Carlos Menem se envalentonó durante una producción fotográfica de la revista Gente.
—Charly, vos sabés que justo hoy estuve escuchando tus canciones —le endulzó los oídos. A mí me gustás más vos que los Rolling Stones. ¿Por qué no te venís a Olivos? –abundó.
–Bueno, un día voy a ir –salió del paso el músico.
Fue el puntapié inicial de arduas negociaciones. Mensualmente en Olivos se organizaban veladas con celebridades. Menem se obsesionó con tenerlo a García. No había un interés proselitista ni buscaba un rédito político. Promediaba el último de los diez años de su gobierno y el sistema político le había vedado la posibilidad de otra reelección.
—¡Lo quiero a Charly, conseguilo! —le ordenó en una reunión privada a Alberto Kohan. El entonces secretario general de la Presidencia prometió no fallar.
El operativo quedó a cargo de Fernando Szereszevsky. El joven jefe de prensa de Kohan, a quien todos llamaban Turquito, era en la práctica el encargado de cumplir los sueños del riojano. Venía de trabajar en FM La Tribu, codeándose con la militancia de izquierda, y compartiendo un ciclo radial con Juan Pablo Sorín, ex jugador de la selección nacional de fútbol.
Un martes por mes, Szereszevsky llevaba a figuras del deporte, la cultura y la farándula a Olivos. Eran cenas temáticas. El fanatismo del ex presidente por River no le hizo cerrar las puertas ni siquiera a Guillermo Barrios Schelotto, Martín Palermo o Carlos Bianchi.
Amén de la inclinación presidencial por el cholulismo, estos encuentros —que también tuvieron capítulos internacionales con Claudia Schiffer, Xuxa, Madonna, o los propios Stones— eran un engranaje de la estrategia comunicacional en tiempos en los que no había redes sociales. Pero, expirando su mandato, el ex mandatario estaba porfiado con Charly.
—¡Así que al Alberto lo llevás al teatro, a los recitarles, y a mí, que soy Carlos Menem, nada! ¡Soy el último orejón del tarro! —chicaneó un mediodía, en voz alta, cuando se lo cruzó a Szereszevsky en los jardines de Olivos.
¿Qué quería esta vez? Lo mismo de siempre: cenar con Charly García. Cenar con la leyenda del rock nacional que, embarcado en el rumor popular, consideraba al entonces presidente como un yeta y lo llamaba "Nemen", porque nombrarlo correctamente podría traerle mala suerte.
El Turquito fue afortunado. Marcelo Della Valle, flamante mánager del músico, venía de vivir muchos años en España y tenía una política de trabajo mucho más desprejuiciada que muchos de sus colegas.
—Ah, espectacular. Hagámoslo. No le veo ninguna contra —le contestó en el primer llamado sin ofrecer resistencia.
Lejos de relajarse, Szereszevsky se mantuvo incrédulo. "No podía ser tan fácil. Me parecía raro. Hasta que en un momento Marcelo me preguntó qué beneficio podía sacar de esto. Y yo le dije que, como Charly tenía muchos problemas con la AFIP, podía conseguirle un abogado para que lo asesore mejor", confió, pícaro, a Infobae. Cerraron trato.
A lo largo de un mes, una enfermedad del ídolo del rock y una gira al exterior de Menem complotaron contra el encuentro. Se tuvo que reprogramar en dos oportunidades. Finalmente se fijó la fecha definitiva: 30 de junio de 1999.
Esa noche en Olivos lo recibieron como a un rey. En Presidencia mandaron a comprar decenas de brazaletes de Say no more que usaba el músico en sus shows, y que se colocaron no solo los anfitriones sino también los mozos. Era una jugada osada.
El brazalete de Say no more ('No digas nada más', en inglés) es un objeto de merchandising, un manifiesto artístico. Es rojo con un círculo blanco en el centro, con las iniciales del eslogan. En los recitales Charly lo utilizaba para hacer una parodia nazi, levantando el brazo como Hitler. Le advirtieron a Menem que, de trascender una foto suya con ese brazalete, podría interpretarse como una exaltación del Führer.
El ex mandatario le quitó trascendencia. En todas las imágenes capturadas por Víctor Bugge, el histórico fotógrafo de Presidencia de la Nación, Menem luce orgulloso el brazalete por sobre un saco oscuro. No se lo sacó en ningún momento de la noche.
Charly llegó en una combi con sus músicos. Solo faltaba la guitarrista María Gabriela Epumer, entonces pareja de Daría Lopérfido. La especulación política estaba a la orden del día. Lopérfido era el vocero de Fernando de la Rúa, por esos días de campaña presidencial. Años después el músico expondría toda su bronca contra el gobierno radical en general, y Lopérfido en particular, por —lo que entendía— una falta de apoyo a sus proyectos artísticos.
Nervioso, el líder de Sui Generis y Serú Girán se entonó dentro de la combi para afrontar la cita. Cuando bajó y encaró para la puerta, lo esperaba Menem con el brazo en alto, reluciendo el fulgurante brazalete. Charly volvió sobre sus pasos, se metió de nuevo en el rodado, miró a su músicos y les gritó: "Loco, este es el gobierno Say no more. La Argentina es Say no more. Copamos todo". Hubo aullidos.
Ya adentro del chalet presidencial se prodigaron besos y abrazos entre todos los comensales. Zulemita Menem no salía de su asombro. Pipo Cipolatti, inquieto como siempre, se sentía en un parque de diversiones. No estaba citado pero el líder de Los Twist se coló. Hubo una suerte de city tour por las instalaciones, parrilla incluida, donde se asaban unas prodigiosas tiras de asado.
En la mesa rectangular del comedor no faltaron botellas de vino marca Menem. Cuando se apoltronaron en los sillones del salón principal, siguieron con el alcohol. Las rondas de whisky fueron incesantes. El clima era muy relajado. La televisión esta vez no estaba prendida. A esa hora ya no había ningún partido de la Copa América que se disputaba en Paraguay. El Presidente pidió que le acerquen los habanos Cohiba que le regalaba periódicamente Fidel Castro.
Cuando Charly se levantó para ir hacia el teclado, descolocó a todos. Estaba prácticamente como Dios lo trajo al mundo, ya que su delgadez le hizo caer los pantalones. No usaba cinturón… ni calzoncillos. Zulemita fue quien le levantó los lienzos. Todo muy bizarro.
Sorteado el inconveniente, sorprendió en el arranque del recital con "Good Show", tema que fue cortina del programa de Tato Bores. Los comensales llevaron rápidamente agua para su molino. Lo tradujeron como una declaración de amor y lealtad a Menem, ya que la letra dice: "Yo no te quiero olvidar, no soy un tibio en esta historia. Yo no te voy a olvidar, aunque hagan polvo con tu obra. Yo quiero darte un lugar, yo te voy a rescatar, yo te voy a transportar, desde las sombras a mi corazón".
Todos quedaron anonadados. Kohan, sus hijas, las amigas de Zulemita, el valet presidencial Ramón Hernández, el Turquito Szereszevsky y, claro, el propio Menem, a quien Charly acercó hasta el teclado para enseñarle a tocar. Llegaron a improvisar el Danubio Azul, el omnipresente vals de Johann Strauss.
Un silencio proverbial ganó el lugar cuando el hombre del bigote bicolor anunció que iba a tocar "Los Dinosaurios", tema emblema contra la dictadura, justo ahí, delante de quien había decretado el indulto de militares condenados por delitos de lesa humanidad. Algunos aún aseguran que en ese momento Menem se emocionó hasta las lágrimas. El propio Charly dio en su momento esa versión.
Una chica amiga de la banda filmó todo con una cámara de mano. A la madrugada, al regresar a su casa, el más grande de la música local se puso a ver el tape y dijo: "Esto es un disco". Y sobre la base sonora de la cinta de video, duplicando la voz, nació Charly & Charly en vivo en Olivos, un CD de edición limitada. Ciento cincuenta unidades quedaron en manos del autor de "Demasiado ego" y una cifra similar fue a parar a Presidencia de la Nación.
García quería que Menem lo obsequiara a sus pares en cada gira que emprendiera por el exterior. Y para darle el toque de argentinidad, más allá de la leyenda vernácula que es el propio Charly, pintó el frente el CD emulando una escarapela, en celeste y blanco, y confeccionó el packaging con fotos del encuentro.
Además de "Good Show" y "Los Dinosaurios/Jirafas", el compact incluye otros siete temas: "Un chico de fin de semana", "El peso", "Poseidón", "El aguante", "Ambiente", "Promesas sobre el bidet" y "Final".
Con el paso del tiempo Menem le agradeció en varias oportunidades el gesto de haber ido a Olivos. Un día lo sorprendió regalándole un shamisen, un exótico y voluminoso instrumento de cuerdas, similar a un arpa, que trajo de China en el Tango 01, a poco de dejar el poder (y que Los Babasónicos utilizaron en uno de sus discos).
Otro día le regaló una caja de "menemtruchos", los billetes con la cara del entonces mandatario. Y muchos años después intercedió para que al rock star no se le complicara la situación con las autoridades policiales, luego de haberse tirado a una pileta desde el noveno piso de un hotel mendocino. Charly hacía sus devoluciones, por ejemplo, apareciendo sorpresivamente en la Casa Rosada, como aquella vez que participó de una de las muestras fotográficas de Bugge.
"Hubo mucha gestualidad entre ambos. Voy a contar algo que nadie sabe: en el 2002, Charly fue a un acto de campaña de Menem en el teatro Coliseo. Estuvo en el camarín. Lo vio muy poca gente. Menem quería volver a ser presidente. Y Charly fue ahí a acompañar. Bancaba al personaje, al tipo, al humano, no a sus políticas. Charly veía en Menem un tipo con códigos", recuerda ahora el Turquito.
—¿Por qué no hacemos la fórmula Menem-García? —le sugirió el riojano ese día, del mismo modo que lo había hecho en la cena de Olivos.
—¿Y por qué no Charly-Menem? —retrucó el músico, también recordando aquella inolvidable noche.
Szereszevsky sabe detalles que otros no conocen, porque una vez culminado el mandato de Menem se convirtió en el asistente de Charly durante casi diez años. Fue el inicio de una actividad que también ejerció con Illya Kuryaki and the Valderramas y con Airbag, y que hoy dedica full time a Juanse y Los Ratones Paranoicos.
Sabe, de todos modos, que lo vivido en la exótica comida en la quinta presidencial no tiene parangón.
El cierre de aquel encuentro de los dos Charly fue tan insólito como su gestación. De repente, en el mejor momento de la noche, el abanderado de Say no more se acercó a Szereszevsky con cierta desesperación.
—¿Qué pasó? —le preguntó el Turquito.
—Vámonos —le pidió el músico con esa voz aguachenta que lo caracteriza.
—¿Pasó algo, Charly?
—No me preguntes, vámonos ya.
—Pero no me preocupes, decime —se preocupó el joven jefe de prensa de Kohan.
—Es que fue tan mágico lo que pasó que esto tiene que terminar en este mismo instante —remató.
Y se fue, sin saludar a nadie, mientras Menem y compañía seguían disfrutando del whisky y los habanos.