El Grupo Lima es un foro regional liderado por Argentina, Brasil y Colombia que se creó para encontrar una transición pacífica entre la dictadura de Nicolás Maduro -denunciada por la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos por las torturas, asesinatos, crisis sanitaria y migratoria e inacción del régimen ante las denuncias en lo que se conoce como informe Bachelet- y la designación de un nuevo presidente en Venezuela a través de elecciones libres y transparentes. México y Uruguay tomaron distancia de la estrategia del Grupo Lima, que apoya al presidente interino Juan Guaidó y tiene el respaldo de la Unión Europea y Estados Unidos.
Alberto Fernández asumió que este grupo ejecuta decisiones geopolíticas recomendadas en la Casa Blanca y se inclina por avalar la hoja de ruta de Uruguay y México, dos estados que tienen una posición más contemplativa con el régimen bolivariano. Tabaré Vázquez y Andrés Manuel López Obrador consideran que todavía es posible negociar con Maduro la transición democrática, una perspectiva del conflicto venezolano que comparten Vladimir Putin, Xi Jinping y los sucesores de la familia Castro. A ese mapa se sumaría el candidato que encabeza la fórmula opositora con mayores posibilidades de alcanzar la Presidencia.
“La posición de México y de Uruguay en el tema Venezuela es la posición correcta para afrontar un problema que todos vemos. Nadie deja de advertir que allí se ha complicado la convivencia democrática. La Argentina deber ser parte de los países que quieren ayudar a los venezolanos a encontrar una salida. Estar en el Grupo Lima es contradictorio con esto”, aseguró Fernández en declaraciones periodísticas.
En términos simples, el postulante del Frente de Todos adelantó que Argentina abandonará su asiento allí si sucede a Mauricio Macri en la Casa Rosada. Fernández interpreta que este foro regional no tiene capacidad para hallar una salida a la crisis de Venezuela y propone una nueva instancia mediadora que sería protagonizada por Argentina, México y Uruguay, si es que finalmente ganara las próximas elecciones generales.
La eventual decisión rupturista de Fernández complicaría las relaciones bilaterales con los Estados Unidos. Trump hizo una apuesta geopolítica al Grupo Lima, a pesar de las diferencias tácticas que mantuvo con Macri, Jair Bolsonaro e Iván Duque. Washington presionó muy fuerte con la vía militar para terminar con el dictador y Argentina, Brasil y Colombia se opusieron con tenacidad. En la cumbre que este bloque mantuvo en Bogotá, el vicepresidente americano Mike Pence empujó con vehemencia la “hipótesis de los Marines”, pero Macri y Duque rechazaron la ofensiva avalados por Guaidó, que participó en las deliberaciones.
Estados Unidos observa con atención la perspectiva internacional de Fernández y ambas partes han iniciado un acercamiento diplomático. El candidato presidencial chatea con Edward Prado, embajador americano en la Argentina, Sergio Massa explicó con esmero en DC que Fernández tiene una mirada crítica sobre Maduro y Felipe Solá -probable canciller- trajina sus contactos internacionales para asegurar que no habrá sorpresas en política exterior.
Sin embargo, este minué diplomático se puede transformar en un mal paso si el candidato presidencial consuma la renuncia de la Argentina. El Grupo Lima contiene la posición de los Estados Unidos y juega como balance de poder de Cuba, China, Irán y Rusia. Estos países tienen intereses económicos, militares y estratégicos en Venezuela y el resto de América Latina y abrieron la diagonal de Uruguay y México para contrarrestar la influencia del foro diplomático que lideran Buenos Aires, Brasilia y Bogotá.
En los últimos dos años, el Papa Francisco, la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos (OEA), las Naciones Unidas (ONU) y el Mercosur intentaron abrir una vía de negociación entre Maduro y la oposición venezolana. Todas las instancias fracasaron, mientras que los muertos por la represión ilegal, los exiliados y la crisis económica se profundizaban en términos geométricos.
El Grupo Lima se creó para establecer una nueva vía de negociación que evite la salida militar y que permita una transición democrática ordenada frente a la presión constante de otras potencias que defienden sus propios intereses en un país clave por su ubicación geográfica y su riqueza energética.