Alberto Fernández, dicen, sólo reitera lo que venía diciendo desde antes de las PASO cuando habla del FMI y de un default virtual. La diferencia sustancial es que ahora lo afirma parado sobre un enorme triunfo electoral, colocado como centro de la política y en declaraciones a The Wall Street Journal. Mensaje y simbología de alto impacto.
El Gobierno, junto a formales reclamos de responsabilidad, dispone y deja trascender más medidas para tratar de contener el dólar. El punto es que ninguna respuesta técnica parece suficiente sin sustento político sólido y eso superaría largamente el poder actual.
La jornada financiera de ayer fue otra vez sombría y angustiante. Después de las medidas anunciada por Hernán Lacunza, en especial para aliviar la presión de los vencimientos de corto plazo, una circular del Banco Central dio cuenta de la necesidad de limitar giros de los bancos para mantener la respuesta a la demanda de dólares que provoca el retiro de los ahorristas. Eso, en un contexto de versiones sobre controles o disposiciones parecidas para ellos.
En el oficialismo, sólo el enojo con las declaraciones de Alberto Fernández relegaban anoche a un segundo lugar las frases fuertes para descalificar a Julio Cobos. El senador radical había sugerido que si fracasaba el actual paquete, quizás no quedaría otro camino que el control de cambios. Otro síntoma de la gravedad del cuadro y del peso de cada palabra en momentos de tensión extrema y enorme circulación de rumores.
Por supuesto, la cuestión central es el candidato peronista. En pocos días quedó sepultada la consideración –nunca compartida por todos en el oficialismo- que buscaba explicar algunas definiciones de Alberto Fernández, agigantadas después de las primarias, como fruto de falta de calibre propio. Preferían valorar la voluntad posterior de evitar las llamas o, al menos, de no aparecer regando combustible, según era difundido desde sus oficinas. El ejemplo más usado fue su propia exposición para desmontar la idea del impulso a un default y reestructuración de la deuda.
En cambio, varios referentes oficialistas –no sólo Miguel Angel Pichetto, que lo hizo público, y legisladores de peso, además de funcionarios habitualmente cautos- creían de entrada que se trataba de un largo juego pensado a dos puntas. Esa consideración se afirmó ahora. Señalan el diálogo telefónico con Mauricio Macri y, en sentido inverso, el duro comunicado luego de la cita con el FMI, rodeada de versiones sobre vacío de poder y adelanto de elecciones. También, el silencio inicial sobre los anuncios de Lacunza, explicado como un aporte a la distensión, y las declaraciones al influyente The Wall Street Journal.
En el oficialismo, esas declaraciones fueron motivo de muchos contactos y conversaciones entre funcionarios y referentes políticos para calibrar una respuesta. Se impuso la posición tendiente a evitar polémicas y cruces duros. Y se prefirió hacer otro llamado a la responsabilidad y la prudencia, con Alberto Fernández como implícito destinatario, algo que fue expresado por un tuit presidencial y que sería un punto destacado en el encuentro de Macri con la UIA, a principios de la semana que viene.
Fernández viene reclamando especial cuidado de las reservas y el mismo mensaje transmitieron sus economistas en los contactos con Lacunza. También fue parte de conversaciones de quienes transitan puentes entre las dos costas, de manera formal e informal, con terminales en La Plata, en la jefatura de Gobierno porteño y en la UCR. "Las medidas de Lacunza, sobre todo las que estiran vencimientos cortos, van en esa dirección", se lamentaba anoche uno de esos dialoguistas.
Las tensiones de ayer también proyectaron sombras sobre el capítulo legislativo. Allí debe llegar el proyecto sobre la extensión de plazos de la deuda bajo normas locales, algo que, según dejan trascender oficialistas y fuentes del PJ, no necesariamente debería cumplir ese trámite. Hay quienes opinan lo contrario, pero en cualquier caso se trataría de habilitar el ámbito legislativo para buscar un consenso mínimo y, dato no menor, para que Lacunza exponga el miércoles ante la bicameral que se ocupa de la deuda, algo era reclamado desde el peronismo.
Existen al menos dos elementos que tornan de difícil explicación los gestos más duros de Alberto Fernández, los dos además con repercusión externa asegurada: el comunicado sobre el encuentro con el FMI y sus definiciones ante uno de los diarios más influyentes del mundo financiero.
Uno de esos elementos está asociado a la valoración de las PASO como proyección ineludible hacia octubre. Cerca del candidato del peronismo-kirchnerismo evalúan no sólo que el triunfo está virtualmente asegurado, sino que sería por un volumen muy superior. En filas del oficialismo, y aún con los cuidados del caso hacia afuera, consideran que una recuperación sería más que difícil, milagrosa.
¿Por qué en ese contexto tensar la cuerda al punto de colocar todo al borde del abismo? Al margen de rechazos personales, las especulaciones van desde una apuesta a ganar por demolición hasta las versiones más envenenadas, que creen que además sería una potente señal al frente judicial, foco de Cristina Fernández de Kirchner y su círculo más próximo. ¿Cuál sería el límite como estrategia y, más aún, hasta dónde sería manejable? ¿Cuánto podría sumar un desbarranco dramático, un quiebre institucional? Preguntas sin respuesta, reparos para quienes creen que la moderación como estrategia podría seguir sumando.
Pero hay otro elemento, que se mueve con dinámica propia y que en un sentido supera el juego político o, más aún, lo condiciona. Se trata de las reacciones de los mercados -y en atención más amplia, menos doméstica- del mundo de las finanzas, de los organismos internacionales y en especial del FMI, con Estados Unidos en primera línea. Parece claro que las reacciones externas –no únicamente el riesgo país- miden al Gobierno y cada vez más le hablan al posible sucesor.
La misma lupa estará puesta sobre el regreso de la ex presidente desde Cuba. Tiene previsto hoy en La Plata otro acto bajo las formas de presentación de su libro. Alberto Fernández tiene agendado un viaje de una semana a Madrid por razones académicas, aunque ya hubo marchas y contramarchas sobre esa ausencia. La crisis dirá.
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