Esteban Righi tenía 34 años cuando fue nombrado ministro del Interior por Héctor J. Cámpora en una presidencia que duró sólo 49 días. Al inicio de su cortísima gestión, que le valió luego el exilio, dio un discurso a la Policía Federal que en el homenaje realizado este lunes en la Facultad de Derecho fue citado por cuatro de los cinco oradores, entre ellos su amigo, discípulo y profesor adjunto Alberto Fernández, que dejó varios mensajes de lo que será su rumbo en Seguridad y Justicia. “Dentro de la estructura de sometimiento que el pueblo padeció en los últimos años las fuerzas policiales fueron puestas en un difícil papel; esta realidad la conocen bien los policías que han corrido todos los riesgos, que han debido hacer todos los sacrificios en la primera línea de fuego como brazo armado de un régimen cruel e inhumano”, planteó Righi 46 años atrás. En aquella ocasión también consideró que en la Policía Federal “sus jefes, oficiales y tropas han sido compelidos a enfrentarse con las masas populares de las que surgieron, que defendían un futuro mejor también para ellos”.
Fue el propio Fernández quien quiso recordar a su amigo. Y lo hizo a 27 días de la elección nacional. En su nombre organizaron el evento Juan Manuel Olmos, ex presidente del Consejo de la Magistratura porteña, y Fernando Muriel, Consejero de Graduados por el peronismo en Derecho. Ana García, viuda de Righi, invitó a gran parte de los presentes mientras que el candidato a presidente del Frente de Todos eligió a quienes estarían en el escenario con él.
Desde España viajó especialmente el catedrático en derecho penal Enrique Bacigalupo, que nunca volvió del exilio. Amigos con Righi desde 1957, cuando se cruzaron por primera vez en la Facultad, recordó los dictámenes en contra de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indutos. “Una vergüenza para el Estado de Derecho”, aseveró.
Lo siguió el ex juez que integró el tribunal que enjuició a las Juntas y ex ministro de Justicia de la Nación y de Seguridad en Provincia, León Arslanian, quien resaltó que el ex ministro y ex procurador “no toleraba las defecciones ni la picaresca política, ni los artilugios para conseguir el poder”. “Ni el exilio ni los costos personales y familiares que tuvo que pagar atenuaron sus fuertes convicciones”, lo reivindicó. Y subrayó sus logros durante el kirchnerismo, como la creación de la Unidad de Lesa Humanidad, la fiscalía para investigar Delitos Complejos y Drogas y el tribunal evaluador para dar más transparencia a los concursos, entre otros temas. “Lo extrañaremos así como lo echa de menos la República”, cerró.
Menos técnica y más política, la defensora general de la Argentina, Stella Maris Martínez, como Arslanian, se refirió a la doctrina marcada en los dictámenes como procurador y a aquel discurso de 1973. “Les dijo a los policías federales que iban a seguir siendo guardianes del orden pero de un orden diferente que no iba a servir para reprimir manifestaciones sino para cuidar los derechos de los ciudadanos”. Aquel discurso pronunciado tras una dictadura “tiene que servir para que un ministro de Justicia, un ministro del Interior o de Seguridad sepa cómo se vive en democracia", planteó. Y recordó que fue él quien la ayudó a resistir reclamos de algunos organismos de derechos humanos cuando se reiniciaron los juicios de lesa humanidad durante el kirchnerismo. “Estos juicios deben ser ejemplares, tienen que tener defensa”, la alentó él.
Rafael Bielsa, como Alberto Fernández, era un gran escucha de Néstor Kirchner. También amigo de Righi. Ex canciller y ex titular de la SIGEN, confesó que había elegido exactamente el mismo párrafo que Arslanian sobre el discurso del 73. “Era suave en las formas y firme en las cosas”, elogió Bielsa en la permanente reivindicación de una figura que pasó por el mal trago de renunciar para defender su honor en medio de un escándalo y prepoteado por el entonces vicepresidente en un discurso nacional luego de que el juez Daniel Rafecas ordenara allanar su departamento en Puerto Madero. Rafecas fue invitado al acto, pero no asistió.
Tras más de una hora de discursos, en las nuevas pantallas del Aula Magna se proyectó un discurso de Righi al ser declarado profesor emérito de la Facultad de Derecho. Recordaba que dejó de ser ministro en 1973 tras sólo 49 días de gestión y que luego fue procurador durante 8 años. “Es verdad que dejé la función con estrépito, pero esta experiencia acredita una mejoría en la idoneidad para mantenerme en el cargo público”, bromeó, y minimizó el escándalo que generó su salida y el malestar entre viejos peronistas que se molestaron por la falta de respaldo de la entonces presidenta Cristina Fernández. Sobre una pantalla vertical se veía el rostro de Righi y en la otra, el de Fernández, que ya mostraba señales de emoción. “Los acontecimientos han mostrado de qué lado estaba la verdad en los acontecimientos que me han tenido como protagonista”, se vio y oyó a Righi, mientras el auditorio aplaudía de pie. Sobre el estrado todos siguieron sentados hasta que el candidato a presidente se puso de pie para aplaudir. Lo siguieron Bacigalupo, Bielsa, Arslanian y Stella Maris Martínez.
La llegada de Alberto Fernández había sido recibida afuera con bombos y platillos por no docentes de Económicas y adentro por aplausos en silencio hasta que, como un rumor, muchos le cantaron a media voz “a volver, a volver, vamos a volver”.
Sin papeles en el atril, Fernández recordó a su amigo al que nunca tuteó ni llamó Bebe sino hasta después de su muerte el 5 de marzo de este año. Fue ese día cuando Cristina Kirchner sorprendió al despedirlo públicamente y contar en las redes sociales que se habían reencontrado en mayo de 2018.
Tres veces se quebró el candidato a presidente al nombrarlo. Tal vez por lo que significó personalmente o por el injusto desencuentro político con su compañera de fórmula. Eran amigos y, según reveló Alberto Fernández, “aprendí mucho de él”. De hecho, sintió mucho su pérdida en marzo, tras lo cual perdió también a su madre, de quien ha dicho en privado que le gustaría que lo viera hoy, candidato a presidente.
Cuando se recompuso, dejó varios lineamientos políticos, señales al Poder Judicial y muchos gestos a favor de su amigo. Lo escuchaban atentamente Ana María García, viuda de Righi, y los hijos de Righi. También Fabián Musso, a quien destacó Fernández en su discurso después de decir que “uno de los mayores logros personales en mi vida es la reivindicación que tuvo Righi ese día" en referencia a la charla que compartió a solas con Cristina. Musso también tuvo que defenderse de las denuncias de Boudou que lo apuntó como operador en su contra desde el estudio de Righi, por lo que su mención en el Aula Magna pareció una señal.
Fernández recordó aquel mismo discurso a los policías federales. “Es enorme, hicieron falta 30.000 desaparecidos, miles de muertos y miles de exiliados para que esto se vuelva un lenguaje habitual en la Argentina”, contó que le respondió a Righi cuando le pidió su opinión sobre unas fotocopias que resultaron ser el texto de aquel discurso.
Entonces, ya con traje de candidato, prometió “honrar" los valores de su amigo y pidió terminar con “la locura”. “Tenemos que parar con la locura. Esteban decía siempre que el derecho penal no era un conjunto de normas que le pone límites al Estado. Somos todos libres y le decimos al Estado cuánto puede castigarnos. En la República la libertad es la regla y la excepción es el castigo, pero no al revés”, siguió su discurso en un tono menos eufórico que en los actos políticos.
Volvió a quebrarse cuando deseó que “ojalá haya muchos alumnos que tomen el ejemplo de Esteban Righi”, y contó varias anécdotas de sus discusiones en temas de derecho y anécdotas para mostrar la equidad de su amigo con quien escribió libros en coautoría. “Profesor, nosotros estamos para evaluar cuánto saben los alumnos, no para que ellos sepan cuánto sabemos nosotros”, recordó las palabras de Righi a otro profesor que en una mesa de examen atosigó a una alumna.
También apuntó a fiscales y jueces al señalar que “hay fiscales que aparecen arrepentidos en algunas causas y rebeldes”. “Esto con Esteban no pasaba”, criticó el presente antes de referirse a la renuncia de su amigo y reprochar ausentes en el homenaje, como sus adjuntos a quienes no mencionó (el juez Julián Ercolini, uno de ellos).
En la primera fila, en lugar central, estuvo la familia del ex procurador. Y también Olmos, que invitó al candidato a jefe de Gobierno porteño del Frente de Todos, Matías Lammens, graduado como abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires aunque no tuvo a Righi como profesor. También en lugar central en la primera fila, como en la previa en el foyer, estuvo la ex secretaria de Justicia, su amiga y socia Marcela Losardo, cuyo nombre se menciona para el Ministerio de Justicia o la Secretaría Legal y Técnica, y un poco más atrás su también amigo Julio Vitobello, ex titular de la Oficina Anticorrupción.
Hubo varios integrantes de las listas de diputados nacionales y legisladores porteños, como el ex embajador ante el Vaticano Eduardo Valdés; la presidenta de la Auditoría de la Ciudad, Cecilia Segura, y Claudia Neira, primera en la lista de legisladores. También estuvieron el apoderado del PJ, Jorge Landau; el abogado laboralista y ex presidente de los diputados K, Héctor Recalde, junto a su hijo el legislador y candidato a senador Mariano Recalde; Gabriel Fuks y la radical María José Lubertino. De pie, al fondo del Aula, se quedó Miguel Peirano, ex ministro de Economía y Producción.
De la familia judicial, se vio al juez de Casación Alejandro Slokar; al juez Mariano Borinsky, presidente de la Comisión Reformadora del Código Penal; a Cristina Camaño, presidenta de Justicia Legítima; a la ex jueza María Roqueta, ex presidenta del Tribunal Oral que juzgó a Jorge Rafael Videla, entre otros, por el juicio por el robo de bebés; y al juez porteño Roberto Gallardo. En primera fila a un costado se sentaron Carlos Beraldi, abogado de Cristina Fernández; Maximiliano Rusconi, abogado de Julio de Vido, y el ex juez y abogado Daniel Llermanos. Por la Universidad de Buenos Aires estuvo su rector, Alberto Barbieri.
Cuando terminó el acto Fernández, que llegó junto a Santiago Cafiero y Juan Pablo Biondi, fue llevado al hall donde agrupaciones estudiantiles lo esperaban con un escenario. Tomó el micrófono y mientras lo vivaban pidió disculpas y prometió regresar, porque aclaró que había ido a la Facultad al homenaje a Righi. Fue de todos modos un contacto caliente con la militancia antes de volver a México 337, donde lo aguardaban el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, y una treintena de intendentes cordobeses.
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