"Peronismo republicano": el experimento con el que Miguel Ángel Pichetto busca sumarle votos a Mauricio Macri

Se reunió el plenario nacional, pero no se cantó la Marcha Peronista. Tampoco hubo globos ni frivolidad PRO

Sin globos, ni escenario 360, con un clima alejado del ambiente cool y descontracturado de los actos del PRO, el experimento que Miguel Ángel Pichetto bautizó como "peronismo republicano" dentro de Juntos por el Cambio existe y parece decidido a cometer varios sacrilegios, como evitar refugiarse en las imágenes de su fundador Juan Domingo Perón y su mujer María Eva Duarte.

Aunque el desacato ritual no termina allí. Contrariamente a lo que siempre sucede al terminar los discursos en actos de este tipo, cuando desde los parlantes suenan los acordes que introducen la Marcha Peronista, no se escuchó ni esa ni ninguna otra canción, como si el peronismo republicano fuera, entre otras cosas, no solo una ceremonia laica sino también extremadamente austera y poco expresiva.

Entre el público que acudió al llamado del plenario peronista republicano con dirigentes de distintas partes del país que se realizó en el local que tiene Pichetto en la avenida Belgrano, un evento organizado por Humberto Roggero, había peronistas de muy distintas tribus. Un senador provincial que participa de Cambiemos, Lucas Fiorini, pero también funcionarios que fueron exitosos en otras administraciones peronistas, como el ex presidente del SENASA, Bernardo Cané, o el ex ministro de Defensa, Humberto Romero.

También se lo pudo ver al actual presidente de la Comisión Cascos Blancos, embajador Alejandro Daneri, y -más oculto- al santacruceño Rafael Flores. Por supuesto, estaban "Chicho" Basile y el precandidato a intendente de General Villegas, Gilberto Alegre, además de varios funcionarios del gobierno nacional que querían pasar desapercibidos ante los medios aunque no frente al candidato a vicepresidente.

Pero entre ese grupo de 200 personas, Infobae también se encontró con un dirigente que está muy cerca de un gobernador peronista que oficialmente juega para la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner y que pidió que no revelara su presencia porque "todavía no decidimos qué hacer, si apoyar a Miguel (Pichetto) por lo bajo o simplemente sostener el vínculo, estamos viendo".

Los discursos no evitaron la franqueza de las dudas que provoca entre los peronistas "cruzar" hacia el macrismo. Alegre, por ejemplo, contó que Pichetto "puso todo de sí, incluso dijo que aceptaba ir como primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, como gesto para favorecer la unidad con los demás dirigentes del peronismo republicano, pero cuando el espacio naufragó tomó una decisión que me pareció mal, pero que después me di cuenta de que era el camino posible".

Antes habló Mondino, quizás el más enfático en mostrar lo que se dirime en la próxima elección, cuando "hay quienes piensan que la democracia solo existe cuando los votamos a ellos", por eso "no puede estar en duda en esta elección dónde hay que votar". La sorpresa, sin embargo, la dio el senador Fiorini, quien confesó que "desde que Macri anunció que Miguel sería su compañero de fórmula estuve tres días con la sonrisa pegada en la cara".

Después cerró Pichetto, con sus palabras ya conocidas, a favor de "un capitalismo que no sea ingenuo y de una apertura inteligente al mundo", repitiendo que los argentinos están ante "un tiempo agonal" donde ya nadie discute que "hay que gobernar en equilibrio fiscal" y "no es un paradigma donde inmolarse, pero también con baja inflación", criticando a los que plantean "volver atrás al insinuar el regreso al cepo cambiario y al definir al acuerdo UE-Mercosur como una tragedia".

Los peronistas lo escuchaban como en misa, tratando de masticar sus palabras, en las antípodas de los discursos mesiánicos, creyéndole que "si los derrotamos, será una derrota definitiva" y vendrá "un proceso de reconstrucción del centro nacional con eje en la unidad de los argentinos". Pichetto, por supuesto, pidió el voto a Mauricio Macri y a los distintos candidatos del espacio, una decisión que -sin declararlo- los que estaban ahí ya habían tomado en el 2015, aunque todavía no tenían alguien en un lugar tan expectante como en la candidatura a vicepresidente.

Sin religión ni euforias, casi puntuales con la hora de la convocatoria (otra excentricidad en el mundo peronista), buscando selfies con este nuevo líder democrático en tiempos en que las mayorías peronistas parecen abrazar la fórmula que lleva a Cristina como vice, el peronismo republicano tiene historia donde abrevar.

Más cerca, Antonio Cafiero, ese dirigente que orquestó el desafío democrático más audaz desde la fundación del movimiento, aunque no pudo llegar a la presidencia. Lejos en el tiempo, Domingo Mercante, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que nunca persiguió radicales ni periodistas y siguió dejando que las imprentas de "la contra" siguieran produciendo sus panfletos críticos y que La Prensa continuara recibiendo la publicidad del Banco Provincia de Buenos Aires, hasta que Perón lo obligó al ostracismo.

El peronismo democrático tiene antecedentes, aunque tal vez no represente acabadamente a la "masa peronista" de la que solía hablar el fundador del movimiento, porque tenía el talento de canalizar la rebeldía social en un diseño político autoritario, propio de la década del 40.

Fuera de esos tiempos, la obsesión que tiene Pichetto desde hace mucho tiempo, aún antes de su coalición con Macri, es construir un peronismo que sepa insertarse en el mundo del siglo XXI, sin acudir a los atajos de la emoción. Pero sabe que no es una tarea sencilla. Como era de esperar, y cuando el acto ya estaba terminado, un grupito comenzó a cantar la Marcha Peronista y varios más lo siguieron. Pero como el candidato no los imitó, cuidadosos, se llamaron a silencio.

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