Mauricio Macri aterrizó esta mañana en el Aeroparque Metropolitano después de cumplir una apretada agenda política en Nueva York que implicó su inesperado contacto con las autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI), un almuerzo informal con sus colegas en las Naciones Unidas, el encuentro institucional con Michelle Bachelet, la defensa de sus relaciones exteriores en la Asamblea General de la ONU y un fugaz contacto con Donald Trump que ofició de anfitrión en un cóctel protocolar servido con esmero en el hotel Palace.
Urgido por la campaña electoral que inicia este sábado en las Barrancas de Belgrano, Macri diseñó su viaje a Nueva York sin bilaterales con jefes de Estado ni reuniones con banqueros e inversores que apostaron por su desvencijado plan económico. El presidente desea su reelección y sacrificó una agenda con glamour diplomático para empujar durante 30 días un sueño político y personal que pesa una cifra infinita.
Antes de cumplir su agenda diplomática, Macri se reunió con Hernán Lacunza para analizar las estrategia que su ministro de Hacienda junto a Guido Sandleris, titular del Banco Central, iban a ejecutar frente a David Lipton, director interino del FMI, y Alejandro Werner, director del Hemisferio Occidental del Fondo.
Macri, Lacunza y Sandleris exigen que el FMI desembolse los 5.400 millones de dólares que están previstos en el Standby Agreement que hace un año firmó Nicolás Dujovne con Christine Lagarde. Lipton y Werner ratifican que ese acuerdo está vigente, pero a continuación agregan que la situación política en Argentina cambió y que es mejor aguardar los resultados de las elecciones del 27 de octubre.
En este contexto, la confrontación -diplomática, tácita, innombrable- apareció durante la reunión que ambas partes compartieron en la sede de la representación de la Argentina ante las Naciones Unidas. Macri “pasó a saludar", pero en rigor su presencia en el cónclave fue un mensaje clave para Lipton y Werner: Lacunza y Sandleris no están abandonados a su suerte, y el presidente cree que gana los comicios y que el FMI debe cumplir cuanto antes con el desembolso de los 5.400 millones de dólares.
Lipton y Werner vieron a decenas de jefes de Estado fatigar las diagonales nombradas con letras en Washington. Estos curtidos funcionarios del FMI descodificaron el mensaje político de Macri y decidieron que una delegación técnica de Hacienda parta de Ezeiza rumbo a DC para llegar el 15 de octubre. La comitiva será liderada por Lacunza y solo tendrá un sentido de realpolitik frente a los reclamos del presidente: abrir una instancia de supuesta negociación para liberar los 5.400 millones de dólares.
Macri, Lacunza, Sandleris, Lipton y Werner saben que esos fondos solo llegarán después de los comicios del 27 de octubre, cuando se conozca si Macri continúa en la Casa Rosada o Alberto Fernández es su sucesor presidencial. Antes de esa fecha clave para la democracia argentina, solo es un juego de humo y espejos.
El presidente saludó a Lipton y Werner, bajó en ascensor hasta la Segunda Avenida, cruzó la calle e ingresó por la puerta principal del histórico edificio de las Naciones Unidas. Su secretario general, Antonio Gutierres, lo invitó a almorzar en la Sala de Delegados Norte, adonde fueron llegando otros jefes de Estado que tenían horario fijado para su discurso en la Asamblea General de la ONU.
Macri pasó una hora distendido en el almuerzo diplomático y a continuación se encontró con Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la Derechos Humanos de la ONU. Bachelet fue responsable de una investigación oficial que confirmó las atrocidades cometidas por el régimen populista de Nicolás Maduro.
Macri denunció a Maduro desde que llegó a Balcarce 50 y otorgó visibilidad a la investigación de Bachelet cuando fue revelada a los medios de comunicación. Pese a sus diferencias ideológicas, Macri y Bachelet coincidieron en la necesidad de abrir una transición democrática en Venezuela.
Cuando terminó el encuentro con Bachelet, el presidente se dirigió al recinto de la ONU para hablar en la Asamblea General. Macri defendió su política exterior, reclamó a Irán por los ataques terroristas contra la Embajada de Israel y la AMIA, reiteró su apoyo al acuerdo Climático de París y ratificó los derechos soberanos de la Argentina respecto a las Islas Malvinas.
Macri llegó al recinto de sesiones acompañado por el canciller Jorge Faurie, el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, el vocero presidencial Iván Pavlovsky, el embajador ante la ONU, Martín García Moritán, y el ministro Lacunza. El presidente habló 15 minutos y no se corrió un centímetro de la agenda internacional que aplicó en sus cuatro años de mandato.
El Presidente finalizó su discurso, subió a su auto oficial y fue directo hasta el hotel Palace, adonde lo esperaba Trump junto a su esposa Melanie. El presidente de los Estados Unidos era anfitrión de un cóctel oficial ofrecido a los jefes de Estado que habían llegado a Manhattan para participar en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Macri cumplió con el protocolo y enfiló hacia el aeropuerto de Teterboro, a 20 kilómetros del Central Park. El presidente abordó su vuelo privado antes que dieran las 12 de la noche en Nueva York. Llegó a Buenos Aires a la mañana, y se refugió un rato en la quinta de Olivos, antes de compartir un acto de campaña con María Eugenia Vidal en Florencio Varela.
Macri cuenta las horas para su propio acto en las Barrancas de Belgrano, adonde iniciará un raid electoral que ejecutará en treinta días para visitar 30 ciudades.
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