“Era un disparate, yo sentí que era el comienzo del fin”. El 6 de octubre de 2000 a la mañana temprano, hace exactamente 19 años, Graciela Fernández Meijide manejaba desde su casa hasta el Ministerio de Desarrollo Social cuando recibió un llamado del diputado Rodolfo Rodil que la dejó helada. Ni bien cortó, se comunicó con otro de los miembros del Frepaso, Juan Pablo Cafiero, y confirmó la noticia: el líder de su fuerza política, Carlos “Chacho” Álvarez, había renunciado a la vicepresidencia de la Nación. Y no lo había consultado con nadie.
“Pero escuchame, Chacho, ¿nos vamos todos como partido?”, le preguntó minutos más tarde cuando pudo hablar con él. Álvarez le contestó que no, que era un decisión individual.
Unas horas antes, a pocas cuadras, el ministro del Interior, Federico Storani, recibía como todas las mañanas los partes de la Secretaría de Inteligencias del Estado y de las fuerzas de seguridad. Se enteró por ellos. Tenía programado un viaje a Tierra del Fuego pero tuvo que suspender todo al ver que el gobierno de la Alianza enfrentaba una crisis política de consecuencias incalculables. La fórmula compuesta por Fernando de la Rúa y Álvarez era la cristalización del acuerdo político entre el radicalismo y el Frepaso. La salida de su máximo referente podía significar el quiebre del Gobierno y el éxodo de muchos funcionarios y ministros.
Storani se comunicó con De la Rúa y de inmediato se dirigió a la Casa Rosada. El Presidente estaba preocupado y enojado. Resolvieron que Storani, el ministro “político” -como se suele llamar a quien ocupa la cartera de Interior-, debía hablar con la prensa para adelantarse a la situación y cortar con las especulaciones que ya circulaban y hacían hervir la opinión pública. Desde sus primeros meses, el gobierno de la Alianza luchaba por revertir una crisis económica que no le daba respiro. En un contexto de aumento de la desocupación, fuerte déficit fiscal y alarmantes niveles de deuda externa, sumar incertidumbre política y exhibir una imagen de debilidad era lo último que necesitaban.
Darío Loperfido, encargado de Cultura y Comunicación, recuerda que junto con De la Rúa comenzaron a llamar a otros dirigentes para saber si el portazo lo daba únicamente Chacho o todo el Frepaso. “Ellos tenían ministros, diputados, gente en toda la administración pública”, explica el ex integrante del denominado “Grupo Sushi” a Infobae.
Algo de calma consiguieron cuando Storani pudo confirmar que Darío Alessandro, del Frepaso, seguiría al frente del interbloque de la Alianza, y que Rodolfo Rodil tampoco se iría. Ambos eran muy cercanos a Chacho. “Ellos mismos me relataron que ni siquiera les atendía el teléfono, eran sus íntimos amigos, sus compañeros de militancia de toda la vida. Obviamente, a mí tampoco me atendía”, recuerda el ministro.
Chacho había pasado la noche solo, encerrado con su mujer. No consultó la decisión que iba a tomar con nadie, ni siquiera con su círculo político más cercano. Diana Conti, que por aquel entonces era subsecretaria de Derechos Humanos y pertenecía al riñón de Álvarez, confirma que nadie en el Frepaso sabía que planeaba renunciar.
“En esas horas no se especulaba tanto sobre las razones. No tenías tiempo de opinar sobre un hecho consumado. El tema era que el gobierno se había quedado sin vicepresidente y los que éramos funcionarios preguntábamos qué teníamos que hacer”, asegura Conti. Pero Álvarez ordenó que “no se mueva ni el loro” porque cualquier renuncia podría ser vista como que el Frepaso intentaba producir la caída del gobierno.
En esas horas de máxima tensión, Fernández Meijide comenzó a sentir un dolor de cabeza como nunca lo había experimentado. “Me vi venir una dificultad muy muy grande”, cuenta la ex ministra de Desarrollo Social. Entonces reunió en una sala a todos los funcionarios de las diferentes secretarías que formaban parte de su ministerio y les informó que el vicepresidente había renunciado. “Sin muchos más argumentos que los que yo misma tenía, que no tenía ninguno”, señala. Luego se fue para el departamento de Chacho. Allí recibió un llamado de Raúl Alfonsín: el máximo referente del radicalismo estaba dispuesto a ir hasta allí para que Chacho retirara la renuncia.
“Le dije: ‘Mirá, Raúl, vos no podés venir para salir con un no. ¿Querés hablar con él? Yo te paso el teléfono”, relata. Si bien no escuchó los detalles de la conversación, Meijide asegura que Alfonsín le ofreció armar una mesa de consenso y Chacho aceptó.
Sin embargo, horas más tarde Álvarez leía ante las cámaras de televisión un mensaje en el que aseguraba que el escándalo de las coimas en el Senado -el presunto pago de sobornos a cambio de la aprobación de la Ley de Reforma Laboral- era el principal motivo de su alejamiento. “No soy parte de ninguna pulseada por el poder. No me empuja ningún ánimo de debilitar la figura presidencial. Siempre tuve presente que las expectativas de nuestro pueblo se centran en la figura de nuestro presidente. Así lo entendí desde que fui nominado en la fórmula y así lo sigo y lo seguiré entendiendo. También sé que el cargo de vicepresidente no permite mayores desacuerdos sobre un tema tan sensible como el de los sobornos en el Senado. No renuncio a la lucha, renuncio a un cargo con el que me ha honrado la ciudadanía”, explicaba Chacho.
Estos argumentos no convencieron a sus compañeros de partido, tampoco a sus aliados políticos. Según Storani, Álvarez venía padeciendo una situación de hostigamiento por parte del círculo íntimo de De la Rúa -los Sushi-, tenía fuertes diferencias con el presidente en cuanto a la políticas que había que adoptar y se sentía poco representado por un gobierno que no levantaba cabeza. “Fue un conjunto de factores concurrentes; el más importante fue la especulación política de hacer algo distinto, de diferenciarse de un gobierno al cual él ya no le veía demasiado destino”, analiza el ex ministro del Interior.
En esa línea, recuerda que tras la declaración pública de Chacho “algunos creyeron que iba a ocurrir una suerte de 17 de Octubre”. Algo que finalmente no pasó. En este punto, Storani coincide con Lopérfido: ambos piensan que el líder del Frepaso esperaba que una multitud se movilizaría hasta su casas para pedirle que se quede y esto, a su vez, le devolvería una posición de fuerza dentro del gobierno: “Fue todo un cachivache porque no fue nadie, fue patético todo lo que pasó”, sentencia Lopérfido.
En 1999, la Alianza había logrado poner fin a una década de menemismo. Sin embargo, la promesa de mantener la convertibilidad dificultaba la corrección de gran parte de los problemas de la economía. Los ministros de Economía que se sucedieron -José Luis Machinea, Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo- solo podían recurrir al endeudamiento y a los recortes de gastos del Estado para que las cuentas cerraran. La recesión económica y las recetas de austeridad impuestas por el FMI rápidamente consumieron el capital político del nuevo gobierno.
“Chacho no pudo sostener que en la economía nos iba muy mal. Él estaba acostumbrado a andar por la calle y que todo el mundo lo saludara. No toleraba haber perdido su popularidad”, señala Fernández Meijide. Y para reforzar su argumento, explica que a pesar de que Álvarez presidía el Senado nunca abrió un sumario interno para investigar si hubo sobornos.
Ya pasaron casi dos décadas, pero Lopérfido dice recordar con claridad una anécdota que apunta a la misma conclusión: “Él siempre decía que Machinea era excelente. Pero un día entra a un despacho en el que yo estaba y me dice: ‘Recién me putearon en la calle, Machinea se tiene que ir, loco’. Me impactó mucho porque estaba sacado. Yo lo llamé a Machinea y le dije que tuviera cuidado”.
Algunos meses después de la renuncia, Chacho Álvarez intentaría volver al gobierno como jefe de Gabinete para darle mayor respaldo político a la Alianza. Esta jugada sería interpretada por muchos de los integrantes del Gobierno como una muestra de su especulación política.
“López Murphy propone un ajuste muy fuerte y es obligado a renunciar. De la Rúa en es momento decide que va a poner a Cavallo. No me olvido más, estaba en Olivos a la espera de que llegue Cavallo para que hable con De la Rúa y después hacer el anuncio. Salgo y veo que viene junto a otras personas y estaba Chacho. ‘¿Qué hace acá?’. Después me entero que Cavallo le explica a De la Rúa que, para darle mayor apoyo, Chacho Álvarez se ofrecía a ser jefe de Gabinete”, relata Lopérfido.
El presidente, todavía enojado por el “daño” que Álvarez le había hecho a su gobierno, no aceptó su reincorporación. “A De la Rúa le pareció ridículo que venga a pedir un cargo inferior al que tenía. A todos nos pareció un frívolo, un tonto”, agrega Lopérfido. El paso siguiente sería la renuncia como presidente del Frepaso y su alejamiento definitivo de la política.
Como señala Fernández Meijide, en política más allá de los dichos lo que importa son los hechos: “Su objetivo era seguir teniendo espacio político. Si no, no hubiera querido volver como jefe de Gabinete”. Aunque, por otro lado, entiende que fue un error de De la Rúa no aceptar su vuelta. “Ahí se equivocó, pudo más su enojo”, sintetizó.
No obstante, la ex ministra no responsabiliza a Álvarez por el colapso económico que terminó en la crisis de diciembre. “El gobierno de la Alianza había recibido una economía quebrada, en recesión, poco competitiva y encima teníamos la cadena que había armado Menem de tomar deuda para pagar deuda”, resume Fernández Meijide. En ese contexto, recuerda que la situación se volvió crítica cuando George Bush resulta electo presidente en Estados Unidos y cambió la política de Bill Clinton. Ya no presionaría para que el FMI le siga prestando a la Argentina. Sin financiamiento, el derrumbe se volvió inevitable. “Sería muy soberbio decir que la renuncia de Chacho fue percibida por Bush”, concluyó.
Mucho más crítico, Lopérfido plantea que hay personas a las que el éxito las anula: “El peor enemigo de Álvarez fue Álvarez. Pero en su espíritu destructivo le hizo mucho daño al país, al gobierno que integraba y a su su fuerza política”.
Casi 19 años después, en el juicio por las coimas en el Senado, De la Rúa y Chacho se volvieron a cruzar frente a frente. El ex Presidente fue acusado de haber dado la orden de pagar cinco millones de pesos en sobornos. Decidió interrogar a su ex vice en persona. Fue la primera vez que hablaron públicamente de la salida del Gobierno.
–¿Por qué renunció? –le preguntó De la Rúa.
–Renuncié porque usted ratificó en los cargos y promovió a los sospechados. Yo dejé mi fuerza política pagando los costos de un Gobierno que fue un fracaso – le contestó Chacho en referencia al ministro de Trabajo Alberto Flamarique –quien habría pronunciado la célebre frase “Para los senadores tengo la Banelco”- y a Fernando de Santibañes, jefe de la SIDE, organismo del que se sospechaba habían salido los fondos para las coimas.
Tras 16 meses de juicio oral, todos los acusados terminaron absueltos por falta de pruebas.
La renuncia de Chacho Álvarez pasó a la historia como el principio del fin del gobierno de la Alianza. Desde ese momento ya no volvería a ocupar un lugar relevante en la política nacional. Su partido, el Frepaso, también dejaría de existir y muchos de sus referentes pasarían luego a las filas del kirchnerismo. El gobierno de De la Rúa terminaría abruptamente en medio de la peor crisis económica y social de la historia reciente con 30 muertos y decenas de heridos por la represión. El Presidente huiría de la bronca popular en helicóptero.
*Carlos “Chacho” Álvarez se negó a ser entrevistado para este artículo.
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