Sergio Massa se sumergió en el centro del mapa político nacional una vez más. Como lo ha hecho tantas veces a lo largo de su carrera política. Su último movimiento en los días preelectorales captó la atención del arco opositor y del oficialismo. Un paso atado a una estrategia diseñada y pensada en sus oficinas de Avenida Libertador, junto a su círculo de mayor confianza y el asesor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí. Abrir la puerta a un acuerdo con el kirchnerismo es consecuencia de un proyecto trunco: Alternativa Federal.
El Frente Renovador le brindó a su líder y fundador el respaldo absoluto para iniciar las negociaciones con Unidad Ciudadana. Fue un empujón que lo sacó del espacio de la tercera vía y lo acercó a la ex presidenta Cristina Kirchner. El paso siguiente es lograr el cometido. Armar una coalición amplia para sacar a Mauricio Macri de la Casa Rosada.
A esta altura del calendario electoral y con las encuestas en la mano, no hay negociación en la que no ganen y pierdan ambas partes. Pero como todo trato, puede romperse antes de llegar a la fase final del acuerdo. Durante el congreso del Frente Renovador en Parque Norte, Massa dejo en claro que está dispuesto a sentarse en la mesa con la cúpula K. La incógnita es si podrá logar un acercamiento concreto y, eventualmente, cuál será su ganancia.
¿Competirá en unas PASO con la fórmula Fernández – Fernández? ¿Será candidato a gobernador bonaerense? ¿Aceptaría una interna con la dupla Kicillof – Magario en Buenos Aires? ¿Podría ocupar el primer lugar en la lista de diputados nacionales y acordar ser el presidente de la Cámara baja? ¿Bajará su candidatura? ¿Llegará a un acuerdo o, finalmente, será candidato a presidente en Alternativa Federal?
Hay múltiples preguntas que giran a toda velocidad por el arco político nacional. Preguntas que el tigrense no responderá. Aunque la apertura de diálogo haga creer a algunos sectores de la oposición que el acuerdo Massa – Cristina está cerrado, la realidad indica otra cosa.
Quedan solo 9 días para que las fuerzas políticas tengan que cumplir con el requisito de presentar las alianzas ante la justicia electoral. Poco tiempo para tratarse de una negociación compleja, pero lo suficiente para evitar quedarse en el medio del mar y sin salvavidas. Las horas pasan muy rápido en tiempo de definiciones.
En el kirchnerismo creen que la apertura al diálogo llega tarde. Las fórmulas para presidente y gobernador ya están armadas. La primera es intocable. La figura de Alberto Fernández es la que asegura – según el discurso K y el de los gobernadores del PJ – la amplitud. La presencia de Cristina Kirchner garantiza los votos.
En cambio, la fórmula bonaerense podría negociarse. No fue ratificada por la dupla Fernández y podría quedar arriba de la mesa de negociación. Lograr ese acuerdo sería complejo. Podría generar rispideces en La Cámpora y el grupo de intendentes bonaerenses, los pilares que sostienen a la dupla Kicillof-Magario. Es una hipótesis. Una más de las que se analizan en el kirchnerismo y, desde hace pocas horas, en el Frente Renovador.
Sin embargo, y quizás como una muestra de fortaleza, en el Instituto Patria consideran que el único lugar que queda vacante es el primer escalón de la boleta que lleva a los legisladores nacionales.
Massa quiso dejar instalado un mensaje claro durante su discurso en Parque Norte. "Yo estoy para liderar si me toca liderar, pero también estoy para empujar el carro desde donde sea", expresó. Además, dijo que no busca cargos y que fue capaz de liderar una fuerza política si ocupar ningún lugar en el Gobierno o en el Congreso. Señales que tienen como objetivo encontrar un interlocutor en la vereda kirchnerista. Apoyado en esa lógica, el ex intendente de Tigre también podría volver a la Cámara de Diputados.
Massa quiere ser presidente. Lo intentó y lo seguirá intentando tantas veces como pueda. Tiene 47 años. Edad que le permite mirar más allá de la elección de este año. Pero debe elegir bien el camino para no perder capital político en el trayecto ni quedar entrampado en planes estratégicos electorales.
En su fuerza política, un sector de los dirigentes de primera línea sigue considerando que debe mantenerse como cara visible de una tercera fuerza. Otros, la mayoría, interpretan que la convergencia con el kirchnerismo es la mejor opción. El paso necesario para armar una coalición ganadora y asegurarle lugares en la estructura de poder a sus intendentes y legisladores. El peronismo, tarde o temprano, los acobija a todos y les permite a kirchneristas y massistas sacar la chapa histórica de pertenencia al movimiento fundado por Juan Perón.
La ficha que movió Massa fortaleció, a priori, la idea de unidad del peronismo. Un concepto que dejó de ser una expresión de deseo de los voceros kirchneristas y se convirtió, luego del anuncio de la fórmula Fernández-Fernández y el posterior alineamiento de la mayoría de los gobernadores del PJ, en una realidad.
Massa busca ser el garante de la amplitud que vociferan en el universo K. En alguna medida Alberto Fernández lo ha colocado en ese lugar a través de sus constantes pedidos para que selle un acuerdo con Unidad Ciudadana y el PJ. En el massismo aceptan el rol que le quieren imponer y lo utilizan a su favor. Un dirigente con peso dentro de la estructura del Frente Renovador lo puso en palabras: "El kirchnerismo está muy cerrado. La apertura en serio es con Sergio. Desde lo simbólico y desde lo que significa su presencia en el armado".
En Alternativa Federal dan por descontado que Massa ya no pertenece al espacio y buscan retomar la iniciativa luego de un nuevo y duro golpe a la estructura política. Lo veían venir. El primero en marcarlo fue Roberto Lavagna, que al enterarse de las negociaciones entre el tigrense y el kirchnerismo decidió cortar la línea de comunicación que había con Massa y su espacio político. El escenario también cambió para el peronismo federal. Apurados por el calendario electoral, deberán definir el plan de acción del espacio y las candidaturas.
En los próximos días Massa pasará del discurso a la acción y comenzará a entablar conversaciones con los principales dirigentes del kirchnerismo. El final de esas negociaciones es impredecible. Es una incógnita. Una más entre tantas que florecen en la política argentina.
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