Sergio Massa definió su futuro y en el kirchnerismo respiran aliviados después de tantas negociaciones y especulaciones para sellar una alianza con el líder del Frente Renovador. En la mañana del martes confirmó que será candidato a primer diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Dejó a un lado su ambición presidencial y cerró un acuerdo que, a priori, es beneficioso para su fuerza política. El saldo positivo quedará claro después del cierre de listas.
Desde un primer momento en el kirchnerismo quisieron que Massa ocupara el primer escalón en la lista de diputados. Consideraban que una interna solo iba a generar un desgaste innecesario y complicaría la campaña conjunta en el corto plazo. Además, los dirigentes más críticos con el tigrense sostenían que no tenía el suficiente respaldo para poder ser competitivo en una PASO ante la dupla de los Fernández.
Sin embargo, y pese a las extensas y zigzagueantes negociaciones que tuvieron lugar en los últimos meses, Massa representa un valor agregado para la coalición integrada entre el kirchnerismo y la mayor parte del peronismo federal. Suma votos. Pero, sobre todo, suma desde lo simbólico. Además, le brinda mayor volumen territorial y político a la estructura opositora.
Puertas adentro empujan hacia el vacío la idea de que el acuerdo entre el líder del Frente Renovador y Unidad Ciudadana es una jugada de ajedrez que deriva inmediatamente en un jaque mate dentro del tablero nacional, que generaría una derrota inevitable del gobierno nacional. Hay que competir y marcar la diferencia en las elecciones primarias.
Según entienden en la cúpula del nuevo frente electoral, el ex intendente de Tigre representa la amplitud del kirchnerismo hacia otras fuerzas políticas y el fortalecimiento de la pata peronista dentro de un esquema con una clara impronta K impregnada por Cristina Kirchner, su hijo Máximo y los principales dirigentes de La Cámpora.
Tanto Massa como Alberto Fernández son la contracara del kirchnerismo en términos de identidad. Más pragmáticos y menos ideologizados. Más abiertos al diálogo y más predispuestos a la negociación. En definitiva, representan una forma de hacer política diferente a la que llevó adelante el último gobierno de Cristina entre el 2011 y 2015.
"El desafío de Alberto es mostrar que no es Cristina y que encabeza un equipo de trabajo", sostienen en la nueva cúpula peronista. En la oposición necesitan construir un nuevo relato para explicar, a lo largo del tiempo, que el ex jefe de Gabinete tiene autonomía y que el poder real, en un eventual gobierno, lo tendrá él.
En ese juego de diferencias entre Alberto y Cristina está anclada parte de la estrategia electoral y de campaña. Aunque no lo reconozcan en público en el kirchnerismo saben que la figura de la ex jefa de Estado sigue conservando un alto nivel de rechazo en muchos centros urbanos del país. Entonces la hoja de ruta que tracen debe tener en cuenta ese escollo.
En principio la idea de campaña es dividir los esfuerzos y las recorridas de acuerdo al estilo de votantes que tenga cada provincia. Cristina recorrería los distritos donde tiene un alto nivel de aceptación y su figura genera una empatía similar a la de los grandes ídolos del deporte o la música. No es casualidad su desembarco en Santiago del Estero para presentar su libro Sinceramente. Allí tiene un nivel de aprobación que supera los 50 puntos.
¿Pero para que ir a un lugar donde ya tiene adhesiones? La respuesta es sencilla. Fideliza ese respaldo y, en el mejor de los casos, lo aumenta. Cada voto nuevo es determinante en una batalla electoral que se presenta pareja pese al entusiasmo exacerbado que hay en algunos sectores del peronismo/kirchnerismo, donde creen que le ganarán a la fórmula Macri-Pichetto en primera vuelta.
¿Quienes irían a los destinos donde Cristina cosecha mayor rechazo? Hacía allí viajarían los candidatos de perfil más vinculado al centro y al peronismo. En esa lista aparecen Alberto Fernández, Sergio Massa y Felipe Solá. La lista podría ampliarse a Matías Lammens si, finalmente, se convierte en el único candidato de la coalición opositora en la ciudad de Buenos Aires.
Neuquén, Río Negro y Córdoba son algunas de las provincias donde los perfiles kirchneristas tienen menor aprobación. En ese esquema no aparece Santa Fe, donde la ex jefa de Estado viajará este jueves a presentar su libro. Una provincia clave a nivel electoral en la que el peronismo ganó gracias a la unidad de todas sus partes y en donde el kirchnerismo apuesta a mejorar su nivel de respaldo en las urnas.
La estrategia de campaña aún no está delineada al detalle. Tendrá mayor sustento una vez queden definidas todas las candidaturas y en el Frente de Todos tengan en claro quienes son los jugadores que están dentro del equipo. Más allá de la espera, en las conversaciones estratégicas que existen actualmente la idea está clara. Hay que balancear los esfuerzos para absorber la mayor cantidad de votos a lo largo y ancho del país. La batalla por la presidencia es absolutamente federal. Y al peronismo unido no le sobran los votos.
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