Los argentinos no parecen nada conformes con los objetivos alcanzados en el 2018 por la democracia para mejorar sus vidas. Aquella frase que reiteraba el ex presidente Raúl Alfonsín en los años 90 cuando planteaba que aún vivimos en una "democracia incompleta" parecerían tener plena vigencia a la luz de los últimos resultados de la encuesta del Observatorio de la Deuda Social de la UCA que revela varios datos alarmantes: el 65,6% de la gente siente una disconformidad con el funcionamiento de la democracia, un 60,2% descree de las instituciones de la República, hay un 74% de déficit de participación ciudadana y un 34,6% de apatía de la gente por la democracia.
Todos estos indicadores se incrementaron en el último año si se tiene en cuenta que en el 2017 el nivel de disconformidad con la democracia era del 51,6% y el registro actual del 65,6% es el de mayor pronunciamiento de cuestionamientos de los argentinos al funcionamiento democrático en los últimos nueve años.
"Existe una manifiesta disconformidad de los sectores con dificultades en el funcionamiento de la democracia que se refleja en una mezcla de rechazo al gobierno actual y a la democracia en general", evaluó ante Infobae Agustín Salvia, el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. El mismo centro de investigaciones acaba de reflejar un aumento de cinco puntos del índice de pobreza en la Argentina que llegó al 33,6% en el tercer trimestre de este año.
El nivel más bajo de percepción ciudadana sobre el funcionamiento de la democracia que registró la UCA fue en en el 2011 (37,5%), y el más alto este año (65,6%). Así, casi 2 de cada 3 entrevistados se muestran disconformes con el funcionamiento de la democracia en el corriente año, 14 puntos porcentuales más que en el 2017.
Para Bautista Gutiérrez Guerra, que es el investigador de la UCA que estuvo a cargo del informe Valoraciones de la Democracia y apatía ciudadana (2010-2018), "el indicador de disconformidad con el funcionamiento de la democracia no cuestiona la legitimidad de la democracia como forma de gobierno sino que pone de relieve la evaluación de la sociedad sobre el cumplimiento de objetivos fundamentales que tienen que ver con alcanzar niveles aceptables de bienestar".
Para que quede claro este punto, es en los sectores medios y bajos donde más creció el malestar sobre el funcionamiento de la democracia porque en los últimos años se vio resentida su situación socio económica.
Así, la encuesta de la UCA, a la cual tuvo acceso exclusivo Infobae, sostiene que los sectores medios mostraban el año pasado un 45,1% de disconformidad con la democracia y hoy muestran niveles del 60,5%. En los sectores de trabajadores de bajos recursos en el 2017 la percepción negativa de la democracia era del 54,5% y ahora expusieron un malestar que ronda el 68,1%. Algo similar ocurrió en los sectores bajos socioeconómicos donde había una disconformidad en la democracia del 55,3% en el 2017 y este año es de 69,5%.
"Todo esto muestra que la crisis golpeó fuerte y que hay un gran rechazo a las grietas políticas que no logran resolver en democracia las situaciones de bienestar del ciudadano medio", explicó Salvia.
El informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA revela que los niveles de disconformidad con la democracia aumentan a medida que se desciende en el estrato socio-ocupacional, en el nivel socio-económico y en la condición socio-residencial, así como entre la población sin secundario completo. Es decir, a peor situación socioeconómica mayor percepción negativa del funcionamiento de la democracia y sus resultados. En una Argentina donde el índice de pobreza creció era previsible que esto ocurriera aunque no con las cifras tan elevadas como se muestran en el informe de la UCA.
Por otra parte, el dato llamativo que surge de esta encuesta realizada sobre 5.860 hogares en todo el país, exhibe una evolución anual de desconfianza en las instituciones de la República. Esto es, el porcentaje de población adulta que manifestó confiar poco o nada en el Gobierno Nacional, el Congreso, la Justicia y la Policía o la Gendarmería.
Por ejemplo, en el 2018, la desconfianza en las instituciones de la Argentina alcanzan el 60,2% –6 de cada 10 personas–, siendo el nivel más alto de todo el período analizado, con un aumento de 11 puntos con respecto al 2017.
En este sentido, Gutiérrez Guerra señaló que la Justicia, el Gobierno y el Congreso son las instituciones que mayor nivel de desconfianza ciudadana alcanzaron en este año desde el 2010. Mientras que en el 2018 la desconfianza en las instituciones llegó al 60,2% este año, en el 2011, que fue el período de registro más bajo, esa impresión llegó al 38,8%.
Cuando se habla de la evolución de la apatía ciudadana en Argentina se analiza en la evolución de los tres indicadores que se utilizaron como insumo para la construcción de este índice: la disconformidad con el funcionamiento de la democracia, desconfianza en las instituciones de la república y déficit de participación ciudadana. Más allá de que este no es un año no electoral el índice de apatía ciudadana llegó al 34,6% (más de 1 de cada 3 personas), su máximo histórico.
Los principales sectores afectados por esta condición de apatía ciudadana son los más vulnerables socialmente: las personas pertenecientes al estrato bajo marginal (42,8%), la población que habita en villas y asentamientos precarios (50,5%), así como en el conurbano bonaerense (39,7%), los jóvenes de 18 a 34 años (38,5%) y las personas sin secundario completo (42,4%).
La evolución anual del déficit de participación ciudadana, por su parte mide el porcentaje de personas que manifiestan no participar en ninguna actividad, organización ni institución de la sociedad civil (actividades político-partidarias, actividades sindicales, actividades parroquiales o de alguna institución religiosa, actividades solidarias o junta de vecinos, y grupos sociales).
En este sentido, los niveles de déficit son altos a lo largo de toda la serie: su pico máximo se da en 2015 (80,8%), y sus niveles más bajos, en 2010 y 2018 (74%). Prácticamente 3 de 4 personas mayores de 18 años no participan en ninguna de las actividades u organizaciones de la sociedad civil.
Sin embargo, el déficit de participación ciudadana aumenta a medida que desciende el estrato socio-ocupacional, el nivel socio-económico y la condición residencial de la población. En cuanto a las características individuales de los entrevistados, se ve que los hombres, los jóvenes de 18 a 34 años y las personas con secundario completo tienden a participar menos que el resto de los grupos sociales analizados.
Todo este combo de disconformidad con la democracia, de apatía ciudadana en aumento, desconfianza en las instituciones y déficit de la participación ciudadana dan lugar a un cocktel explosivo y latente: el riesgo de un voto muy volátil y poco afecto a los partidos tradicionales.
En palabras de Salvia, esta situación "contempla el riesgo de una clase social que abre la puerta a un Bolsonaro o un López Obrador y es el reflejo de una fragmentación social importante y un malestar con los resultados concretos que debe ofrecer la democracia".
Los datos presentados por la UCA forman parte del trabajo de investigación del Observatorio de la Deuda Social que tomó registros relevados para aproximadamente 5.700 respondentes de hogares urbanos en el cuarto trimestre de los años 2010 a 2015 y en el tercer trimestre de 2016 a 2018. En este último caso, la muestra alcanzó a 5.860 respondentes de áreas urbanas en una muestra representativa a nivel nacional. Allí se tomaron ciudades con más de 80.000 habitantes.