Horacio Rodríguez Larreta no logró su objetivo. Aspiraba a superar el 50 por ciento de los votos para encaminar su reelección en primera vuelta y tuvo que conformarse con poco más del 46%. Pero con su triunfo por casi 15 puntos sobre el candidato del Frente de Todos, Matías Lammens, fue el único de los fundadores del PRO que se fue a dormir con algún motivo para celebrar.
Durante la noche del domingo y la madrugada del lunes en el búnker de Juntos por el Cambio empezó un pase de facturas más abultadas que las de luz y gas que modificaron el humor de la sociedad y empezaron a sellar la suerte del oficialismo. Las recriminaciones cruzadas seguirán durante el día de hoy y tienen aún consecuencias impredecibles.
El jefe de Gabinete, Marcos Peña, se convirtió rápidamente en el blanco más fácil. Por varios motivos. Primero, porque en estos años de gestión supo ganarse más enemigos que amigos. Segundo, porque fue el jefe de campaña y el encargado de tomar las decisiones electorales más difíciles, como rechazar el desdoblamiento en la provincia de Buenos Aires que, consciente del peligro que corría, reclamaba María Eugenia Vidal.
Si en 2015 todo lo que pensó Peña salió bien y fue uno de los artífices de la victoria, ahora será difícil sacarle de encima la mochila de haber sido el padre de la derrota. Todo salió mal hasta ahora y, a la luz de los hechos, la incorporación de Miguel Angel Pichetto a la fórmula presidencial -el último golpe de efecto- no sirvió de nada.
Vidal fue la gran víctima de esa estrategia electoral. No hubo "Plan V" ni desdoblamiento y, pese a su imagen positiva, sufrió una derrota durísima -impensada por lo abrumadora- a manos de Axel Kicillof. La gobernadora bonaerense no ocultó su fastidio. Se negó a hablar sobre el escenario cuando se lo ofreció Elisa Carrió y su entorno no dudó en responsabilizar al jefe de Gabinete.
Así, en una sola noche y de un plumazo, los principales dirigentes del PRO quedaron al borde del abismo. Macri empezó a despedirse de sus sueños de reelección. Las próximas horas serán de extrema tensión. No sólo por la reacción que podrían tener hoy los mercados sino por el desafío que representará restablecer los ánimos de un gabinete seriamente afectado por el resultado electoral. El futuro de Peña dentro del equipo de gobierno es, por lo menos, incierto. Y Vidal tendrá que demostrar un temple aún mayor al que exhibió en los momentos más difíciles para sobrellevar los tres interminables meses que le restan a su gobierno.
En ese contexto, y aunque todavía tiene por delante uno o dos pasos más, Rodríguez Larreta parece haber sido el único sobreviviente del tsunami que arrasó con Juntos por el Cambio. Lo resaltó el mismo Macri en las horas más oscuras. "Con los mismos votos de hoy, sólo al cambiar la base con la que se calcula el porcentaje final sin votos en blanco, en octubre superaría el 50 por ciento", explicaron cerca del jefe de Gobierno porteño. Y agregaron: "Sus chances de reelección están intactas".
Habrá que ver. El debutante Matías Lammens superó sus propias expectativas y ahora se ilusiona con que una ola generada a partir del amplio triunfo de Alberto Fernández le permita acechar a Rodríguez Larreta en un balotaje. El jefe de Gobierno porteño tiene un estilo de conducción muy distinto al del Presidente y una habilidad para tejer alianzas reconocida por todos. Ahora estará más a prueba que nunca. Para defender la Ciudad pero, también, para mantener vigente su sueño de disputar la Presidencia en 2023.
Si logra superar esa prueba, y se confirman las victorias de Fernández en Nación y Kicillof en la provincia de Buenos Aires, Rodríguez Larreta quedará en condiciones de volver a intentar lo que hace años logró Macri: proyectar al PRO a una fuerza capaz de llegar a la Presidencia. Aspiraciones le sobran. Y, para arrancar, podría contar con una fuerza nada despreciable de unos 105 diputados y 27 senadores de la aún alianza oficialista. Claro que a esta altura es difícil saber cuánto de todo eso sobrevivirá hasta diciembre y cuánto se hará añicos en el camino.
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