“Amar las cicatrices del último de la fila, llenar de negros el Estado, amar a las doñas de los barrios”, es la identidad de los movimientos sociales según las propias palabras de referentes y militantes. Al menos así lo relata Francisco Longa en su libro Historia del Movimiento Evita -La organización social que entró al Estado sin abandonar la calle- donde analiza cómo conviven en su interior la militancia barrial y los políticos profesionales; las contradicciones de haber sido fuerza de reclamo y a la vez parte del gobierno kirchnerista al que le exigían medidas; el rol opo-oficialista de ciertos grupos piqueteros con Mauricio Macri, y el debate interno entre la postura combativa y la dialoguista.
Longa es politólogo, magíster en Investigación Social y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Una década de militancia barrial en localidades del conurbano bonaerense con el Frente Darío Santillán significó la experiencia necesaria como trabajo de campo para la publicación de numerosos artículos sobre grupos piqueteros. En tiempos de endurecimiento de la postura de las organizaciones sociales, Longa habla con Infobae sobre la falta de presencia del Estado en los barrios más vulnerables, analiza las negociaciones entre el Gobierno y los referentes de los movimientos y vaticina que en el caso de que el Frente de Todos gane las elecciones “es probable que muchos piqueteros vuelvan al gobierno”.
-¿Cree que el vacío de poder que experimenta el Gobierno tras las PASO provocó un cambio en la relación con los movimientos sociales?
-Argentina en general vive un contexto de incertidumbre, de agudización de los indices socioeconómicos, una incertidumbre financiera que impacta directamente en el humor social. Cuando se combinan esas variables van drenando en el humor de todos los sectores de la sociedad; y, justamente, el sector que representan las organizaciones sociales es el más vulnerable, más sensible a los problemas económicos. En el último mes asistimos a una visibilización de una situación que por abajo es cada vez mas precaria, mas inestable. Entonces las agendas se van intercalando: la del hambre, la de las necesidades y la electoral, construyen una relación compleja que se tradujo en movilizaciones, acampes, convocatorias a paros nacionales.
-Desde el Gobierno calificaron los cortes de calle de “extorsivos”, dicen ‘nosotros financiamos a las organizaciones sociales y estas responden con manifestaciones e intransigencia a la hora de negociar...’
-Si uno analiza la narrativa de la mayoría de los gobiernos cuando enfrentan manifestaciones en su contra va a encontrar este tipo de descalificativos. Es una narrativa de manual, es cierto que han tenido mayor recurrencia a las calles, y de tono contenciosa, no son solo manifestaciones que transcurren por el centro de Buenos Aires, a veces incluye permanencia, bloqueos de calles, acampe y eso va teniendo más niveles de confrontación. Si uno presta atención a los reclamos que hay detrás de la agenda de la protesta social, son reclamos que difícilmente alguien pudiera decir que son ilegítimos, ni siquiera el propio gobierno se anima a tanto.
-Pero si desde Gobierno pusieron en tela de juicio la situación del hambre...
-Es cierto, sobre todo Miguel Ángel Pichetto salió a relativizar las situaciones de hambre, poniéndose en un lugar complicado, ni el núcleo duro de los históricos del gobierno se animaron a tanto. Pero eso a veces pasa, es común que en la dinámica política los conversos de último momento suelen asumir las posiciones más radicales, entonces hoy Pichetto es más defensor del Gobierno que los macristas de la primera hora.
-El financiamiento de los grupos piqueteros es un tema de debate, pero ¿es necesario que sean los movimientos sociales quienes administren la distribución de los planes para la gente que realmente lo necesita?
-Es un tema complejo y polémico. En el libro que acabo de publicar lo trabajo a fondo respecto de lo que pasó durante los años kirchneristas porque se construyó sobre esto mitos, juicios e ideas. Sobre los recursos se han construido todo tipo de fábulas y estigmatizaciones. En base a lo que analicé, contrariamente a la idea de lo que se suele pensar, los movimientos sociales durante el kirchnerismo no accedieron a enorme cantidades de recursos. Lo que en la jerga política se llama “los fierros”, es decir los recursos de envergadura, tener una billetera fluida, no estuvo en las manos de los movimientos sociales, ni tampoco accedieron a recursos políticos de envergadura. En 12 años de gobierno kirchnerista no hubo un solo ministro que proviniera de los movimientos sociales y en el parlamento tuvieron cargos menores. Si accedieron a subsecretarías, dependencias ministeriales de menor rango y por supuesto que tuvieron a cargo programas y responsabilidades pero no tantos recursos como se suele creer.
Con respecto a la actualidad hay algo que la gente no logra captar: cómo es la configuración y la vida en los márgenes, en las barriadas populares. Actualmente existen en algunos barrios populares la imposibilidad del Estado por hacer efectivos algunos derechos, en muchos casos los movimientos populares terminan efectivizando en el territorio las políticas públicas, casi de te diría que a veces los gobiernos necesitan de los movimientos para penetrar en los territorios, sino no llegan.
Un funcionario de Cambiemos, que está a cargo de implementar políticas públicas en barrios populares me decía: “A mi me sirve más trabajar en un barrio que tiene organizaciones sociales que en un barrio que no las tiene, yo puedo implementar mejor un plan de viviendas cuando hay piqueteros, movimientos sociales, porque eso me ordena la representatividad”. La gente suele pensar que los movimientos sociales son solo eso que ven una vez cada 10, 15 días en las calles protestando y yo siempre propongo pensar lo siguiente: ustedes ven la movilización un jueves en el Obelisco, pero ¿qué pasa de viernes a miércoles con esos movimientos? ¿dónde están?, en muchos casos atendiendo las necesidades más angustiantes. Si las organizaciones sociales no estuvieran esta crisis sería mucho peor.
-¿Pero el método de reclamo de corte de calle es el único que tienen para conquistar derechos?
-Las organizaciones sociales despliegan un abanico muy amplio de estrategias para demostrar su poder como cualquier actor político, y para obtener reivindicaciones para sus bases. Por ejemplo, la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) se plantea como el gremio de los excluidos, como la CGT de los que no tienen empleo registrado, entonces como todo gremio tienen que lograr beneficios para sus bases porque hay delegados y asambleas que cuando vuelven a sus asambleas de base en los barrios la gente los interpela y les dice: “¿Qué ganaron para nosotros?, ¿aumentos de salarios para nuestras cooperativas, maquinarias para mejorar nuestros emprendimientos productivos?”, y esos dirigentes tienen presiones de las bases que a veces se termina traduciendo en el corte de calle pero antes hay innumerables reuniones y negociaciones. En general cuando nosotros vemos una movilización de calle estamos viendo la punta del iceberg y lo que hay detrás es una serie de negociaciones previas fallidas, en muchos casos responsabilidad de las autoridades que no atendieron esos reclamos.
También se ven movilizaciones con distintas agendas, algunos más contemplativos y otros más radicales; Hay diferentes organizaciones y cada una tiene su método. En el Movimiento Evita que yo estudié se ve negociación, diálogo, confrontación, lucha, crítica, rosca política de la clásica, conviven delegados barriales con políticos profesionales, diputados nacionales con doñas y dones de los barrios que cocinan la olla todos los días para darle de comer a los chicos. Este sector nos guste o no nos guste llegó para quedarse en la Argentina. Las organizaciones sociales van a seguir existiendo por muchos años porque la economía de nuestro país no puede darle en este momento lugar en el empleo formal a este 35% de la gente que cobra por una cooperativa, tiene una changa, o hace trabajos en negro.
-Más allá de las diferencias políticas, el kirchnerismo y Cambiemos tuvieron oposición de ciertos grupos de movimientos sociales pese a mantener los planes de asistencia. Si “llegaron para quedarse”, ¿significa que seguirá habiendo cortes y movilizaciones más allá de cualquier gobierno que asuma en los próximos años?
-Los movimientos sociales tienen una agenda que trasciende a los distintos gobiernos, es la agenda que le marcan sus bases sociales y la agenda que le marca la necesidad de un sector que padece como ningún otro la crisis económica. Es probable que en el marco de cualquier gobierno la protesta social continúe. Lo que va a definir qué grado de radicalidad o de dramatismo asuma la protesta social va a ser el arte de la negociación y de la voluntad política.
Las protestas sociales desde el 2001 nunca cesaron pero hubo momentos de baja y de alza, y esos momentos de baja estuvieron siempre asociados con mejoramiento de los índices socioeconómicos, y apertura, diálogo, y canalización de las demandas de los sectores populares. Si el próximo gobierno se abre al diálogo, canaliza las demandas y mejora las variables socioeconómicas es probable que las movilizaciones se reduzcan sensiblemente.
-¿Las últimas manifestaciones, los acampes, son también un llamado de atención para Alberto Fernández?
-Es curioso, un miércoles a la noche desde Tucumán, Alberto Fernández dijo que no era momento de salir a la calle y al otro día todas las organizaciones sociales salieron a la calle, incluso las que están enroladas políticamente en el Frente de Todos. Esto nos habla de la relación entre líderes y masas, candidatos y organizaciones, que a veces tendemos a pensarlas de una manera muy lineal, es decir, si una organización apoya la candidatura de Alberto Fernández sacamos la cuenta y decimos va a hacer lo que él diga, pero estamos viendo que no es todo así. Las organizaciones sociales tienen sus referentes, sus demandas, a veces tensan la negociación y esto es como el tango: se baila de a dos. Si eso ocurre con las organizaciones que reconocen la candidatura de Fernández, imaginate lo que pueda ocurrir con las que están enroladas en vertientes más de izquierda que además impugnan su candidatura. Es de esperar que esas organizaciones permanezcan y mantengan su agenda de calle. Seguramente vamos a seguir viendo movilizaciones y protestas, y va a depender de cómo marche la economía, de la apertura al diálogo de éste gobierno y del que vendrá, y de las decisiones que tomen los dirigentes de estas organizaciones.
-En tu libro planteas que Néstor Kirchner le abrió las puertas a la gestión estatal a los movimientos sociales a cambio de apoyo para su gobierno, ¿Percibís que Fernández plantea una estrategia similar al incluir a las organizaciones sociales dentro de un plan de gobierno?
-Es probable, Alberto Fernández ya está construyendo un marco de alianzas que incluye a parte importante de las organizaciones sociales. Fernández intentará hacerlo de la misma manera que lo hizo Kirchner pero con diferencias, no se trataba de una adhesión política al gobierno, pero también de la manera en que el gobierno de Cambiemos intentó hacerlo, tal vez por necesidad y no por deseo o por coincidencia política, pero las fluidas negociaciones que ha tenido Cambiemos con las organizaciones sociales también tuvieron que ver con garantizar la gobernabilidad porque hoy estos sectores expresan un poder político de calle que no se puede soslayar. El mundo de la economía popular junto con el movimiento de mujeres y de las disidencias sexuales son los más dinámicos, los que hoy pueden ganar la calle, plantear demandas, hacerlo con creatividad, y generar hechos políticos como ningún otro sector en nuestro país. El sindicalismo que tiene la estructura y la fuerza no lo hace como estos sectores. Es probable que Fernández, que es un político muy avezado en la gimnasia de la seducción y del diálogo tenga la cintura política para incorporar a estos movimientos a su próximo gobierno y tal vez con eso mermar la agenda del conflicto de calle.
Sin embargo, mucha gente dice “el 10 de diciembre, si gana el Frente de Todos, probablemente muchos de estos piqueteros vuelvan al gobierno”, probablemente eso ocurra. Lo que a mí me preocupa es que no tengamos un balance fidedigno de lo que ocurrió cuando esas organizaciones ya estuvieron en un gobierno. Eso ocurrió durante los 12 años kirchneristas; no es cierto que estas organizaciones sean solamente soldados y obedientes del presidente, muchas veces son díscolas y plantean demandas. Hoy en los territorios los movimientos le garantizan una maya de penetración al Estado que muchas veces efectiviza políticas públicas. La gente se queda en la mirada impresionista del corte de calle, lo que no observa porque no conoce es que día tras día si hay chicos que en el fondo de una barriada pueden tener su DNI por primera vez, y tal vez son adolescentes, si hay señoras que hoy pueden estar terminando la secundaria con 55, 60 años, a las cuales el Estado nunca les garantizo la educación, si hay personas que hoy tienen un plato de comida en esta situación tan difícil, en muchos casos es gracias a estas organizaciones. Esto no constituye a mi juicio una mirada romántica, quien lea Historia del Movimiento Evita no va a encontrar una mirada ni celebratoria, ni contemplativa, tampoco condenatoria a priori ni prejuiciosa, va a encontrar datos, investigación, análisis, datos concretos que muestran como las organizaciones tienen contradicciones, alcanzan objetivos, sufren reveses, pero durante gran parte de su vida diaria están garantizando derechos que debería garantizar el Estado, por eso muchas veces el Estado no tiene la legitimidad política y moral para contener algunas protestas. He estado en muchísimas negociaciones entre organizaciones y gobierno y los movimientos le ganaban el debate político a los funcionarios, decían: “Bueno, nosotros estamos haciendo en los sectores mas castigados de la sociedad lo que ustedes no están haciendo, cómo nos van a decir que abandonemos la calle porque queremos pizarrones para nuestras escuelas, un proyector para equipar con una sala audiovisual una escuela que nosotros pusimos donde el Estado no la puso”. Cuando las organizaciones le dicen esto a los funcionarios, te aseguro que los funcionarios agachan la cabeza.