Temor y apuestas por el corte de boleta: de las cuentas políticas al fantasma de la traición

El oficialismo necesita fortalecer a Vidal. Pero combate el juego propio de sus intendentes. Alberto Fernández busca garantías de jefes comunales y gobernadores. Y Lavagna aparece más complicado. Confusión sobre el peso de los aparatos y la voluntad de los votantes

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Rodríguez Larreta, Macri, Pichetto y Vidal, en un spot para pedir el voto de la boleta completa
Rodríguez Larreta, Macri, Pichetto y Vidal, en un spot para pedir el voto de la boleta completa

La imagen de la tijera y el fantasma de la traición van de la mano y recorren con distinta intensidad el interior del oficialismo, del peronismo K y de la tercera vía, a sólo tres semanas de las PASO. Son diferentes los temores y también las apuestas en cada escritorio de campaña. En la cabeza de los candidatos, el corte de boleta es un ejercicio de suma y resta, alimentado por kilos de encuestas y con foco casi exclusivo en la provincia de Buenos Aires. Se trata de cálculos con al menos dos riesgos de análisis que juegan en espejo: la sobrevaloración de los aparatos partidarios y una subestimación de la autonomía de algunas franjas de votantes.

¿De qué porcentaje del electorado se habla cuando se habla de corte de boleta? En medios políticos se repite en estos días que oscila en el 3 por ciento como trayectoria histórica en Buenos Aires, aunque siempre con el resguardo de la mención a excepciones. Ese carácter excepcional refiere en especial al triunfo de María Eugenia Vidal, en 2015: sumó 7 puntos más que Mauricio Macri en el mapa bonaerense. Ahora, hay juego cruzado para repetir o evitar que ocurra otra vez.

Pero en rigor, no es un caso único ni restringido a una provincia y tal vez por eso demandaría atención mayor y abarcadora. Un ejemplo más cercano lo constituyen las elecciones de Santa Fe, hace apenas un mes. Allí, Omar Perotti, un peronista moderado de larga trayectoria –que en el plano interno venía de consagrarse en las primarias-, ganó y recuperó la provincia para el PJ después de doce años. Se impuso incluso en Rosario y en la capital provincial, bastiones de otras fuerzas, pero allí sus candidatos a intendente estuvieron lejos de su registro como gobernador y fueron derrotados.

Axel Kicillof, Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Verónica Magario
Axel Kicillof, Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Verónica Magario

El corte de boleta es por lo visto un tema complejo, en paralelo además con un fenómeno potente y mucho más amplio que es la polarización. Pero no es un problema exclusivo de las terceras fuerzas. Invade como expectativa y también como recelo las distintas oficinas políticas del oficialismo, con especulaciones sobre Macri y Vidal. Inquieta al peronismo alineado con Cristina Fernández de Kirchner y en campaña con Alberto Fernández, con eje en gobernadores e intendentes. Es foco de temor en la sociedad electoral de Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey. En los tres casos, las especulaciones y líneas de trabajo electoral están concentradas en Buenos Aires.

Un pincelada para nada menor le agrega a ese cuadro la diferente línea de corte que puede recorrer la tijera. La primera mirada está colocada en el juego entre la fórmula nacional y la boleta provincial. Allí, el temor o la esperanza, según el caso, es cuánto podría beneficiarse un candidato a gobernador desentendido de la fórmula presidencial. Y la segunda mirada está dirigida al desenganche de intendentes, en caso de que jueguen sólo a mantener el territorio propio, despreocupados de la suerte del resto de la extensa lista.

En los despachos del oficialismo, el interrogante mayor es cuánto más que Macri podría cosechar Vidal para seguir en La Plata, y si eso puede perjudicar al Presidente, número uno en la boleta nacional de Juntos por el Cambio. La gobernadora aparece en todos los sondeos mucho mejor posicionada que Macri y parece claro que deberá traccionarlo. Atrás quedaron ideas como el desenganche de elecciones o el Plan "V". Y está claro –seguramente lo estaba antes- que su suerte está atada a la suerte presidencial.

Vidal necesita que Macri reanime sus niveles de respaldo sobre todo en el GBA. En La Plata miran con interés la mejora presidencial anotada por la mayoría de las encuestas de manera persistente desde mediados o fines de mayo. Pero destacan en sus cuentas que, además, necesitan un corte que le sume algunos puntos, en particular del electorado que podría optar por Lavagna en el renglón nacional.

Los candidatos de Consenso Federal, el frente que lideran Lavagna y Urtubey
Los candidatos de Consenso Federal, el frente que lideran Lavagna y Urtubey

Se trata de mover fichas en un tablero difícil: sostener al Presidente, atraer votos para gobernador con corte de boletas ajenas y frenar cualquier impulso a jugarse solos entre los intendentes propios. Eso explica en buena medida la intensificación de la campaña. Se suman referentes extraterritoriales, entre ellos Horacio Rodríguez Larreta, Elisa Carrió, Miguel Angel Pichetto y Martín Lousteau. Y se apuesta a una mayor participación del electorado en las PASO, dándole categoría de prueba crucial y disipando lo que pueda quedar en al aire de las críticas a las primarias surgidas de filas oficialistas.

En paralelo, y de manera más o menos abierta pero clara, desde el núcleo de la campaña oficialista hicieron llegar a sus intendentes un mensaje preventivo: no hay margen para los planes personales que prescindan de lo que le ocurra a la gobernadora y al Presidente. En otras palabras, se trató de advertir sobre la tentación y los riesgos del corte de boleta inducido para garantizar únicamente chances municipales.

Elisa Carrió se sumó a la campaña de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires
Elisa Carrió se sumó a la campaña de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires

Esa misma inquietud, visible, tiene registro en el Frente de Todos. Alberto Fernández ha concentrado buena parte de su trabajo en el armado interno. En esa línea apuntó su tejido para mostrarse con la mayoría de los gobernadores del PJ, que expondrían distinto grado de voluntad y de recursos para comprometerse con la campaña nacional.

Igual proyección tuvo su cita de esta semana con el grueso de los intendentes peronistas de Buenos Aires. Es sabido, porque se dejó trascender, el malestar de varios jefes municipales del GBA por el modo en que fue definida la candidatura de Axel Kicillof –una decisión unipersonal de la ex presidente-, y lo que podría ser esa convivencia en caso de triunfo provincial. A eso apuntó la frase dejada por Alberto Fernández: dijo que los intendentes "no juegan con la tijera".

Las elecciones de agosto asoman más complejas para la alianza que encabezan Lavagna y Urtubey, con problemas para articular su campaña. Su candidato a gobernador, Eduardo "Bali" Bucca, es un referente bien considerado en la política pero de escaso conocimiento y peso en el electorado. Ocupa además el renglón más sensible para la caza de votantes "compartidos". Retener el voto en toda la tira es un problema serio y difícil, además, por el nivel de polarización que viene exhibiendo la disputa bonaerense.

La cuestión, para todos, es la respuesta al desafío del corte de boleta. Se ha dicho: puede expresar a un segmento del electorado grande o chico que actúa de manera independiente –difícil de ponerle una cifra en base a las encuestas- y puede ser alentado además por los aparatos partidarios. Pero la confianza desmedida en el poder de esas estructuras políticas –combinadas en general con los recursos estatales- y la desconsideración de la voluntad de los votantes confunden el análisis cuando los resultados son adversos. Y se habla entonces de traidores. Ya ha pasado.

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