En tiempos en que no existían las encuestas ni los focus group, Juan Domingo Perón apelaba al arte de captar la información para decidir, cómo discriminar entre la noticia y el rumor, "aislar lo que no conviene y hacer llegar solamente lo que conviene que llegue". "Todo eso se estudia", decía el General en las clases sobre conducción política que dio en la Escuela Superior de Peronismo en 1951, cuando preparaba las elecciones presidenciales que tendrían lugar el año próximo.
Allí, contó que "en el Ejército, desde hace veinte o veinticinco años, tenemos una Escuela de Informaciones que ha formado miles de alumnos que prestan servicios". El mismo fue un oficial de esa protointeligencia, cumpliendo funciones en el lado Eje de Europa desde 1938 hasta 1942 y, posteriormente, en Santiago de Chile, como lo demostraron distintos estudios académicos.
Hay quienes aseguran que el 17 de octubre de 1945 fue una operación de inteligencia, Rogelio García Lupo, entre ellos, quizás reafirmado en su hipótesis por la cantidad de veces que las palabras "operación" e "inteligencia" aparecen en Conducción Política, donde se transcriben esas clases que fueron material de estudio de cientos de peronistas que aprendieron a hacer política leyendo ese libro.
Cuando uno de los peronistas con los que se reunió en los últimos días le habló a Marcos Peña de ese manual para la acción política quedó intrigado y mandó a comprarlo. Dijo que quería leerlo durante el fin de semana, porque le explicaron que Perón hablaba de que la conducción sólo podía ser efectiva con un método científico que desarrolle al máximo el análisis y la planificación: "No se puede conducir en base a la improvisación" (lo que el General denominaba "conducción estratégica"), una visión que comparten los fundadores del PRO.
Claro que son clases impartidas en tiempos de "masa" y no redes sociales, de "caudillos" y no líderes zen, épocas en las que el conductor aceptaba que solía utilizar la "economía de la fuerza", como hizo en 1944 cuando pidió al gremio de los madereros que les haga "unos garrotes grandes" y a los de la carne les pidió que agarren esos bastones y salgan a ganar la calle para correr a los radicales que estaban "haciendo disturbios" (en medio de una dictadura, hay que recordar). Lo contó él mismo y así fue publicado.
Lo curioso es que lo que significaba un problema para Perón en la década del 40 y el 50, los radicales, siguen siéndolo para Macri por estos días. Aunque claro que no están en la oposición, como entonces, sino en la coalición que gobierna la Argentina desde el 10 de diciembre de 2015.
La UCR realizó su convención nacional en Gualeguaychú en marzo del 2015, donde decidieron -luego de un áspero debate- realizar una alianza electoral con el PRO y la CC, y así se constituyó un armado territorial nacional no exento de tensiones, donde se acordaron normas de funcionamiento que ordenaron la situación en la mayoría de los distritos. Se sabe, esos acuerdos fracasaron primero en Ciudad de Buenos Aires (donde el radicalismo pidió PASO para disputarle a Horacio Rodríguez Larreta el territorio), también en Córdoba y Santa Fe (con enfrentamientos de radicales en ambas provincias) y, más cerca, en Mendoza.
Es que allí, el gobernador Alfredo Cornejo, que también es presidente del radicalismo a escala nacional, es desafiado en las PASO por Omar De Marchi, el intendente de Luján de Cuyo que es presidente del PRO mendocino,en ascenso en las encuestas. En realidad, desafía a Rodolfo Suárez, el delfín del actual gobernador.
De Marchi viene del Partido Demócrata y, como tal, llegó a la Cámara de Diptuados en el 2005, donde se integró al bloque de Mauricio Macri, que fue diputado hasta el 2007, cuando ganó la jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Se conocen de ese tiempo, o incluso antes, cuando pocos querían acercarse al espacio de "la derecha".
Por eso nadie en Mendoza cree que la obstinación de De Marchi por ser gobernador de su provincia no esté avalada por Macri. El precandidato lo niega y se sabe que, teniendo una relación directa con el Presidente, no quiso llamarlo para no arriesgarse a que le pida que se baje. Pero Cornejo no cree ese tipo de explicaciones y viene aumentando presión contra el Gobierno nacional, montado en un hecho innegable: el 58% de los mendocinos avalan su gestión, en tanto el 67% desaprueba la gestión de Macri.
Tenga razón Cornejo para estar enojado, o tenga razón el Gobierno nacional, lo concreto es que nadie de la Casa Rosada se comunicó con ningún dirigente de la UCR después de la convención de Parque Norte donde se ratificó la política de alianzas con Cambiemos, bajo ciertas condiciones. Trascendió, incluso, que Cornejo esperaba reunirse al día siguiente con el Jefe de Gabinete, lo que no le fue confirmado, por lo que se apuró en regresar a Mendoza.
La bronca del Gobierno con el radicalismo (no incluyen al sector representado por el vicegobernador Daniel Salvador) adquirió tales alturas que durante el encuentro de Parque Norte, tanto Macri como Peña estuvieron reunidos con peronistas, no se sabe si de casualidad o como para hacerle "pito-catalán" a la convención radical.
El Jefe de Gabinete suele decir que en el último tiempo invirtió el 80% de su tiempo en hablar con distintos radicales, como para denostarlos por las distintas líneas internas en las que están divididos. Y pide que los radicales "unifiquen posición" antes de ser atendidos por la Casa Rosada. "Cuando hablamos con Salvador, sabemos que hablamos con el radicalismo de la provincia de Buenos Aires", dice.
En realidad, él no habla con el Vicegobernador, sino que lo hacen María Eugenia Vidal y su equipo, que evidentemente tienen una capacidad de empatía mayor que sus pares en el Gobierno nacional, al punto que a Salvador y su grupo le dicen "los amarillos", cuando deberían decirle los "integrados" a un esquema de gestión y gobierno que no presenta sectarismos. "Marcos no puede negar que alguna responsabilidad tiene en la mala relación que tiene con el radicalismo", dicen en la Provincia.
¿Habrá candidato a vicepresidente radical? La relación entre Macri y Peña y los radicales está pasando por un mal momento. Tal vez la sangre no llegue al río y Cambiemos no se rompa, pero es difícil que los ánimos se mantengan sedados si en los próximos días si no se concretan los diálogos imprescindibles.
Mientras tanto, una buena lectura de Conducción Política no le viene mal a ningún dirigente en estos días turbulentos. Por ejemplo, ese párrafo que dice que "la regla de la conducción es la oscuridad, siempre está uno en un tembladeral. La conducción nunca es segura, porque la situación siempre es confusa. Es muy difícil que se presente una situación clara, por eso uno siempre anda a tientas y en indecisiones. Pero planificando y estableciendo un objetivo, uno tiene que tiene que marchar en un campo de sinuosidades, va eludiendo los obstáculos, pero siempre en dirección al objetivo". ¿Le suena?
SEGUÍ LEYENDO: El PRO reunió a su equipo de comunicación y marketing en Olivos para apuntalar el relato de campaña