"Queremos pescar votos en el campo opositor. Tenemos que hacer antimacrismo y no antikirchnerismo". Mientras dibuja su idea en una hoja blanca, un diputado que se convirtió en obrero de la nueva estructura peronista repasa el rumbo que para él debe seguir el peronismo en el camino que desemboca en las elecciones presidenciales del 2019. Su pensamiento se multiplica en otras oficinas del peronismo federal. Son muchos los dirigentes que piensan como él, que consideran que la mejor decisión es converger en una gran alianza con el kirchnerismo.
Una clara muestra de ese argumento la dieron Felipe Solá, Facundo Moyano, Daniel Arroyo, Jorge Taboada y Fernando Asencio, los cinco diputados que dejaron el Frente Renovador para conformar un interbloque con Victoria Donda y los legisladores del Movimiento Evita, quienes enarbolan la bandera de una unidad amplia y sin exclusiones. Ese nuevo espacio mantendrá un vínculo fluido con los movimientos sociales, quienes tendrán en el líder de la CTEP, Juan Grabois, una expresión política. El dirigente social presentará su frente en los próximos días.
La decisión de negociar la unidad del campo opositor con el fin de ampliar la base de votos se mantiene viva en el peronismo y el kirchnerismo. Están quienes consideran que Cristina Kirchner y su esquema son parte del pasado y no debe haber ningún tipo de relación que los una. Otros sostienen que se debería organizar una gran PASO, competir y que gane el mejor. Y si en esa competencia quiere estar la ex presidenta, que esté. Y hay un sector que aspira a que Cristina dé un paso al costado y el kirchnerismo se sume a un armado opositor sin su liderazgo.
Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti, Miguel Pichetto y Sergio Massa representan el ala más dura del peronismo federal. Los cuatro caminan por la misma vereda después de que se mostraron en una foto conjunta y acordaron trabajar bajo el mismo techo para forjar una alternativa electoral.
Ellos simbolizan el límite a Cristina Kirchner y su esquema político, aunque el jefe del bloque de senadores y el líder del Frente Renovador respaldaron el discurso de unidad sin barreras que pronunció el tucumano Juan Manzur durante el acto del Día de la Lealtad. En definitiva, ambos creen que el liderazgo de la ex presidenta caducó y que el peronismo necesita una renovación en su conducción. Para eso hace falta que la ex jefa de Estado resigne cualquier tipo de intención a ser candidata. Urtubey y Schiaretti están convencidos de que deben diseñar una alternativa sin el kirchnerismo y sin Cristina.
En cambio, algunos gobernadores como Sergio Uñac (San Juan), Juan Manzur (Tucumán), Rosana Bertone (Tierra del Fuego) y Domingo Peppo (Chaco) y el líder de Cumplir, Florencio Randazzo, están dentro del mismo espacio y expresan una posición diferente. Todos están de acuerdo en construir una alternativa en paralelo al kirchnerismo pero al mismo tiempo están convencidos de que al final del camino la mejor opción es que ambos compitan dentro de una PASO. Esa visión encuentra respaldo en la gran mayoría de los mandatarios provinciales y en los intendentes bonaerenses.
Sin embargo, existe una diferencia clave en lo que respecta a la construcción de un espacio en el que se unan las diferentes vertientes. Mientras Uñac y Manzur creen que el de Cristina es un ciclo terminado y que la ex mandataria no puede liderar nuevamente el proceso político, Peppo y Randazzo se aferran a las reglas de las PASO y consideran que si la ex jefa de Estado quiere presentarse, la interna debe ser con ella adentro. Que compitan todos y que el ganador conduzca. Algunos pocos creen que la ex presidenta nunca se presentaría y que la hipótesis es un absurdo. "Si no le dio una interna a Randazzo en el 2017, menos competiría en una PASO más amplia", precisó un operador del peronismo.
Con la misma idea de unidad y elecciones internas están identificados Felipe Solá, Fernando "Chino" Navarro y Agustín Rossi, quienes desde el inicio del año realizaron actos en conjunto para mostrar ante la sociedad que había que atravesar las diferencias dentro de la oposición y acordar una unidad amplia. Ese grupo que también integraban Daniel Filmus, Daniel Arroyo y Alberto Fernández, ya no existe, pero el objetivo que manifestaban sigue indemne. A esa postura también se suma el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá. Unidad. Siempre unidad y sin límites.
Los intendentes peronistas de la provincia de Buenos Aires también militan por la unidad y levantan la imagen de Cristina como la líder indiscutida de la oposición. Pero en cada negociación política que afrontan advierten que la ex mandataria tiene que estar en el armado electoral, lo que no implica que ella sea candidata. Están en sintonía con Máximo Kirchner y mantienen una relación distante pero buena con los principales referentes de La Cámpora. El sector más duro del kirchnerismo también convoca a la unidad aunque ven en Juan Manuel Urtubey un límite para organizar el espacio. Al gobernador de Salta le sucede lo mismo pero en forma inversa.
El sindicalismo en su conjunto apuesta a la unidad. Los integrantes de CGT respaldan el armado de los gobernadores del PJ y Sergio Massa, mientras que el Frente Sindical liderado por Hugo y Pablo Moyano se apega al kirchnerismo y los intendentes del Conurbano. La misa en la Basílica de Luján fue la última demostración de esa unidad bonaerense.
El secretario general de la CGT, Héctor Daer, fue contundente cuando brindó un discurso por el Día de la Lealtad. "Hagamos todo lo posible para estar unidos. La prioridad es la unidad", sostuvo en tierras tucumanas. Los Moyano reclaman la unidad en cada expresión pública. Ellos, al igual que La Cámpora, ponen el mismo límite. No están dispuestos a negociar acuerdos con Urtubey. El gobernador salteño tampoco tiene intenciones de hacerlo.
La competencia interna entre peronismo y kirchnerismo sería un sinónimo de unidad. La dinámica es simple. El que gana lidera, el que pierde acompaña. En definitiva, esa es la lógica que atravesó al Partido Justicialista durante gran parte de su historia. Sería sencillo si las diferencias no fueran tantas y tan grandes como las que hoy existen. Esa unidad que repiten los dirigentes cada vez con más frecuencia es una expresión de deseo que se viraliza pero que, por ahora, está lejos de concretarse. El objetivo general es el mismo pero el camino para llegar es diferente.
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