Mauricio Macri utiliza todos sus recursos institucionales para demostrar que su agenda de gobierno es diferente de la plataforma electoral que ofrece Alberto Fernández a la opinión pública. El candidato presidencial del Frente de Todos sostiene que en Venezuela no hay dictadura y que es posible coordinar una transición democrática con Nicolás Maduro a través de una propuesta diplomática que lideran Uruguay y México. El Presidente rechaza esa hipótesis de trabajo y asegura que una negociación con Maduro es un callejón sin salida y con inevitables costos institucionales. Como sucede con la deuda externa o el Acuerdo Mercosur-Unión Europea, la crisis de Venezuela y su posible solución también se transformó en un campo de batalla electoral que enfrenta a Macri y Fernández.
En este contexto, Jorge Faurie recibió a Elisa Trotta en la Cancillería y le anunció que la Argentina reconocía su designación como embajadora plenipotenciaria de Venezuela, designada por el presidente interino Juan Guaidó. Esto significa que Trotta “representa para todos los venezolanos residentes en nuestro país la autoridad máxima de Venezuela en la Argentina, quien además los podrá asistir en todas las cuestiones consulares”, asegura la comunicación formal emitida por la Cancillería.
Y remata para que no haya dudas en Caracas: “El gobierno argentino reconoce a la Sra. Elisa Trotta como la legítima titular de la Representación de la República Bolivariana de Venezuela en nuestro país”.
La reunión de Faurie con Trotta va más allá de un reconocimiento formal. Se trata de una escalada diplomática deliberada que se ejecuta por órdenes directas de Macri, que pretende exacerbar sus diferencias con Fernández respecto a la política exterior de la Argentina. La Cancillería elaboró una lista de representantes de Maduro que tienen la visa vencida y que no serán renovadas por las autoridades nacionales. Es decir: en las próximas semanas, al menos 5 enviados de Maduro regresarán sin escalas a Caracas.
La diplomacia tiene sus reglas de juego, y eso implica que si Macri no renueva las visas de los representantes de Maduro, el dictador de Venezuela va a responder con simetría, y ello puede implicar la expulsión del encargado de Negocios, Eduardo Porreti. Y cuando esa reacción eventualmente se produzca, es muy probable que el gobierno argentino decida que los últimos representantes de Maduro en Buenos Aires sean expulsados para liberar la sede diplomática, que sería ocupada por la embajadora plenipotenciaria Trotta. Es un plan, una escalda, un partido de ajedrez que se juega movida a movida entre Macri y Maduro.
Al margen del tablero internacional, la decisión de Macri ejecutada por Faurie causa repercusiones electorales. El candidato presidencial del Frente de Todos anunció que tiene intenciones de renunciar al Grupo Lima –si llega a Balcarce 50– y plegarse a la posición diplomática de Uruguay y México. Estos países sostienen que es posible negociar una salida democrática con Maduro, una variable geopolítica que es rechazada por el Grupo Lima, un foro multilateral que lideran Argentina, Brasil y Colombia.
Macri aguarda que Fernández reaccione para capitalizar su posición en términos electorales. El candidato de la oposición sostiene que Maduro no es un dictador, mientras que su adversario de Juntos por el Cambio opina exactamente lo contrario. El reconocimiento de Trotta como embajadora plenipotenciaria tiene un fundamento diplomático, pero también una razón política y electoral. Macri juega al lado de Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea. Maduro representa a China, Rusia, Irán y Cuba, cuatro Estados que aún sostienen al régimen populista que impera en Venezuela.
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