"No busco nada. Me preguntan y contesto, se trata de una decisión que tengo tomada hace mucho tiempo", le dijo esta mañana el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, a Infobae. "Ya hice el duelo, voy a cumplir con mi mandato institucional, pero no voy a reelegir", agregó. En efecto, el 23 de abril la información fue anticipada por este medio.
El mundo de la política se conmovió con las especulaciones que generó la noticia; algunos incluso creyeron que el número cuatro en la sucesión presidencial podría dejar Cambiemos. No parece que se tratara de eso, sino de la ratificación de una decisión que había acordado con el Presidente y el jefe de Gabinete, antes de que se desatara la crisis económica.
En rigor, las turbulencias se iniciaron más o menos en paralelo a esas noticias. El círculo rojo no comprendió por qué el Gobierno despreciaba el talento político de Monzó y se recostaba en funcionarios sin trayectoria de Estado. La confianza de los mercados crujió cuando comprobaron que Mauricio Macri se volvía cada vez más excéntrico para gestionar la administración nacional. En un intento por aventar esa desconfianza, Marcos Peña apuró una foto en la Residencia de Olivos con Monzó, Rogelio Frigerio y Ernesto Sanz, tampoco demasiado creíble porque el sistema de decisiones no había cambiado.
Lo concreto es que Monzó puso entre paréntesis su crisis personal y enfocó su energía en colaborar para aventar la tormenta que se iba transformando en huracán. Si hay una prueba de que el Gobierno considera terminado el riesgo del default es que las cosas volvieron al punto en el que estaban antes, con el titular de Diputados afuera de todo lo que no sea la agenda parlamentaria. Como dice un hombre de su riñón: "Somos un poder tan independiente, que nadie del Ejecutivo nos da pelota".
Monzó es un hombre de la política, al que no se le permite hacer política. Armó el PRO en todo el país, era el hombre fuerte del partido que mandó adelantados para construir estructuras donde no había nada, aterrizaba en los distritos y era como si llegara un Macri nuevo, con capacidad de ver las necesidades del otro, lo que le permitía tejer alianzas y construir acuerdos.
También jugó fuerte para realizar el acuerdo con los radicales, a lo que enfáticamente se negaba Jaime Durán Barba. Y el que propuso que María Eugenia Vidal fuera la candidata del PRO en la provincia de Buenos Aires, una vez que Gabriela Michetti desistió de ocupar esa posición.
Pero Vidal nunca le perdonó que quisiera acordar con Sergio Massa para garantizar la victoria bonaerense, y Marcos Peña aprovechó la rendija para tirar sal en esa herida, beneficiando a las otras patas de la mesa chica del Gobierno que lidera Macri y también integra Horacio Rodríguez Larreta. Monzó quedó sin distrito y afuera de las decisiones, castigado en un rol institucional que despliega con arte y belleza, pero no puede salir del Congreso a hacer lo que quiere y le gusta.
El Presidente de la Cámara de Diputados fue y vino, llamando la atención de todos los modos posibles, buscando recomponer, oteando espacios, volviendo a sentirse ninguneado. Si tuvo alguna esperanza de que luego de la hecatombe por la que pasó el Gobierno habría un nuevo rol para él, la volvió a perder.
Su capacidad se puso en juego en la sesión donde el Presupuesto obtuvo media sanción, con diputados kirchneristas y de la izquierda que -sabiendo que el oficialismo tenía los votos- quisieron crear condiciones adentro del recinto para evitar el debate. También el año pasado, en la discusión sobre la reforma previsional. Ese día, cuando los ánimos ya se habían calmado tuvo un curioso diálogo con la presidenta del bloque del Frente Renovador, Graciela Camaño, quien le reclamó que toque el timbre para llamar la atención de los diputados que no la dejaban hablar. "No me gusta tocar el timbre, diputada", le contestó Monzó, que, cuando se dio cuenta de que era otra manera de aludir a sus críticas al timbreo, no podía parar de reírse.
"Es como una pareja terminada, si insistís te sentís peor. Si te querés curar, tenés que alejarte y reencontrarte. Es lo que hice", explicó. Y aseguró que "a medida que te alejás te sentís mejor y cuando comenzaste a tener mejores sensaciones, no volvés a insistir".
Monzó no irá a la reelección de su banca en el 2019 y lo recordó. Nadie debería sorprenderse. Un funcionario peronista que llegó al PRO con él dijo: "Nos han vetado hacer política para Cambiemos en la provincia, nos empujaron. Así que no veo un esquema donde Emilio pueda sentirse parte y encabezar la lista" como le proponen.
¿Tiene solución este conflicto en el mundo Macri? ¿Cómo puede ser que Cambiemos sea un espacio tan rústico que no puede albergar a un político de reconocido talento? En el 2015, Peña y Monzó conformaron un equipo que complementaba de modo excepcional la comunicación con la política. ¿Tan seguros están de ganar que ya no necesitan que Monzó trabaje en la campaña? Preguntas, sin respuesta.