Alberto Fernández dice que durmió bien, que no había razones para no poder pegar un ojo. Tenía cara de recién levantado apenas pasadas las 8.30, cuando salió del edificio de la calle Juana Manso, en Puerto Madero, aun con el pelo húmedo del baño matinal y le lanzaba una pelotita de tenis a su mascota célebre, el collie Dylan, que fue y vino con la lengua afuera mientras a su amo lo custodiaban de lejos dos prefectos y una vecina de tapado rojo y perro blanco lo abrazaba y le deseaba éxito para la jornada.
Fernández vive y pasea a su perro a 500 metros de la Casa Rosada, una distancia que, especialmente este domingo, se vuelve inquietante. Podría llegar a ser su lugar de trabajo durante los próximos cuatro años si lo elijen más ciudadanos que a Mauricio Macri, el actual inquilino de la oficina y el sillón de Rivadavia, también postulado para revalidar su cargo.
El dirigente peronista porteño comenzó su vigilia ayer sábado con un encuentro con colaboradores de su equipo en Ezeiza ("de 13 a 18 no tocó su teléfono celular", comentó uno de los testigos de la reunión) y, luego de pasar a saludar a los fiscales del Frente de Todos en el Centro porteño, coronó la previa con una cena junto a uno de sus ídolos, Lito Nebbia, rosarino y padre del rock nacional.
"Fui a comer con Lito y después me tiré a dormir y me dormí", relató Fernández. La influencia nebbiana en el candidato del Frente de Todos es tal que incluso después de salir de votar en la Universidad Católica Argentina (UCA), Alberto Fernández le dijo a un periodista de una radio que si tuviera que elegir la banda de sonido para este domingo de elecciones, sería la canción del fundador de Los Gatos "Yo no permito".
Bien pensada la respuesta para los memoriosos del rock o para los googleadores seriales. La canción entre sus versos dice: "Por eso si mañana comprás el diario, y lees de nuevo que todo anda mal, y en el trabajo te dicen que no vuelvas, busca una mano amiga, madurá tu paciencia, alimentá tu fuerza, de qué sirve que te anules, a lo mejor de esta salimos".
"Se lo ve tranquilo", comentaron alrededor suyo quienes desayunaron este domingo con él en Puerto Madero tras la salida a cazar la pelotita de tenis con Dylan. Fernández, que ironizó sobre las declaraciones matinales de Marcos Peña, a quien dijo que vio "nervioso", compartió el café y las medialunas de la mañana con el diputado porteño Leandro Santoro y parte del equipo de comunicación.
"Marcos Peña dijo hace minutos que la economía el lunes no va a ser indiferente, ¿piensa lo mismo?", le preguntaron, respecto de lo que el Jefe de Gabinete había dicho minutos antes en un desayuno para la prensa en el Café Tortoni.
"Hace meses que no es indiferente la economía. Pobre Marcos Peña no se enteró. Marcos Peña está hablando porque está nervioso, yo estoy en veda", dijo con ironía, quien ocupó entre 2003 y 2008 el cargo de su contrincante dialéctico.
Con una larga dedicatoria, Santoro le obsequió antes del desayuno al candidato a presidente el libro que reúne los cursos de Teoría del Estado que Raúl Alfonsín dio en la UBA, compiladas bajo el título "Fundamentos para la república democrática".
"Es un libro que me trajo Santoro, que lo invité a desayunar. Lo voy a leer con muchas ganas porque tengo por Alfonsín el mejor de los recuerdos, el más grande de los cariños y el más grande de los respetos. Me llena de orgullo que Leandro me haya regalado esto", comentó a Infobae Alberto Fernández.
La respuesta se cortó por la interrupción de un canillita del barrio, que pidió sacarse una selfie y por los gritos de dos hombres que paradójicamente le gritaron "Vamos, Albertito" con los dedos en V desde una camioneta del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Fernández está sorprendido por la calidez con que lo tratan en la calle, incluso en el barrio en el que vive. Cuando volvía del paseo con Dylan, una señora rubia le gritó desde el balcón del tercer piso del edificio que el candidato habita: "Fuerza Alberto, estamos con vos".
Cerca de las 10 salió en auto del departamento que le alquila al publicista peronista Pepe Albistur con rumbo a la mesa 068 de la UCA. Manejaba él y a su lado fue su compañera, la periodista y actriz Fabiola Yañez. Fernández votó, posó para las fotos clásicas de este tipo de evento democrático, y habló ante un tsunami de periodistas y el aplauso de personas que se acercaron a votar o a apoyar al candidato del Frente de Todos.
Pasadas las 11 Fernández regresó a su departamento, donde lo esperaban el ex ministro de Justicia y Derechos Humanos, Alberto Iribarne, y el ex titular de la Ofcina Anticorrupción durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Julio Vitobello, dos de los fieles compañeros de militancia, ocupantes de las pocas sillas que rodean a la mesa chica del albertismo. Todos ellos bajaron a tomar café a una conocida tienda global de este rubro y volvieron al piso 12.
Del hogar de la calle Juana Manso, Alberto Fernández ya no se moverá hasta que seguramente cerca de la hora del cierre de la votación salga para el bunker del Frente de Todos, esta vez instalado en un espacio cultural adminstrado por el gestor cultural Javier Grosman, en el barrio de Chacarita.
Al mediodía pidió comida por delivery, leyó partes del libro que le regaló Santoro y luego, ya entrada la tarde, comenzó a ganar impulso la ansiedad previa a los primeros boca de urna: Fernández se comunicó con todos los gobernadores por Whatsapp, del mismo modo que lo había hecho temprano con su candidata a vicepresidente, Cristina Kirchner.
Los principales nombres de la fórmula opositora se mandaron mensajes de audio cerca de las 8 de la mañana y probablemente se reencuentren el lunes. Esta noche, la ex Presidenta Fernández de Kirchner no estará en la foto del resultado puesto: el escenario y las primeras palabras de la campaña electoral de cara a las elecciones verdaderas -las de octubre- quedarán exclusivamente para el candidato Alberto Fernández.