Poco de lo mucho que ha expuesto el FMI en su renovada e intensa relación con la Argentina se limita a cuestiones técnicas. La política –doméstica y global, cada vez más- marca, o al menos matiza, sus definiciones. Eso explicaría la decisión de reunirse con los principales competidores de la oposición apenas anotadas las fórmulas en el rubro presidencial. Ya no serían sondeos amplios y algo imprecisos como ocurrió en febrero, sino citas con los candidatos coronados de hecho y sin PASO: Alberto Fernández y Roberto Lavagna. Evaluación y líneas políticas con perspectiva poselectoral.
Hay un enorme implícito en todo lo que hace al Fondo y al horizonte casi inmediato que se imagina para el nuevo período de gobierno, con continuidad de Macri o recambio peronista. En medios políticos y empresariales se dice con naturalidad que cualquiera sea el ganador, deberá renegociar el calendario de la deuda. Y se sugiere que el organismo internacional también lo registra como un supuesto ineludible. De ahí en más, claro, son conjeturas sobre la flexibilidad que demandaría el país, con un interrogante destacado: qué estaría dispuesto a negociar el FMI según la mirada de los países-jefes del organismo en función del mapa político que surja de las elecciones.
En ese cuadro se van insinuando algunas pinceladas. En primer lugar, los representantes del Fondo se verían, mañana, sólo con Alberto Fernández y Roberto Lavagna. Son espacios políticos que conocen. En febrero, Cristina Fernández de Kirchner había derivado la tarea en Axel Kicillof, que sonaba como candidato polifuncional, y esta vez el camino es allanado por su postulante a presidente. Otra singularidad: Lavagna fue parte de aquella ronda de contactos, que también había incluido a Juan Manuel Urtubey, ahora su compañero de fórmula y no su competidor.
Además de restringir la agenda, el FMI estaría exponiendo de hecho otro dato de interés: de alguna manera, es una delegación más fuerte y con tareas específicas no atadas directamente a las revisiones. Las conversaciones estarán a cargo de Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental, acompañado por Trevor Alleyne, representante del Fondo en la Argentina. Hace cuatro meses, los sondeos habían sido encabezados por Roberto Cardarelli, el encargado de la misión específica del FMI.
Todavía en verano, aquellas citas estaban marcadas por una incertidumbre mayor en términos electorales, porque ni siquiera habían sido definidos las candidaturas. Los encuentros intentaron abarcar entonces a todo el mapa vinculado al peronismo. Eso explicaba las charlas con Lavagna, que aún no decía si sería candidato y menos junto a quienes; Kicillof, como una especie de representante informal de la ex presidente, y Urtubey, por entonces construyendo junto a otros Alternativa Federal. Sergio Massa no fue de la partida sólo porque se había adelantado, en noviembre.
Pero aquella visita incluyó también otros referentes y rubros. Por supuesto, contactos con funcionarios de Hacienda y del Banco Central. También, con el ministro Rogelio Frigerio para hablar centralmente de la situación de las provincias, sin descuidar a la AFIP. Hubo incluso una reunión directa con funcionarios de Economía de la provincia de Buenos Aires, para interiorizarse sobre el estado de los números en el principal distrito del país. No faltaron en esos tiempos y después contactos con entidades empresariales y hasta con la CGT.
Como se ve, ahora hay cambios en la representación del Fondo y también agenda más ajustada. Con un añadido significativo: fuentes vinculadas a dirigentes políticos de la ronda anterior coinciden en que los funcionarios del organismo admiten o dan a entender que ellos consideran la perspectiva de rediscusión de los vencimientos de la deuda.
Esto reduce más aún el foco, aunque el trascendido formal diga que charlarán sobre las perspectivas y prioridades económicas de los candidatos a presidente. El contexto internacional o cómo sería interpretado por el Fondo tampoco es un dato menor. Y más precisamente, cómo lo han venido interpretando los gobiernos de los países determinantes en la conducción del FMI, especialmente Estados Unidos.
En el verano pasado, antes incluso de que el organismo flexibilizara su visión en la etapa preelectoral –y de hecho, fortaleciera la posición del Gobierno para contener el precio del dólar con mayor poder de venta-, Werner había advertido sobre el "riesgo considerable" que suelen entrañar los comicios presidenciales en los países emergentes.
Visto desde esa perspectiva, y en un marco internacional que sigue condicionado por las tensiones comerciales y geopolíticas entre Estados Unidos y China, resultaría central evitar complicaciones graves en los emergentes –es decir, temblores financieros y crisis- capaces de irradiar problemas desde la "periferia" hacia el centro.
Las primeras señales que se llevaron los visitantes en febrero fue que no había actitudes de ruptura sino planteos de reprogramación de los plazos para pagar la deuda. Ahora, Alberto Fernández ha dicho que nadie habla de default, sino de renegociar, salir de un esquema que simplifica como fuga de divisas y romper la inercia recesiva. Lavagna, dicen fuentes cercanas, considera que nada se ha modificado desde su anterior conversación con el Fondo, sino que ha empeorado la situación y demanda un cambio de plan económico que naturalmente impone rediscutir plazos y otros términos.
Habrá que esperar ahora que se concreten las reuniones de los dos candidatos con Werner. Y estar atentos a los contenidos y no tanto a las formas de las declaraciones que se hagan a modo de balance. Pero desde ya, los encuentros y el foco aceptado de antemano son los que limitan en buena medida el discurso. Algo así como convivir con el FMI.
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