Raanan Rein: "El peronismo 'normalizó' la presencia de argentinos de origen semita, árabes y judíos, en la política"

“Hoy está de moda hablar de exclusión, de xenofobia, de rechazo de inmigrantes; por eso es importante destacar esta política peronista”, dice el historiador israelí. autor de “Los muchachos peronistas árabes”

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Este nuevo libro, editado por Sudamericana, viene a completar un título anterior de Rein, Los muchachos peronistas judíos, en una línea de investigación enfocada en áreas poco estudiadas de la historiografía sobre el justicialismo.

Nunca más oportuno el libro de este historiador israelí que resalta un aspecto de la política peronista que contribuyó a configurar una sociedad argentina abierta y tolerante, en momentos en que parte de la clase dirigente -incluyendo a algunos "herederos" de Perón-, abrumada quizás por su incapacidad para formular soluciones a los acuciantes problemas del país, cae en el gastado y peligroso recurso de buscar chivos expiatorios, fomentando los peores prejuicios y la enemistad social.

Raanan Rein destaca en cambio el mosaico de identidades reconocido por el gobierno peronista a fines de los años 40 y el papel que jugó la colectividad árabe, no sólo en el peronismo, sino más en general a la consolidación de la Nación, entre otras cosas por su disperso patrón de asentamiento geográfico.

En esta charla con Infobae, Rein cuestiona la visión binaria que atribuye todos los males de la Argentina al peronismo, un posicionamiento que es en parte fruto de no contextualizar los procesos y de no adoptar una metodología comparativa.

A diferencia de las "presiones para intentar homogeneizar a las sociedades", una tendencia que hoy se observa en muchos países del mundo, el peronismo representó "otro polo, otra alternativa", dice Rein.

— Está muy de moda hablar de diversidad, de inclusión, de aceptación, y usted en su último libro afirma que el primer peronismo, el del 45, había ya adoptado un modelo de aceptación de las distintas colectividades, de respeto. Algo distinto, dice usted, de la tradición argentina anterior.

— Exactamente. Para mí el peronismo representa un cambio en la política estatal hacia distintos grupos de inmigrantes y sus descendientes nacidos en la Argentina. Durante décadas, desde la Independencia, pero sobre todo a partir de los años 1880 en adelante, la Argentina mantenía esta idea de crisol de razas según la cual los inmigrantes tenían que dejar aparte todo su bagaje cultural, lingüístico, religioso, para poder integrarse y convertirse en argentinos. El peronismo por vez primera da legitimidad a la identidad múltiple, al mosaico de identidades que tienen los inmigrantes; son argentinos obviamente pero tienen lazos culturales, emocionales también con sus países de origen. Pero hay un cambio entre el Perón del 45/46 y el de fines de los 40 y principios de los 50. Cuando llega al poder, Perón todavía mantiene las ideas tradicionales con respecto a la inmigración, y tiene discursos que de hecho dicen que un buen argentino debe ser católico. Es decir, los no católicos de algún modo no tenían lugar en la Nación Argentina. Pero dos o tres años después, empieza a cambiar el discurso y se dirige a las comunidades árabes, judía, japonesa, para decirles a todos: ustedes son parte integral de la Argentina pero tienen un valor agregado, son también árabes, judíos, japoneses, y pueden de esta manera contribuir aún más a la grandeza de la Nación, al desarrollo de la Argentina.

El historiador israelí Raanan Rein, vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, de visita en Buenos Aires, para la presentación de su último libro, “Los muchachos peronistas árabe”
El historiador israelí Raanan Rein, vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, de visita en Buenos Aires, para la presentación de su último libro, “Los muchachos peronistas árabe”

— Hay incluso una aceptación de una doble identidad.

— Exactamente. No molesta, se lo considera un valor agregado. Todo este concepto de la doble identidad no tiene nada que ver con el peronismo de los 40 y 50, tiene que ver más con la extrema derecha nacionalista de los años 60 y 70. En aquel momento sí se habla mucho de la doble identidad, la doble lealtad, ahí no hay lugar para esta Argentina multicultural y multirreligiosa de hoy en día que empieza este camino en el primer peronismo.

— ¿A qué se debe el enfoque que hace Perón que más que de tolerancia es valorativo?

— Por un lado tiene que ver con la composición tan heterogénea del peronismo que intentó incluir a gente de distintos orígenes partidarios, ideológicos, étnicos, sociales, etcétera. Tiene que ver con la necesidad en este momento de la posguerra de cultivar buenas relaciones con muchos países; la Argentina tenía una posición algo marginal por la neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial, entonces Perón intenta usar a esos argentinos de distintos orígenes para asegurar la posición argentina en la escena internacional. Y tenía también que ver con esta idea de que lo importante era que fueran peronistas, no importaba su origen. El problema es que esta concepción dejaba afuera a los no peronistas. Aunque sí tenía ese esfuerzo de incluir a los argentinos de todo origen.

— Usted formula una explicación posible, interesante y novedosa, del conflicto de Perón con la Iglesia Católica. Algo realmente poco o por lo menos poco satisfactoriamente explicado. Y usted encuentra en esta actitud de Perón, de apertura a otras identidades religiosas, una explicación posible. O un factor que incidió.

— Cierto. Yo creo que a partir del año 48 se nota un alejamiento del peronismo del establishment de la Iglesia Católica y hay un intento de incluir gente de distintas religiones y orígenes étnicos. Y esto lo noto también en los textos escolares de aquel momento. Por ejemplo hay un libro del 52 ó 53, no me acuerdo exactamente, que incluye un diálogo entre dos chicas, Beatriz y Ester, Ester es judía, y ahí se dice "no importa si uno es cristiano o judío, en la nueva Argentina de Perón hay lugar para todos", etcétera. Es decir, el alejamiento con la cúpula de la Iglesia empieza mucho antes del conflicto del 54/55 y tiene que ver, entre otras cosas, con este esfuerzo de incluir a no cristianos o ciertamente no católicos en el movimiento.

— Otro elemento que puede tener mucho eco en el presente, es que el peronismo también fue pionero en materia de participación política femenina -más allá del voto, la mujer tuvo mucho protagonismo en ese movimiento-; y usted señala que eso fue un elemento de fricción con la Iglesia Católica. Porque una cosa es que las mujeres voten, otra cosa es que salgan de la casa para actuar en política…

— Es cierto, dedico unas páginas del libro a las muchachas peronistas árabes, Delia Sarquis, Esther Fadul y otras. Pero también dentro de la colectividad árabe hubo distintas voces. Los que estaban relacionados con la Iglesia Maronita, católica, no estaban muy entusiasmados con estas nuevas iniciativas. Pero sin ninguna duda el peronismo ofrece oportunidades también para las mujeres de las distintas colectividades étnicas, y no solamente de acuerdo a su clase social o religión. Sí, hay un cambio en eso. Pero debo decir algo: empezaste esta conversación diciendo que hoy está de moda hablar de inclusión, de multiculturalismo… yo creo que al contrario, y por eso es importante destacar esta política peronista. Hoy está de moda hablar de exclusión, de xenofobia, de rechazo de inmigrantes.

— Más que hablar, reaparece en hechos concretos.

— Reaparece. Distintos gobiernos adoptan políticas restrictivas con respecto a la inmigración. Y hay otra vez presiones para intentar homogeneizar a las sociedades. Así que en ese sentido el primer peronismo representa otro polo, otra alternativa.  

— Claro. Pero me parece interesante marcar que la mujer árabe, cuya situación en muchos de sus países de origen no es la ideal, encontró en la migración una oportunidad de promoción. Llegaban a un país donde había mucha más apertura y mucha menos presión social sobre la mujer.

— Sin ninguna duda. En el proceso de argentinizarse también tenían la oportunidad de salir de la casa, de integrarse al mercado laboral. A veces jugaban un rol principal en la familia; al hombre a veces le costaba más integrarse, adaptarse, y fue la mujer la que tomó la iniciativa, la que salió a trabajar, la que, a través de la educación de los hijos en las escuelas públicas, se hizo más rápidamente argentina que el hombre.

Siempre se habla de la integración de la clase obrera en la política a través del peronismo pero no tanto de los distintos grupos de inmigrantes

— Es interesante la estrategia de equilibrio de Perón que usted expone: si recibía a un funcionario israelí o a algún referente de la colectividad judía local, luego hacía lo propio con algún árabe, y viceversa.

— Es parte de este secreto de Perón de lograr dirigirse a distintos grupos, distintos sectores, distintos países, y maniobrar entre unos y otros. Sí, cualquier gesto hacia la colectividad judía o hacia el nuevo Estado de Israel era acompañado por un gesto hacia la colectividad árabe o hacia las nuevas repúblicas de Siria, del Líbano u otros países musulmanes en la región.Y me parece que este libro, que forma parte de un proyecto más grande con respecto a la nueva política hacia comunidades de inmigrantes, agrega la dimensión étnica al estudio del peronismo. No se ha prestado suficiente atención hasta hoy a esa dimensión. Siempre se habla de la integración de la clase obrera en la política a través del peronismo pero no tanto de los distintos grupos de inmigrantes. Y esto lo veo como un aporte mío a la historiografía del peronismo a la par de mis trabajos sobre la segunda línea del liderazgo peronista que también arrojó una nueva luz sobre este tema.  

— ¿Qué otro aspecto ve que no se haya investigado todavía respecto del peronismo?

— Se ha trabajado sobre la mayoría de los aspectos, sin embargo muchas veces desde una visión muy parcial y muy partidaria. Yo he intentado en los últimos 30 años encontrar aspectos no estudiados o reexaminar otros que ya estaban trabajados pero desde una visión muy, muy estrecha. Siempre me preguntan acerca del aporte que podemos hacer los historiadores no argentinos a la historiografía del peronismo, y me parece que esta relativa distancia que tenemos de la política argentina, el hecho de que no estamos metidos en las internas de acá, a veces nos da la posibilidad de analizar este fenómeno con sus luces y sombras. No tenemos que declararnos peronistas o gorilas para mirar desde un bando u otro. Pero cuando miro retrospectivamente, varios temas que he trabajado eran novedosos en su momento. Por ejemplo, el primer trabajo académico sobre el uso y abuso del deporte en la Argentina peronista, que publiqué en los años 90, en aquel momento fue pionero en muchos sentidos.

— También el vínculo con Franco, del que se opina muy ligera o esquemáticamente.

— Es cierto. Mi libro sobre el pacto, sobre la alianza entre Perón y Franco, intentó explicar el porqué de esa relación. Y no tenía casi nada que ver con la ideología ni con una simpatía personal, sino con las circunstancias de la escena internacional de aquel momento: dos países que estaban algo marginados por su neutralidad en la Segunda Guerra Mundial, necesidades económicas complementarias, una oportunidad de enfatizar las raíces hispánicas de la Argentina y así desafiar a la orientación intelectual hacia Francia y Gran Bretaña. Un tema fascinante, que tiene que ver con relaciones internacionales pero también con la formación del movimiento peronista.

— ¿Le sorprende el rebrote que se vive de esta polarización peronismo – antiperonismo? Hay una regresión a una lectura binaria del pasado reciente, según la cual el peronismo tiene la culpa de todos los males habidos y por haber en este país.

— Sí, tiene que ver con por lo menos dos cosas. Por un lado el hecho de que la gente lee el pasado en clave del presente. Es decir, las necesidades políticas del momento, el conflicto alrededor del kirchnerismo, etcétera, de algún modo dan un nuevo empuje a la publicación de libros sobre el peronismo.  La otra cosa tiene que ver con esta visión binaria de tantos argentinos acerca de la política…

— …acerca de todo.

— Sí, de todo (risas). Y eso les impide a muchos darse cuenta de la responsabilidad de todos los argentinos con respecto a ciertos fenómenos. Cuando algunos hablan del peronismo como antisemita, olvidan que las restricciones sobre migración judía a este país empezaron en los años 30, mucho antes de la aparición de Perón en la escena política. Dicen que Perón dio refugio a criminales de guerra nazis, sí. Pero, una vez que cayó Perón, ¿hubo algún presidente argentino dispuesto a extraditar a criminales de guerra nazis? Ninguno. Es muy fácil y muy simplista decir "toda la decadencia argentina empieza con el peronismo, el antisemitismo tiene que ver con el peronismo", etcétera, etcétera…

— También hay una descontextualización. Porque en los años de la guerra a los judíos no les daba asilo nadie.

— Exactamente. Muy pocas veces los historiadores argentinos revisan estos procesos a través de una perspectiva comparativa, y es a veces crítico emplear ese enfoque. Como decís, los judíos no podían entrar en esos años casi en ningún país del mundo. Y cuando uno hace este tipo de comparaciones los Estados Unidos no salen mucho mejor que la Argentina. Ha sido una de mis herramientas en mis distintos libros.

Para muchos no católicos, fuesen éstos musulmanes, judíos, japoneses, rusos, etcétera, era más fácil integrarse en esta sociedad que en otras

— También resurge la polémica laica o libre, los reclamos de separación Iglesia y Estado, como si no lo estuvieran, como si la Argentina fuera un país teocrático… Supongo que está enterado de que estamos de nuevo en ese combate.

— Sí. De hecho, debo decir que en este país, si adoptamos una perspectiva más amplia, la religión jugaba un papel menor comparando con otros países, sobre todo desde los años 40 en adelante. Y para muchos no católicos, fuesen éstos musulmanes, judíos, japoneses, rusos, etcétera, era más fácil integrarse en esta sociedad que en otras. Y, hablando de la integración de judíos y árabes a través del peronismo, en ese sentido, el peronismo de algún modo normalizó, entre comillas, la presencia de argentinos de origen semita en la política. No es un tema el hecho de que, por ejemplo, Cristina Kirchner tenía en su gobierno a un canciller judío, a un ministro de economía judío, a un ministro de salud de origen árabe. No es un tema…

— No le interesa a nadie.

— No, a nadie. Y no es lo mismo en otros países; en otros países es un tema. El hecho de que el actual Presidente esté casado con una argentina de origen árabe, el hecho de que en Tucumán el actual gobernador sea de origen árabe, el anterior de origen judío, no es un tema. Si se los critica es por otros motivos, que tienen que ver con su conducta, con su identidad político ideológica, pero no por su origen étnico.

El aporte de la comunidad árabe al desarrollo argentino ha sido enorme, enorme, y no lo suficientemente valorado por mucha gente

— ¿Qué imagen le queda del papel de la comunidad árabe en nuestra sociedad?

— El aporte de esta comunidad al desarrollo argentino ha sido enorme, enorme, y no lo suficientemente valorado por mucha gente. Precisamente por su dispersión a lo largo y a lo ancho de toda la República ellos contribuyeron a formar la Argentina que conocemos hoy en día. Sí, estos comerciantes ambulantes que vendían sus mercancías en distintos pueblos del interior del país, cada uno con su propia trayectoria, han contribuido a esta nación.

— ¿Es una comunidad de inmigrantes que se dispersó geográficamente más que otras?

— Sí, sí, a diferencia de la colectividad judía, que en su vasta mayoría se concentró en la Capital Federal, en este caso vemos que en muchas provincias del interior, sobre todo Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca y Neuquén, hicieron su aporte al desarrollo y a la modernización de la Argentina.

Tucumán era considerado un oasis radical hasta el surgimiento del peronismo

— Justamente, es otra perspectiva interesante y novedosa en su libro, este enfoque federal, desde las provincias, que suele faltar.

— En ese sentido el libro entra en una escuela que empezó ya hace varios años, extra-céntrica, que también arroja luz a lo que pasaba en las distintas provincias. Y es de suma importancia, porque muchos relacionan al peronismo con la clase obrera de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires, pero en las provincias rurales el peronismo pegó y mucho y hay que entender por qué y cómo, qué tipo de alianzas formaba en cada provincia y por qué logró movilizar el apoyo de la gente. El caso de Tucumán es fascinante, Tucumán era considerado un oasis radical hasta el surgimiento del peronismo, y ahí gana el peronismo y se establece como la fuerza política más importante durante muchos años.

— ¿Diría que fue en parte por el aporte de la comunidad árabe? ¿Que la comunidad árabe tuvo un rol en ese cambio?

— La comunidad árabe tuvo un rol en eso. La historiografía hasta ahora se concentró en los obreros de la industria azucarera, en las relaciones o la alianza con la Iglesia Católica, en lo que pasaba en la Universidad de Tucumán con los estudiantes, pero nadie hasta ahora había prestado atención al rol que jugaban los argentinos de origen árabe en la movilización y el apoyo para el peronismo.

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