Alberto Fernández y también por el kirchnerismo duro. Mañana, será el turno de Chaco, con Jorge Capitanich de favorito: allí la única duda es si hay o no ballotage.

En la misma dirección, consideran que si el domingo 27 se sostiene y más aún si se mejora el resultado de las primarias nacionales, aún en derrota, Cambiemos aseguraría o mejoraría su representación en el Congreso.

Visto como potencial foto, ese escenario de final de Gobierno podría ser un punto de base nada desdeñable para volver a la oposición. Dependería de los jefes partidarios de cada fuerza aguantar el golpe y mantener o reformular la coalición. Por ahora, todo materia de especulación. Antes, por supuesto, será el turno de las urnas.

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