Al otro día de haber renunciado, Fernando De la Rúa seguía en la Residencia Presidencial de Olivos. Allí recibió el llamado del líder de su partido, Raúl Alfonsín, que le dio su visión de los hechos. Darío Lopérfido fue testigo de ese momento histórico, cuando lo que para muchos historiadores se trató de un golpe civil, había logrado su objetivo.
Fue una conversación larga. Más que nada, una extensa explicación de por qué no había podido hacer mucho más para defender al gobierno constitucional de la Alianza. El secretario de cultura de la Nación por ese tiempo, miembro del llamado "grupo sushi" que integraba con los hijos del ex presidente, recuerda que De la Rúa, lejos de estar ofendido por la falta de apoyo de su partido, lo escuchó con respeto, "muy receptivo y muy educado, e incluso le agradeció el llamado", recordó.
La salida de De la Rúa es un trauma para los argentinos pero, sobre todo, para los radicales, que tienen gran dificultad para hablar de un tema que los tiene como principales responsables. La llegada a la presidencia de un hombre que no estaba debajo del ala de Alfonsín no fue sencilla y la personalidad del que fuera el senador nacional más joven de la historia, no ayudó demasiado.
Muchos años después, en diálogo con el periodista Ceferino Reato, De la Rúa dijo que había tomado la decisión de renunciar porque el senador Carlos Maestro, desde la casa de Alfonsín, lo llamó a las 9 de la mañana del 19 de diciembre de 2001 para decirle que a juicio del líder del radicalismo "la suerte del gobierno está echada".
Sin embargo, tanto Maestro como el diputado catamarqueño Horacio Pernasetti insistieron con la solución que Alfonsín había pergeñado: a saber, la renuncia del poderoso ministro de Economía, Domingo Cavallo, y una modificación sustancial del gabinete para distender la situación.
En su libro Doce Noches, sobre el 2001 y el fracaso de la Alianza, Reato también da cuenta del testimonio del ex concejal porteño Humberto Bonanata, quien aseguró que -por sugerencia de Alfonsín- Maestro informó a algunos periodistas que De la Rúa había renunciado cuando todavía no lo había decidido.
"Eso precipitó la renuncia de Fernando, fue el golpe de gracia", aseguró Bonanata.
Sin embargo, Maestro negó enfáticamente esa información y le dijo a Reato que apenas le llegó un comunicado de prensa realizado por los diputados y senadores peronistas expresando que urgía la convocatoria a una asamblea parlamentaria que decida qué hacer con la situación, lo llamó a De la Rúa y éste le dijo "yo hice todo lo que pude, convoqué al peronismo a un gobierno de unidad nacional, y no fui escuchado".
Más bien parece que el ex presidente ya no quería explorar nuevas alternativas. El contexto, claro, eran los saqueos sobre los supermercados del conurbano bonaerense, o lo que él mismo denominó "el golpe peronista".
A casi dos décadas de esas jornadas dramáticas, que pusieron fin al sueño de la convertibilidad y marcaron el inicio del kirchnerismo, después de la durísima transición de cinco presidentes en pocas semanas y un shock devaluatorio que dejó a la economía sin bancos ni comercio exterior, Lopérfido busca darle complejidad al momento, intentando salir de las explicaciones sencillas.
"El radicalismo empezó a correrse cuando asumió Ricardo López Murphy y presentó un plan de emergencia para salir de la crisis. Allí renunciaron varios ministros radicales como Federico Storani (era ministro del interior) y Hugo Juri (era ministro de educación)", dice el ex funcionario de cultura.
Pero el momento más duro, el que marcó un pico del riesgo país del que ya De la Rúa no pudo resarcirse, fue cuando renunció Chacho Alvarez, el individuo más frívolo, tilingo e inútil en toda la historia de la política argentina".
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