Cómo es la propuesta de Urtubey para atenuar el presidencialismo y qué opinan los expertos

El precandidato a presidente del peronismo federal adelantó que de ganar impulsaría una reforma para que el jefe de Gabinete sea elegido por el Congreso. Infobae consultó a cuatro politólogos y un abogado constitucionalista sobre los posibles efectos que una medida así tendría en el sistema político

El precandidato presidencial del peronismo federal, Juan Manuel Urtubey, adelantó en diferentes entrevistas que si se impone en los comicios impulsará una reforma para que el jefe de Gabinete sea electo por el Congreso y actúe como una especie de Primer Ministro europeo. Según su visión, este cambio obligaría a los partidos a formar coaliciones y a consensuar políticas públicas, especialmente en un escenario como el actual donde ninguna fuerza cuenta con mayoría absoluta.

"El hiperpresidencialismo, el personalismo, ese abuso de poder tan sistemático en la Argentina, nos hace mucho daño. Cuando vayamos a un sistema donde el presidente tenga un poco menos de poder y el Congreso sea co-responsable de las políticas públicas a través del acuerdo para el jefe de Gabinete, la Argentina va a tener más estabilidad", explicaba el gobernador salteño hace algunas semanas en la mesa de Mirtha Legrand.

Las críticas hacia al presidencialismo no son nuevas. De hecho, el debate sobre las ventajas y desventajas de esta forma de gobierno estuvo en auge en los años '80. Muchos politólogos consideran que es un sistema muy "rígido" que empeora las crisis políticas y económicas porque concentra demasiado poder en una persona (el presidente) que además no podía ser destituida antes de que termine su período de gobierno. No obstante, otros argumentaban que los problemas de los países latinoamericanos se relacionaban más con el subdesarrollo económico y señalaban, por ejemplo, que Estados Unidos es un país exitoso, estable y presidencialista; o también que en África existen parlamentarismos propensos a las crisis.

Parlamentarismo y semipresidencialismo

En un parlamentarismo clásico, el primer ministro lleva adelante la administración del país pero no es independiente del Congreso sino que es designado por éste tras la conformación de una mayoría. Si ningún partido es mayoritario se deben formar coaliciones de gobierno. Además, puede ser removido de su cargo en cualquier momento si pierde el apoyo parlamentario o si se rompe la coalición. Esta característica da más "flexibilidad" para renovar el Ejecutivo en situaciones de crisis.

La propuesta de Urtubey, entonces, sería bastante similar a una postura intermedia entre el presidencialismo y el parlamentarismo: se lo conoce como semipresidencialismo y Francia es su principal exponente. En este diseño institucional coexisten un presidente electo por el pueblo y un primer ministro designado por el parlamento. En Argentina hay un antecedente: el ex presidente Raúl Alfonsín intentó avanzar en esa línea cuando incluyó la figura del jefe de Gabinete en la reforma constitucional de 1994. Pero si bien su objetivo era atenuar el poder del presidente, en la práctica terminó funcionando como un ministro más. El mismo Urtubey incluso aseguró que su iniciativa apunta a "recuperar el espíritu" de la reforma de Alfonsín que quedó "a mitad de camino".

Como todo cambio de fondo, un salto al semipresidencialismo puede solucionar algunos problemas pero también generar otros nuevos. Especialmente porque es muy difícil prever cómo se adaptarán los actores políticos a las nuevas reglas de juego.

¿Qué efectos tendría en el juego político?

Para Elsa Llenderrozas, directora de la Carrera de Ciencias Políticas de la UBA, la inestabilidad política y económica de Argentina tiene otras múltiples causas que no pasan únicamente por el andamiaje institucional. Además, sospecha que los posibles casos de "cohabitación" o gobierno dividido (que un partido o alianza opositora controle el Congreso y nombre un jefe de Gabinete que no responde al oficialismo) llevarían a más inestabilidad porque dejarían a un presidente sin la posibilidad de conducir su gobierno. Por otro lado, si el oficialismo controla el Congreso "sería lo mismo que un presidencialismo clásico" ya que el jefe de Gabinete es elegido por el partido del presidente, y por lo tanto respondería políticamente a él. "Como pasa en Francia", aclara.

Ante la consulta de Infobae, el politólogo e investigador Andrés Malamud también se expresó en la misma línea y con un ejemplo bastante gráfico. "Si el presidente tiene mayoría en el Congreso, como ocurre cuando gobierna el peronismo, el jefe de Gabinete será su subordinado; y si no tiene mayoría, como ocurre con los presidentes no peronistas, el jefe de Gabinete será un palo en la rueda. El semipresidencialismo mantendría la discrecionalidad de un presidente peronista y garantizaría la parálisis de uno no peronista. En síntesis, no cambiaría nada", expresó categórico.

Por su parte, Martín D'Alessandro, politólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político, consideró que en caso de intentar un reforma del sistema político la idea de Urtubey es "razonable" porque "da un pasito más hacia descomprimir la enorme responsabilidad del presidente". Y agrega que no es tan "descabellado" como lo que han planteado en alguna oportunidad personalidades tan diferentes como Hermes Binner, Eduardo Duhalde o Eugenio Zaffaroni: pasar directamente a un parlamentarismo.

Sin embargo, señala que una coyuntura de polarización como la de hoy en día tal vez no sea el mejor momento para intentar cambios. "Si no pueden acompañar al presidente a una gira internacional, imaginate si tuvieran que compartir responsabilidades de gobierno", ejemplifica con ironía. Según D'Alessandro, primero se necesitan consensos que van más allá del diseño institucional: "Si vos no tenés la capacidad de hacer un acuerdo sobre qué tipo de desarrollos capitalista querés, con qué burguesía, con qué tipo de inversiones, etc., por más que tengas el mejor diseño institucional del mundo, no vas a ir para adelante".

Algo similar plantea el politólogo Nicolás Tereschuk, quien destaca que Argentina y Brasil son democracias de baja institucionalización. Esto quiere decir que las reglas se cambian muy rápidamente o no se aplican como dice la letra de la ley. "Por un lado los actores políticos, de todos los partidos, no se dejan restringir por la normas. Además hay otros actores con mucha influencia como sindicatos, Iglesia o Fuerzas Armadas, que no estarían incluidos en este tipo de reformas", afirma. Y agrega: "La jefatura del Gabinete es un ejemplo claro de cómo se diluye el espíritu de la ley".

Para Tereschuk, se puede fomentar los consensos sin necesidad de reformas institucionales: "La impronta que puede darle un presidente a las instituciones, si apoya esa cultura de acuerdo, si lo lleva adelante con hechos, si alinea su partido para implementar ese tipo de prácticas y a su vez le reditúa electoralmente; tal vez se puede producir una especie de círculo virtuoso. Pero dada la centralidad del presidente en el que tiene que mover esa pelota es él".

La directora de Ciencias Políticas de la UBA también coincide en que no se necesiten reformas institucionales para poder gobernar en coalición. "La integración de los Gabinetes, incluir a los miembros de la coalición en los procesos de tomas de decisiones, en la asignación de áreas, eso es un proceso que puede dar resultados", especula Llenderrozas. Una de las señales que toma es que desde fines de los '90 los partidos deben armar coaliciones electorales para ganar los comicios. Faltaría avanzar en el reparto de responsabilidades de gobierno.

¿Sin reforma constitucional?

Desde el equipo de Urtubey aseguran que se puede hacer este cambio sin recurrir a una reforma de la Constitución. Su interpretación es que como el jefe de Gabinete puede ser removido o interpelado con una moción de censura del Congreso (algo que nunca ocurrió), se podría reglamentar con una ley su designación con el mismo mecanismo. "Quien puede lo más, puede lo menos. Si puede ser removido por el Congreso también puede ser designado por él", aseguran.

Sobre este punto, Infobae consultó al abogado constitucionalista y director de la carrera de posgrado en Derecho Constitucional de la UBA Daniel Sabsay. "No veo otro camino que la reforma de la Constitución, porque el artículo 99 es clarísimo en que el presidente 'por sí solo nombra y remueve' al jefe de Gabinete", afirmó el constitucionalista. Según su visión, no se puede interpretar la Constitución "en sentido extensivo", por lo tanto donde se reglamenta el voto de censura "de ninguna manera se habla de una posible designación".

No obstante, si bien no coincide en el mecanismo, Sabsay comparte parte del diagnóstico del gobernador salteño: "No hay duda de que en toda Latinoamérica el presidencialismo es un gran problema. Salvo excepciones como Marcelo T. de Alvear o Illia, no ha habido ninguno que no haya atropellado a los otros poderes, que no se haya arrogado poderes excepcionales, etc. Con lo cual todo lo que implique morigerar los poderes presidenciales es algo positivo, ahora no creo que la sola reforma per se modifique todos los comportamientos".