Cuando todavía faltan tres semanas para las elecciones en las que los argentinos elegirán su próximo presidente, y ante la probable victoria de Alberto Fernández, desde las PASO se especula con el nombre que quedará a cargo del Ministerio de Economía en un eventual gobierno del Frente de Todos.
Para suceder a Hernán Lacunza circulan muchos nombres. Algunos, como los de Cecilia Todesca y Matías Kulfas, suenan porque acompañan a Fernández en el Grupo Callao desde hace años y tienen con el ex Jefe de Gabinete una visión similar en temas económicos. Otros, como Guillermo Nielsen, Carlos Melconian o Emmanuel Álvarez Agis, tienen una relación menos cercana y más profesional con Fernández, pero con todos ellos el candidato a presidente habla seguido y los escucha para saber sus opiniones respecto de distintos temas.
Si bien tiene sentido que a esta altura del proceso electoral los votantes quieran saber quiénes conformarán el equipo del candidato que tiene las mayores chances de convertirse en presidente de los argentinos, tal vez los electores tendrían que pedir conocer otros tres nombres, ya que si el próximo primer mandatario, sea quien sea, sigue la tendencia de lo que sucede desde 1983, el cargo de ministro de Economía será ocupado por entre tres y cuatro personas entre diciembre de 2019 y 2023.
Es que a partir de la administración de Raúl Alfonsín, en estos casi 36 años de democracia la cartera de Economía fue conducida por 24 ministros o secretarios y cambió su cabeza, en promedio, cada un año y medio.
Quien más duró en su cargo fue Domingo Cavallo, que tuvo dos tramos al frente de Economía: primero durante la presidencia de Carlos Menem y luego con Fernando de la Rúa en la Casa Rosada. En total, Cavallo encabezó Economía durante más de seis años.
En la lista de los que más extendieron su estadía en ese ministerio lo siguen el radical Juan Vital Sorrouille, que durante el mandato de Alfonsín estuvo algo más de cuatro años a cargo de esa área; Roberto Lavagna, que de la mano de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner fue Ministro entre abril de 2002 y noviembre de 2005; Roque Fernández durante la presidencia de Menem ocupó el cargo algo menos de tres años y medio; y Nicolás Dujovne, que acompañó a Mauricio Macri desde la cartera de Hacienda entre enero de 2017 y agosto de este año.
En el caso del kirchnerismo, además de Lavagna, entre 2003 y 2015 fueron nombrados siete ministros de Economía. Si se los ordena por el tiempo que ocuparon el cargo, después del ahora candidato a presidente de Consenso Federal, Amado Boudou es el que más tiempo estuvo al frente (886 días), seguido por Axel Kicillof (749 días), Hernán Lorenzino (711), Felisa Miceli (595 días), Carlos Fernández (483 días), Miguel Peirano (153 días) y Martín Lousteau (136 días).
A partir de la lectura de estos datos se impone una pregunta: “¿por qué?”. Pero la cuestión reviste cierta complejidad: no hay uno, dos o tres motivos que expliquen por qué los Ministros de Economía duran tan poco en su puesto, sobre todo en relación a otras carteras del Gabinete.
Lo que sí hay son factores comunes que pueden ayudar a dilucidar esta situación. A grandes rasgos, se los puede dividir en tres: el estado de la economía del país, el frente interno y el frente externo.
El primer factor es clave. La experiencia como ministro de Economía para Jorge Remes Lenicov fue muy distinta de la de Lavagna. Cuando en enero de 2002 el primero se hizo cargo del Ministerio a pedido de Duhalde fue el encargado de estabilizar la economía de un país que estaba hundido en una crisis profunda. Lo hizo de la mano del desarme del esquema de convertibilidad que regía desde hacía diez años, del congelamiento de las tarifas de servicios públicos y de la instauración de las retenciones para las exportaciones, entre otras medidas.
Cuando Remes Lenicov dejó Economía después de 114 días y fue sucedido por Lavagna, el ahora candidato a presidente se encontró con un panorama totalmente distinto al que había recibido su antecesor, ya que buena parte de las medidas que había tomado Remes Lenicov fueron las bases sobre las que se consolidó la recuperación de la economía durante el mandato de Néstor Kirchner.
Similar a la gestión de Remes Lenicov fueron las de Néstor Rapanelli y Erman González durante los primeros meses de gestión de Carlos Menem. El primero asumió en julio de 1989 luego de que la primera opción del riojano, Miguel Ángel Roig, muriera de un problema cardíaco cinco días después ser nombrado.
Tras darle comienzo al esquema de privatizaciones que sería uno de los pilares de la administración de Menem para compensar el creciente déficit fiscal, Rapanelli dejó Economía tras 153 días en medio de una nueva hiperinflación. El ejecutivo de Bunge y Born sería sucedido por Erman González, un hombre de confianza de Menem, que fue la cara visible del Plan Bonex, una propuesta que no alcanzó a estabilizar la economía como pretendía el mandatario peronista.
Al igual que Remes Lenicov, tanto Rapanelli como González tomaron algunas decisiones que fueron fundamentales para para la estabilización de la economía a mediano plazo, pero en lo inmediato no pudieron sobrellevar el día a día de una economía que no repuntaba.
Tras dos años de presidencia, Menem finalmente designaría a Cavallo, cuyo plan de convertibilidad fue la columna vertebral sobre la que se basó una estabilidad económica que derivó en un aumento de la popularidad de la administración del riojano, que consiguió la reelección en 1995.
Evidentemente no es lo mismo asumir al frente del Ministerio de Economía en el medio de una hiperinflación o de una crisis, como les tocó al dúo Rapanelli-González y a Remes Lenicov, que tomar las riendas de esa cartera con la situación un poco más estabilizada, decisiones dolorosas para la sociedad ya tomadas y con menos focos de incendio, como les sucedió a Cavallo y Lavagna (sin que esto signifique que la tarea fuera más sencilla: nunca es fácil conducir la economía argentina).
Pero más allá de la coyuntura en la que un presidente nombra a su Ministro de Economía, esa gestión también estará necesariamente condicionada por la relación de fuerzas al interior del Gabinete, por un lado, y por el interés del primer mandatario en involucrarse y tomar decisiones en el día a día de la economía, por otro.
Es indudable que tanto Cavallo como Lavagna gozaron de un enorme poder en los respectivos Gabinetes de los que formaron parte. Incluso, algunos analistas los definieron como “súper ministros” por el poder que acumularon y por su importancia relativa respecto de los demás integrantes de esas administraciones.
Para Juan Luis Bour, economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), esa característica de preeminencia sobre el resto de los Ministros es clave: “Como el corto plazo en lo económico es muy relevante, muy inestable, y lo primero que tenés que hacer es estabilizar la economía macro, lo más elemental, la supervivencia, necesitás a alguien que tenga predominio sobre todos los demás ministerios”.
“Necesitás un ‘súper ministro’ porque necesitás que todo esté coordinado. No podés tener un Ministro de Educación que arregle una paritaria del 55% con los maestros porque te hace volar por los aires un programa económico. Es necesario que el Ministro de Economía tome ciertas decisiones, tener más o menos alineado al Banco Central y que el resto de los Ministros no hagan pelota el presupuesto”, destacó en diálogo con Infobae.
Por otro lado, el segundo factor interno es el interés de los y las presidentes de involucrarse en el día a día de la gestión de Economía y/o de frenar el crecimiento político de un Ministro al que la sociedad le da crédito por la mejora en el bolsillo. Lavagna es un ejemplo perfecto del primer caso y Cavallo del segundo. Es que mientras Kirchner estaba muy interesado en controlar él las palancas de la economía, Menem se vio amenazado políticamente por Cavallo.
Para Mario Teijeiro, economista egresado de la Universidad de La Plata y master en la Universidad de Chicago, la convertibilidad “tuvo éxito muy rápidamente, no solo frenó la hiperinflación, sino que la economía empezó a crecer. La popularidad de Cavallo era muy grande, Menem se dio cuenta de que tenía un rival interno y ese fue uno de los factores de su salida en 1996”.
Las ganas de Kirchner de manejar una economía que había crecido entre 8% y 9% anual desde 2003 a 2006 y los intentos de Menem de bloquear el ascenso político de quien consideraba un potencial rival electoral fueron los principales disparadores de las salidas de Lavagna y de Cavallo de los respectivos gobiernos.
Pero además del frente interno, la gestión de un Ministro de Economía en un país como la Argentina no solo depende de las buenas ideas que tenga o de su éxito a la hora de implementarlas. Es que la autonomía política y económica de una nación en desarrollo y con problemas estructurales como los que tiene el país que hoy gobierna Macri tiene límites y eso afecta directamente a las popularidades de los Gobiernos y, en consecuencia, de los que manejan las finanzas en el Gabinete.
En un artículo de 2016 llamado “Éxito presidencial y economía mundial”, los politólogos Daniela Campello y Cesar Zucco intentaron demostrar que en buena parte de los países de Sudamérica, los niveles de aprobación de una administración tienen correlación directa con dos factores sobre los que ningún presidente tiene control: la tasa de interés de la Fed de los Estados Unidos y el precio internacional de las materias primas.
Esto es así porque la tasa del Banco Central de la principal potencia mundial determina cuánto les cuesta endeudarse a países como Argentina, mientras que los precios de las commodities tienen una importancia alta en naciones cuya industria no está del todo desarrollada.
Entonces, si las materias primas están a precios altos y la tasa de interés de los Estados Unidos está baja, la tarea de un Ministro de Economía en Argentina es algo más sencilla que si sucede lo contrario. Pero además, Argentina tiene un acuerdo con el FMI que le da al organismo internacional el control sobre ciertos aspectos de la economía, lo que ata aún más las manos de quien vaya a ocupar ese Ministerio.
Para Teijeiro, ese va a ser un factor clave que deberá tener en cuenta quien suceda a Hernán Lacunza. “El ministro de Economía tiene que tener una relación fluida con el Fondo y con su directora gerente”, dijo en diálogo con Infobae.
La crisis que lleva un año y medio, por un lado, el préstamo con el FMI y el precio de las principales materias primas lejos de los números de 2005 o 2006 van a ser condicionantes externos que va a tener que enfrentar el próximo (o los próximos) Ministros de Economía.
Pero además de esos factores externos, hay un detalle sobre la forma de ejercer el poder de Alberto Fernández que puede llegar a complicar la relación con quien maneje Economía. En más de una oportunidad, el candidato del Frente de Todos dijo que pretende gobernar con el estilo de Néstor Kirchner. Y si cumple con su palabra, entonces va a querer intervenir activamente en las decisiones relacionadas con la economía.
Sin ir más lejos, uno de los que suena como posible ministro de Economía, Matías Kulfas, dijo en declaraciones a Radio Con Vos que considera importante que un Presidente “siga los temas (económicos) de cerca” y agregó que “conociéndolo, creo que va a estar bastante encima de los temas económicos. No va a ser un presidente que delegue en su gabinete la gestión y los temas económicos los va a seguir de cerca”.
Ya se verá cómo se consolida la dinámica del próximo Gobierno, pero así las cosas, entre la crisis económica y la suma de factores externos (deuda con el FMI, guerra comercial entre China y Estados Unidos y precios de materias primas a niveles moderados), quien sea que asuma en el Ministerio de Economía va a tener una dura tarea por delante. Pero si a eso se suma un Presidente con ánimo “interventor” que además limite su poder, su margen de acción quedará aún más disminuido.
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