A Horacio Rodríguez Larreta le preocupa mucho más Mauricio Macri que Alberto Fernández, Cristina Kirchner o Matías Lammens en su objetivo sin antecedentes de conseguir el triunfo en primera vuelta.
Sin la urgencia de María Eugenia Vidal, el jefe de Gobierno porteño cerró con todos los espacios que podía cerrar, a excepción de la izquierda y del kirchnerismo, para achicar el margen de error.
Y apeló a un pragmatismo sin prejuicios: en sus listas conviven verdes, celestes, católicos, evangelistas, socialistas, radicales, "lilitos", "angelicistas" y "nosiglistas". Al filo del cierre de candidaturas, Rodríguez Larreta se ocupó de tener una larga charla con Elisa Carrió para avisarle de la incorporación de dirigentes de paladar negro del entorno de Enrique Nosiglia.
El martes, el jefe de Gobierno se reunió y analizó números con Jaime Durán Barba, el consultor estrella del Gobierno que se instaló en Buenos Aires en el tramo final de la campaña antes de las PASO. Junto a Marcos Peña, el alcalde es el funcionario de mayor llegada al gurú ecuatoriano. Incluso lo visitó en Ecuador en más de una oportunidad. El viernes volvieron a verse, en Olivos.
Consciente de la baja en la popularidad de Macri, que en la ciudad de Buenos Aires no registra de todos modos los niveles de otros distritos, Rodríguez Larreta sigue con atención el posible corte de boleta, cuyo antecedente más cercano se remonta a las elecciones del 2011.
Esa vuelta, Macri había desistido de ser candidato a presidente por los altos niveles de adhesión de Cristina Kirchner, que le auguraba una segura derrota al ex presidente xeneize. "No se le puede ganar a una viuda", lo había asesorado Durán Barba a través de una videoconferencia rodeado por su mesa chica desde su departamento de la calle Alvear. El entonces jefe de Gobierno estaba de viaje por el exterior.
Ese año, una porción de los votantes que primero se habían inclinado por Macri en la reelección local lo hicieron después por Kirchner en las presidenciales, la primera presidente peronista en imponerse en la Ciudad desde el retorno de la democracia.
La lista de diputados del PRO, encabezada por Federico Pinedo y sin candidato presidencial, salió segunda detrás de la de Roberto Feletti, del Frente Para la Victoria. Pinedo sumó casi 5 puntos de las PASO a las generales de octubre, y orilló el 20%. Esa noche, en el búnker partidario de Vicente López -el anfitrión, Jorge Macri, celebró su llegada a la intendencia de ese distrito-, Macri festejó por haber "batido el récord de corte de boleta en la historia".
Rodríguez Larreta ahora está expectante. ¿Podrían hoy y en octubre existir votos en favor de su reelección y de la fórmula Fernández-Fernández? ¿En qué porcentaje?
El escenario 2019 presenta de todos modos algunas particularidades. Es la primera vez que los porteños votan presidente y jefe de Gobierno en la misma fecha, tras la aprobación del nuevo Código Electoral, el año pasado. No existía, además, una polarización tan cruda y extrema como ahora.
En el 2011, por ejemplo, Macri y Cristina Kirchner se felicitaron mutuamente y por teléfono por sus respectivos triunfos. La ex Presidenta hasta se permitió una humorada horas después de las primarias de agosto y del llamado del entonces jefe de Gobierno: reveló que Macri estaba "desvestido pero con bermudas" cuando marcó su número desde un crucero en Italia. Postales de un país que ya no existe.
"Es un dato real y objetivo: nunca nadie ganó en primera vuelta en la ciudad de Buenos Aires", se atajó en la semana Rodríguez Larreta entrevistado por Infobae.
La gestión del jefe de Gobierno tiene altos niveles de adhesión. Pero su performance electoral está atada a la del Presidente, cuya imagen sufrió el desgaste de la crisis de su programa económica que también repercutió en el distrito que vio nacer al PRO.
En estos meses, el vínculo entre Macri y Rodríguez Larreta tuvo fisuras. Por el diagnóstico y por el antídoto para edulcorar la crisis. Fisuras propias de dos dirigentes, el jefe del proyecto y uno de sus principales gerentes, que trabajan codo a codo desde hace más de una década y que ahora enfrentan dos realidades distintas.
En esas discusiones internas, el jefe de Gobierno se apoyó en Vidal. Y Macri en Peña. A fin del año pasado, y durante el verano, los cortocircuitos crecieron. Mermaron luego con el inicio de la campaña.
"Horacio es Mickey Mouse en Disney", se divierte un colaborador histórico de ambos que hoy mira la campaña un poco más de costado.
Al Presidente, Disney no le hace demasiada gracia. Por cierto, en privado, entre sus asesores de confianza, manifestó en más de una oportunidad cierta rabia por el tratamiento mediático que recibe el jefe de Gobierno en los canales de televisión que fustigan las 24 horas a su administración. Macri sabe que, por lo bajo, Rodríguez Larreta piensa a diario en su proyecto presidencial. Más que en ninguna otra cosa.
Para eso, el jefe de la Ciudad busca ganar en octubre en primera vuelta. Necesita el 50% de los votos. Las PASO de hoy, el primer termómetro electoral, son claves.
Sus colaboradores trabajan de cara a octubre. Y estrechan el vínculo con la oposición que corre muy de atrás en la polarización.
Por ejemplo con el lavagnismo local. En el gobierno porteño adoban a Matías Tombolini, el economista candidato a jefe de Gobierno de Roberto Lavagna. Diego Santilli y el ministro Bruno Screnci son los encargados de aceitar esa relación.
Rodríguez Larreta podría llegar a necesitar esos votos en la Ciudad tanto como Vidal los de Eduardo "Bali" Bucca en Provincia, o el propio Macri los de Lavagna a nivel nacional. Todo Suma.
Seguí leyendo: