Después de la apertura que estuvo a cargo de Javier Goñi, presidente de IDEA, y luego del reportaje que Federico Procaccini le hizo a la gobernadora María Eugenia Vidal, llegó la cena y, finalmente, la esperada mesa "La película argentina", una propuesta original para pensar nuestra realidad de una manera más relajada y divertida porque -lo sabemos- en estas tierras la ficción siempre se queda corta. Fue una idea del economista Sebastián Campanario, siempre buscando romper moldes que permitan transitar caminos nuevos para dilemas viejos.
Moderado por el actor Federico D'Elía, el panel estuvo protagonizado por tres grandes directores de cine, Juan José Campanella ("El secreto de sus ojos", "El hijo de la novia", "Luna de Avellaneda"), Gastón Duprat ("Mi obra maestra", "El ciudadano ilustre", "El hombre de al lado") y Juan Taratuto ("Un novio para mi mujer"), quienes tuvieron el desafío de presentar algunas escenas de películas propias o ajenas que reflejen la repetida escena argentina.
"La realidad argentina es tan trepidante, tan impredecible, que es el mejor guión que pueda escribirse", arrancó D'Elía. Y contó el título de una nota que apareció en el New York Times en el mes de agosto: "La realidad argentina supera las mejores series de Netflix". Y propuso jugar un rato, hacer un set de filmación y pensarnos un poco.
Campanella dijo que "nuestra realidad supera la ficción, tenemos un país nuevo cada tres meses, una temporada nueva, con actores nuevos y un final de capítulo que siempre te deja con la boca abierta". Y, medio en chiste y medio no tanto, aseguró que "es muy difícil competir con la realidad, sobre todo en televisión. Uno busca las noticias y se pregunta, a ver con qué me voy a encontrar hoy. Y siempre es más de lo esperado".
Taratuto arrancó con las escenas de una película donde una señora mira televisión y viendo escenas reales de un noticiero dice "este país no da para más". Había un damnificado que se quejaba porque "me roban egresados de policías". Fue en el 2002, 2003, "e insertamos en material real a nuestros actores y nos pusimos a contar esto. Asistimos a cosas que son descabelladas y forman parte de nuestra cotidianeidad".
Y relató que hace un tiempo estaba contándole a su hijo más chico esa semana en que hubo cinco presidentes y él le contestó, "uy lo que deben haber sido los memes". "No, hijo, no había memes todavía". El público se destornilló de la risa.
Campanella acotó que "estamos obligados a darle coherencia a los personajes, pero si uno lo analiza muchas veces los personajes son más coherentes en la realidad. Pasa en todos lados. No somos tan únicos. Hay cosas que escapan a los mejores analistas. Quién podría preveer a Trump, a Bolsonaro".
También trajo una sensación muy presente entre quienes lo escuchaban, "el mito de Sísifo, que fue condenado a subir una enorme piedra y cuando llegaba arriba tenía que volver a empezar. "Hay que aceptarlo. Hay que convivir con eso", redondeó, en una frase que fue comprendida por todos. "En un momento siempre estamos empezando de nuevo. Nos desanimamos. Pasamos de picos de ilusión a valles de desilusión que vivimos en nuestra historia", agregó.
Y luego recordó cuando "la realidad me ganó, estaba todo el mundo pendiente de la toma de rehenes en Ramallo y me levantaron la película que había estrenado en el primer fin de semana porque no pude hacer la taquilla mínima".
Duprat, por su lado, recordó la historia que contó en "El ciudadano ilustre", el escritor que volvió al pueblo que le terminó quitando la condecoración porque, en definitiva, nadie había leído su obra ni tampoco lo conocía demasiado. El escritor que había nacido en ese pueblo, Salas, pero al que abandonó porque no lo toleraba. A partir de ahí, contó otra historia desopilante. El mismo nació en Bahía Blanca, donde también le quisieron dar una condecoración, sin ver la película. Pero pidió que la vieran, "a ver si realmente lo merecía, porque yo relaté ese costado medio impublicable de pueblos bucólicos que, en realidad, no lo son tanto".
Taratuto puso unas imágenes de "Plata Dulce", de Fernando Ayala, justo en el momento en que Julio De Grazia le dice a Federico Luppi, mientras miran la lluvia, que "con una cosecha nos salvamos todos, no hay nada que hacerle, Dios es argentino", aunque ninguno de los dos tenía campo. Otro instante del presente reflejado 40 años atrás. Carlos (Luppi) estaba preso y despotricando contra la financiera donde perdió sus ahorros porque fue cerrada por el Banco Central.
"Hemos desarrollado una habilidad para movernos por el medio de la cancha y tratar de circunvalar los problemas", dijo Campanella, "es una ventaja la improvisación para moverse en el mundo, cuando los demás naufragan y nosotros no tenemos ninguna dificultad de atarla con alambre". La película argentina, en fin. Con ganas generalizadas en el público, que escuchó el panel extasiado, de transformarla para hacer algo que deje atrás nuestras taras, desplegando el guión de la Argentina que salga para adelante, como cerró D'Elía.