Mauricio Macri enfrenta este lunes 12 de agosto con una brutal derrota electoral, el peronismo triunfante rumbo a la Casa Rosada, su gabinete de ministros meditando acerca de una renuncia colectiva y los mercados agazapados a la espera de proteger sus inversiones tras un inesperado resultado electoral que transformó al candidato a presidente del Frente de Todos, Alberto Fernández, en el político más poderoso de la Argentina.
Cónclave en Costa Salguero
Macri mantuvo en el comando electoral de Juntos por el Cambio, ubicado en Costa Salguero, una improvisada reunión de gabinete que se extendió durante sesenta minutos. Ocurrió después de haber reconocido la apabullante derrota sufrida a manos de la formula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner.
En el VIP de Costa Salguero, que estaba despojado de globos amarillos y música estridente, Marcos Peña, Miguel Ángel Pichetto, Rogelio Frigerio, Patricia Bullrich, Guillermo Dietrich, Nicolás Dujovne, Gerardo Morales, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal rodearon al presidente, que estaba devastado por un resultado que no calculó ninguna encuesta o algoritmo oficial: 47,37% a favor de Fernández-Fernández de Kirchner contra un 32,23% que sumó la fórmula Macri-Pichetto.
La reunión espontánea sirvió para esbozar la estrategia que ejecutará Macri y junto con su gabinete frente a las 24 horas más complicadas que deberá enfrentar la administración de Cambiemos desde que llegó al poder en diciembre de 2015.
El presidente, sus ministros y sus socios políticos lidiarán con una jornada que estará signada por los mercados globales y el dólar en la Argentina, un gobierno débil como consecuencia del resultado de las PASO y un peronismo que ya olfatea su probable regreso a Balcarce 50.
No hubo mención directa a la caída de Raúl Alfonsín y de Fernando de la Rúa, pero los comentarios en el cónclave del VIP de Costa Salguero sobrevolaron esos recuerdos aciagos de la democracia moderna.
Macri aún confiaba en Dujovne para lidiar con una crisis de mercado espoleada por la debilidad del gobierno, el temor de los inversores extranjeros y la memoria vigente de la clase media que no puede olvidar la hiperinflación radical y el corralito de la Alianza.
En este contexto, Dujovne y el titular del Banco Central, Guido Sandleris, coordinaron un sistema de defensa del plan económico a través del dólar futuro, la disponibilidad de ciertos volúmenes de divisas que puede disponer el Tesoro y la suba de las tasas de las Leliqs.
La Casa Rosada no tiene otras herramientas para enfrentar una corrida en la city financiera y sabe que el riesgo país es una plaga que puede terminar de lastrar la poca credibilidad que aún le queda al gobierno de Juntos por el Cambio. Dujovne y Sandleris pueden operar sobre el tipo de cambio, pero son una entelequia frente a la aceleración del riesgo país.
Cambio de gabinete
Si fracasa la línea de defensa de la Casa Rosada sobre los mercados se activará la segunda fase de la estrategia que Macri piensa y todavía guarda como un secreto de Estado. Se trata de un profundo cambio en la conducción del gobierno, aunque ello implique eyectar solo a dos ministros: Peña y Dujovne.
El jefe de Gabinete pagaría por los resultados electorales y el ministro de Hacienda por su plan económico, que implicó ajuste y la estampida de la clase media que confió en Macri. Si ello ocurriera, Frigerio podría suceder a Peña, o quizás el regreso de Emilio Monzó, que cayó en desgracia por cuestionar que se pensaba más en inteligencia artificial que en la negociación política con los barones del conurbano.
Pero el cambio de gabinete, aunque fuera una respuesta obvia frente a una nueva crisis de los mercados, no es un gambito sencillo en un tablero inclinado por la derrota electoral y la debilidad de un presidente que perdió en casi todo el país.
A Macri le costará obtener figuras de peso para un eventual reemplazo de Peña y Dujovne. No hay político que juegue su pellejo a favor de un gobierno que puede terminar en menos de cinco meses, y tampoco sería muy redituable para mostrar fortaleza externa, mover a un ministro de una cartera a otra. Ese gesto exhibiría debilidad, más que las intenciones de demostrar poder para buscar la revancha en la primera vuelta.
Al margen de las dudas para resolver una eventual crisis de mercado o disponer un cambio de gabinete, Macri tiene una certeza infranqueable: no abrirá una negociación con Alberto Fernández para acordar una hoja de ruta desde hoy a la entrega del poder a principios de diciembre.
El presidente asume que ese gesto institucional podría ser tomado como un gesto de debilidad por Fernández y el Frente de Todos. Macri detesta a su probable sucesor en Balcarce 50 y no confía en su palabra.
Durante el cónclave de Costa Salguero no se mencionó a Alfonsín y De la Rúa, pero sus fantasmas estaban ahí, dando vueltas en círculo cuando Macri instó a defender al gobierno y los medios ya informaban que Fernández y Fernández de Kirchner habían vencido irremediablemente.
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