Emilio Monzó era mucho más pesimista que Mauricio Macri, su jefe de ministros y el resto del entorno presidencial.
Según sus colaboradores, pronosticaba horas antes de las elecciones primarias que la diferencia en favor de Alberto Fernández sería de unos 8 puntos. Marcos Peña, Fernando de Andreis, Jaime Durán Barba y el elenco estable que entorna a Mauricio Macri en Olivos auguraban incluso el mismísimo mediodía del domingo 11 de agosto que había un empate técnico. Fueron poco más de 15 puntos.
Monzó fue un protagonista central del armado electoral con el que Macri llegó a la Presidencia. Medió en las largas negociaciones que terminaron con un acuerdo entre el Presidente y Elisa Carrió, entre mediados del 2014 y los inicios del 2015. Y en la alianza sellada entre el PRO y la UCR.
Y cuando Cambiemos ganó, pidió ampliar la base de sustentación política. Nunca le hicieron caso. Perdió la discusión interna con Peña. En público y en privado. Y con Macri. Una y otra vez.
Ahora, el presidente de la Cámara baja empezó a ordenar los papeles del Congreso, a negociar los últimos acuerdos parlamentarios con el PJ antes de dejar su lugar y a conversar de a poco la transición con su amigo Sergio Massa, su sucesor si es que el candidato presidencial del Frente de Todos confirma en octubre su triunfo de agosto.
Cuatro años después de que Macri y Carrió ultimaran en el living de su departamento el acuerdo que publicitaron con una foto en los parques de Palermo, en febrero del 2015, el titular de Diputados se mueve con mucha más comodidad en rondas de café con los dirigentes del PJ y del kirchnerismo que con los del Gobierno.
La semana pasada, el diputado almorzó un largo rato con Horacio Rodríguez Larreta en una concurrida parrilla de Retiro, un ritual que repite con frecuencia no solo con el jefe de Gobierno. También con Martín Lousteau. Con Massa. Y con varios más.
Alejado desde hace rato de las principales decisiones de gobierno, Monzó dio vuelta la página. “Es la hora de los moderados”, dicen sus colaboradores en contraposición con la grieta que, según ellos, moldeó el Gobierno en estos años.
Esos colaboradores dan cuenta de que está obsesionado de hecho con esa palabra: “moderados”. Tanto la repitió que hubo un dirigente que le confió a este medio que le regaló una hoja con decenas de acepciones de la palabra “moderación”. Monzó la dobló y la guardó en el bolsillo de su saco.
Más allá del resultado de octubre, el diputado trabaja para después de diciembre. En la construcción de un espacio que, en principio, podría incluir a Rodríguez Larreta -pendiente de su reelección-, Lousteau, Rogelio Frigerio o Juan Manuel Urtubey. Incluso a María Eugenia Vidal, a pesar de que el vínculo con la gobernadora está definitivamente quebrado. Monzó y los dirigentes que le responden nunca le van a perdonar que haya “alambrado” la Provincia. Y que no los hayan dejado hacer política en territorio bonaerense.
Es más. En el círculo de confianza del diputado están convencidos de que la derrota en provincia de Buenos Aires no es solo culpa de la estrategia pergeñada por Peña y la Casa Rosada, como se facturan internamente entre ambas administraciones: creen que Vidal y su mano derecha, Federico Salvai, son corresponsables. Por acción u omisión.
En los últimos tiempos, Monzó estrechó, por el contrario, relaciones con algunos de los principales dirigentes del PJ y del kirchnerismo, además de Massa.
Con Máximo Kirchner se respetan mutuamente. Y hablan con fluidez. El titular de Diputados lo considera un colega laborioso.
Con Axel Kicillof no tiene diálogo recurrente, pero hay un vínculo más que cordial.
Con Agustín Rossi, el presidente del bloque K de Diputados, las conversaciones son moneda corriente.
Con Alberto Fernández se conocen desde hace años, aunque no tienen una relación de amistad. Sí hubo intercambios telefónicos antes y después de las PASO. Y hasta circuló una versión de un encuentro entre ambos que en las oficinas de la calle México del candidato a presidente desmienten, y que en el entorno del diputado no afirman ni desmienten.
Es que, en privado, según pudo reconstruir este medio, el propio Monzó no pudo, y no quiso, desmentir o confirmar un eventual acuerdo político con el ex jefe de Gabinete si efectivamente llega a la Presidencia.
Por lo pronto, espera la vuelta de Nicolás Massot, de licencia por su viaje a la Universidad de Yale, en New Haven, Estados Unidos, donde cursa una maestría en Relaciones Internacionales. Tienen previsto montar una consultora juntos.
Massot, del riñón del titular de Diputados junto a Sebastián García de Luca -viceministro del Interior- y los legisladores bonaerenses Marcelo Dalleto y Guillermo Bardón -Silvia Lospennato hace equilibrio-, entre otros, se dio el gusto de pedirle a Peña una autocrítica en la sesión informativa del jefe de Ministros de abril pasado. En la antesala de la elección de Córdoba, que terminó de dinamitar las relaciones internas: días después del triunfo de Juan Schiaretti, Carrió, aliada de Peña, cruzó a Massot en un pasillo del Parlamento. Le dijo “hijo de puta” más de una vez frente a una docena de asesores.
El último tuit del diputado en licencia, desde Yale, fue el 26 de agosto pasado, dos semanas después de las PASO: comparó a Durán Barba con el Manosanta, el sketch de TV de Alberto Olmedo en el que simulaba un falso pastor que predecía el futuro.
En la “mesa de los moderados” en la que Monzó se imagina como armador no hay lugar para Carrió, que después del 10 de diciembre liderará un bloque de unos 14 diputados. Es una incógnita, en ese sentido, cuál será el futuro del bloque opositor en la Cámara baja si Fernández al final se convierte en presidente. ¿Qué rol tendrá la líder de la Coalición Cívica, que parece haber dejado de lado la idea de jubilarse, cómo había empezado a insinuar? ¿Quién conducirá el bloque? ¿Qué hará García de Luca, que, con el resultado de las primarias, será diputado a partir de diciembre? “Sebastián es peronista”, explican cerca de Monzó.
Monzó insistió desde el 2015 en que había que ampliar la base de sustentación política de Cambiemos. En noviembre del 2016, durante una entrevista, hizo pública su discusión interna. “Durán Barba tiene muy poca idea, casi nada, de la realidad política argentina”, disparó. Desde ese momento, su vínculo con el Gobierno se deterioró de a poco, con algunas intermitencias en su relación personal con Macri.
El fin de semana se cruzaron en el casamiento del hijo de Nicolás Caputo, el más íntimo de los amigos del Presidente, en territorio bonaerense. Hubo un festival impactante de fuegos artificiales.
En el verano, el nexo se había terminado de quebrar por completo. Hubo discusiones muy subidas de tono en Olivos con Peña. En paralelo, Monzó amasó y afianzó sus relaciones con el PJ. Tiene expectativas por lo que viene.
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