Donald Trump decidió utilizar la ayuda humanitaria para romper la lealtad de los generales venezolanos y forzar la renuncia de Nicolás Maduro que aún tiene a su favor la voluntad negociadora del Vaticano y la Unión Europea, el respaldo militar de Cuba y el apoyo financiero y económico de China y Rusia.
Estados Unidos está acopiando en Colombia toneladas de alimentos y medicamentos destinados a Venezuela, mientras la Casa Blanca negocia con ciertos generales de Maduro la apertura de un corredor humanitario que permita distribuir esa ayuda solidaria sin interferencias del aparato militar y civil que responde al régimen populista.
Mauricio Macri recibe informes todos los días sobre la situación en Venezuela y asume que la situación política de Maduro crujirá cuando tenga que decidir si permite el ingreso de las cajas de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) que aguardan en Cúcuta (Colombia) para satisfacer las necesidades alimentarias, médicas y de higiene que enfrentan millones de venezolanos. El presidente argentino no descarta enviar al terreno una delegación de Cascos Blancos para colaborar con la distribución de la ayuda humanitaria que se multiplicará con el correr de las semanas.
El dilema de Maduro
En Venezuela, no hay alimentos, medicamentos, ni artículos para la higiene personal. Todo está en el mercado negro, que controlan los funcionarios de la administración populista. La gente muere por falta de medicina y tiene poco para comer ante la situación económica que golpea al gobierno de Maduro. Hay un desabastecimiento profundo que ya implica una crisis humanitaria inédita para la historia de Venezuela.
En este contexto, Maduro enfrenta un dilema político: si acepta la ayuda que prepara la USAID, reconoce la crisis humanitaria. Y si continúa con su rechazo, el presidente interino Juan Guaidó solicitará a las Fuerzas Armadas que colaboren con la distribución de los kits con comida, medicamentos y artículos de higiene que ya están almacenando en Cúcuta(Colombia). Los generales venezolanos quedaron en contestar y una respuesta positiva pondría a Maduro al borde del precipicio político.
Trump no quiere un status quo diplomático como consecuencia de las distintas negociaciones que se abrieron desde principios de año. El presidente de los Estados Unidos se impacienta ante la resistencia del régimen populista y los tiempos de la diplomacia multilateral –Grupo de Lima, Unión Europea con Uruguay, el Papa Francisco y los cubanos–, y quiere avanzar sin escalas hasta Caracas para derrocar a Maduro, imponer un gobierno de coyuntura y convocar a elecciones libres y transparentes.
En esta estrategia cuasi bélica, Trump no tiene aliados regionales. Brasil y Argentina sólo respaldan la vía pacífica para salir de la crisis de Venezuela y en Washington ya saben que Jair Bolsonaro y Macri no aceptarán una aventura americana en Venezuela. Ambos socios del Mercosur consideran que esa hipótesis de conflicto abre una posible guerra de baja intensidad con muerte en las calles y final abierto.
Pero Trump no duerme y sus asesores de la Casa Blanca tienen dos planes alternativos para derrocar a Maduro en las próximas semanas. Lograr que los generales de Maduro se involucren en la distribución de la ayuda humanitaria y finalmente derriben al líder venezolano que se negó a entregar las cajas de la USAID, o esperar que el presidente interino solicite la intervención americana para conseguir que la comida y los medicamentos lleguen a Venezuela. Trump juega con estas dos alternativas, y ya se sabe que es un líder global con escasa paciencia para esperar los tiempos de la cooperación y las relaciones exteriores.
El Grupo de Lima ha explicitado que no acepta una aventura militar americana en Venezuela. Y tampoco esa eventual iniciativa es respaldada por la Unión Europea (UE), la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas (ONU). Sin embargo, frente a una dinámica local forzada por generales populistas o solicitada por Guaidó, poco podría hacer el sistema internacional frente a los hechos consumados. Nada detuvo la invasión a Granada, Panamá e Irak, pese a los cuestionamientos diplomáticos en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Entonces, a partir de la información que fluye desde Washington, New York, París, La Habana, Caracas, Montevideo y Buenos Aires, la hoja de ruta aparece con cierta precisión: habrá una reunión en la OEA de los países que apoyan a Guaidó para explicitar la crisis humanitaria que atraviesa Venezuela. Trump insistirá con enviar las cajas de la USAID a territorio venezolano. El gobierno interino pedirá a los generales populistas que enfrenten a Maduro y distribuyan la ayuda humanitaria. Guaidó movilizará a los cuarteles, o la frontera con Colombia para recoger la ayuda americana, o solicitará una intervención extranjera. Y Maduro deberá decidir si reprime, acepta la jugada de la Casa Blanca o enfrenta a su cúpula militar.
Venezuela en su laberinto. No hay salida a la vista.