Alfredo Cornejo tuvo razón desde el comienzo. Tenía que tomar distancia de Mauricio Macri y provincializar la campaña en el distrito que gobierna desde el 2015, donde tiene cifras de aprobación cercanas al 60 por ciento como dirigente y por su capacidad de gestión. Su delfín, Rodolfo Suárez, igualmente valorado como intendente de Mendoza, logró una diferencia histórica en la provincia, superando ampliamente a los candidatos que lo precedieron en las anteriores elecciones a la gobernación desde 1983.
No solo eso, en algunas localidades, como Guaymallén (considerada “La Matanza” mendocina), Cambia Mendoza obtuvo una diferencia de más de 20 puntos. Y en algunas ciudades, como Maipú, gobernada por el peronista Alejandro Bermejo (bien valorado no solo en su ciudad, sino en toda la provincia), el candidato radical esperaba el batacazo, ganando ese municipio que está en manos del peronismo desde hace más de 20 años. Algo similar se especulaba respecto de San Rafael, cuya intendencia ya fue ganada por el peronismo, pero contabilizados 70 por ciento de los votos, Suárez ganaba la candidatura a gobernador por dos puntos frente a Anabel Fernández Sagasti.
La candidata del Frente Elegí, que sorprendió ganando a Bermejo en las PASO del peronismo (aunque por poca diferencia), cambió radicalmente su campaña. Hasta el 9 de junio, se mostró con Cristina. Y desde el 11 de agosto, cuando Alberto Fernández ganó las primarias a escala nacional, y también por tres puntos en Mendoza, se posicionó junto a su imagen, desplegando una estrategia de nacionalización que parecía haberle dado resultado, sobre todo en el último tramo de la campaña.
Sin embargo, los mendocinos no se dejaron seducir por los cantos de la sirena kirchnerista. En efecto, la senadora Sagasti se “vidalizó” en la conservadora Mendoza, mostró un equipo renovado y moderno, evitó la agenda de género y en ningún momento recordó que estaba a favor del aborto, prometió continuidad con las políticas de Cornejo valoradas positivamente por la población y dijo algo más que razonable, que a la provincia le iría mejor si tenía sintonía con el signo político de la Nación.
Pero nada de esto le alcanzó. Los mendocinos no le creyeron y votaron a la coalición política que, notoriamente, cambió Mendoza, con obras, ordenamiento en materia de seguridad, salto en la calidad de la educación pública y salud, presionando a los sindicalistas -que solo pensaban en huelgas como método de lucha-, y promoción del turismo, entre distintas estrategias para atraer la inversión.
El talento de la campaña de Cambia Mendoza fue notable por esa capacidad que tuvo de diferenciar los resultados macroeconómicos de Juntos por el Cambio de la microeconomía local. “Vote a favor de Mendoza”, fue el eslogan central, que llegó no solo donde ya venían gobernando Cornejo y los intendentes de Cambiemos, sino también cantidad de municipios gestionados por el peronismo hace décadas. Es que en todos los rincones de la provincia, los electores quieren sumarse a la buena gestión, transparente, ordenada y moderna, abierta al mundo, lista para subirse a la ola del crecimiento nacional, cuando éste finalmente se verifique.
“Alfredo Cornejo es el mejor gobernador de la Argentina”, dijo -apenas conocido el triunfo- el candidato a senador Martín Lousteau, un dirigente radical que tiene una estrecha relación política con el mendocino, con quien conversó largamente sobre las dificultades de la Argentina para salir del lodo que lleva décadas.
Pero Cornejo, además, es un estratega, un político profesional que hace más de 20 años diseñó junto al por entonces jefe de gabinete, Alberto Fernández, el llamado “radicalismo K”, que llevó a Julio Cobos desde la gobernación mendocina a la vicepresidencia de la Nación (“Cristina, Julio y vos”) y a cantidad de radicales a acoplarse a la gestión K.
En Casa Rosada, allegados a Macri estaban convencidos de que Cornejo estaba dispuesto a repetir ese camino. Pero el todavía gobernador de Mendoza tiene esta vez otros planes, que no son precisamente junto al peronismo, sino para fortalecer Cambiemos aún en la derrota nacional, para construir una opción competitiva en el 2023, si los resultados no le sonríen a Macri.
Antes de que se conocieran las cifras oficiales, el Presidente llamó a Suárez para felicitarlo. La victoria contundente de Cambia Mendoza fue una muy buena noticia para él, aunque no le debe haber sido sencillo aceptar la provincialización de la campaña. Nobleza obliga, Cornejo, el todavía gobernador mendocino, varias veces le pidió a María Eugenia Vidal que desdoblara, incluso delante de Macri. Hasta la llamó por teléfono, intentando convencerla. Pero no lo logró. “Siempre terminó haciendo lo que dijeron Mauricio y Marcos”, suele quejarse entre amigos.
La fenomenal diferencia coloca a Cornejo en un lugar excepcional para competir como primer candidato a diputado nacional en las elecciones nacionales del 27 de octubre. En las PASO perdió por dos puntos y, ahora, espera ganar e impulsar a Macri, que perdió por tres puntos frente a Fernández.
Si lo logra, Cornejo no solo entrará por la puerta grande a la Cámara de Diputados. Ganando Macri o perdiendo, va a intentar que el radicalismo adquiera un nuevo protagonismo en Cambiemos, una coalición que está decidido a fortalecer, más allá de cualquier coyuntura.