Renegociación con el FMI y acuerdo con los gobernadores por el Presupuesto. El temario parece restringido a esos dos renglones: fueron repetidos ayer por voceros del Gobierno y expuestos como objetivos centrales por Mauricio Macri ante la UIA. Se puede y sería bueno discutir el origen de esta reducción política, pero aceptados de hecho esos puntos centrales en la "emergencia", el interrogante mayor es si este camino, con final incierto, representa la subordinación de la gestión de gobierno –y por contagio, de la política en general- al juicio único y final de los mercados.
La crisis dispara señales variadas en medio de la tensión que provoca el pulso ascendente del dólar, pero quizás más llamativa es la traducción de algunos movimientos. Un ejemplo: expertos en finanzas abren dudas sobre si alcanzaría con la resolución de los dos rubros señalados –Fondo y Presupuesto-, y sugieren que el interrogante es de más largo aliento, incluye hasta el enigma electoral. El tema sería si la próxima gestión, cualquiera, podrá garantizar el cumplimiento de tales acuerdos y generar un clima propicio para inversiones y negocios.
"Te corren el arco todo el tiempo", es la queja repetida en ambientes políticos, oficialistas y también opositores, más allá del reparto de culpas y la escasa disposición a aceptar errores o limitaciones propias. Pero hay cierta aceptación de que el criterio de confianza es la principal si no la guía maestra de inversiones y negocios. No es lo que dice la historia de la economía, pero el vértigo de estos días no da para esa discusión. Sí, en cambio, inquieta que cada gesto sea pensado en función del mercado entendido como mesa examinadora.
Macri se sintió obligado ayer a repetir, ante la organización de industriales, que las retenciones decididas frente a la crisis y para achicar el déficit son muy malas. En otras palabras, el uso de un instrumento de política económica, en este caso para cerrar las cuentas y de manera más bien módica, también estaría reclamando esa aprobación.
En las conversaciones locales, surgieron casi en simultáneo señales que indicarían voluntad de diálogo, con cierto condicionamiento de sus tiempos a los días que demoren las conversaciones con la primera línea y con los técnicos del FMI, aún con el paraguas que significa el respaldo de Estados Unidos y de otros socios de peso en ese organismo.
Ayer, Frigerio y sus funcionarios se reunieron con jefes de hacienda de las diecinueve provincias en manos del peronismo y de fuerzas locales. Para mañana está previsto un nuevo encuentro, esta vez también con la presencia de representantes de los cinco distritos que gobierna Cambiemos. Hubo evaluaciones coincidentes en público sobre la proximidad de un entendimiento. Y algún suspenso sobre la letra chica, a la espera del nuevo trato con el FMI.
Casi en paralelo, buena parte de los gobernadores del peronismo buscó dar un mensaje múltiple que no limitara su expresión política a la discusión más técnica entre los ministros provinciales y el Gobierno nacional.
La movida peronista no oculta el malestar de los jefes provinciales por la forma en que el Gobierno se manejó en estos días de crisis. Reprochan no haber sido informados. Es una cuestión de trato, porque en rigor tenían datos previos a los anuncios del lunes, a través de algunos de sus operadores. De todos modos, a pesar de esos enojos, las declaraciones fueron básicamente dos: solicitar que el Presidente los convoque y afirmar que garantizan gobernabilidad.
Esa puesta en escena, en la sede del Consejo Federal de Inversiones, contó con la asistencia de una decena de jefes provinciales o sus segundos. Fue motorizada por el tucumano Juan Manzur, que de hecho disputa el liderazgo del sector con el cordobés Juan Schiaretti y con el salteño Juan Manuel Urtubey. Los organizadores de esta cita buscan afirmar un espacio más crítico del gobierno nacional pero a distancia del kirchnerismo duro.
Es un espacio por ahora flexible. Sumó a gobernadores que transitan en las cercanías de Cristina Kirchner –algunos, con problemas judiciales propios-, entre ellos Gildo Insfrán y Alberto Rodríguez Saá, y otros que toman distancia de la ex Presidente y mechan buenos y tensos momentos en su relación con Macri.
La presencia de Miguel Angel Pichetto le sumó volumen para articular en el Congreso las negociaciones que puedan ser cerradas con el Gobierno, y no sólo el Presupuesto. Sergio Massa pudo mostrar su posicionamiento de estas horas y la presencia de jefes sindicales calificados como negociadores sumó pinceladas al intento más amplio de afirmar un polo de poder en el PJ.
Más allá del mensaje hacia el interior del peronismo, el encuentro no pareció escapar a la traducción en lenguaje del mercado. La ratificación del compromiso con la gobernabilidad es un dato político en sí mismo, y además una muestra implícita de rechazo a las prevenciones que se adjudican a los mercados sobre la disputa electoral, a pesar de que la crisis ha puesto en suspenso incluso las especulaciones sobre adelantos y desdoblamientos de comicios.
El día de ayer aportó algunos datos que hablarían de cierto reencuentro de la política, a veces por puro cálculo y otras por mayor convencimiento. Hubo un reclamo de diálogo desde el PJ federal. Lo sucedió un agradecimiento del Presidente a la oposición para aportar a la gobernabilidad. Y fue acordada una nueva reunión de ministros para ir definiendo el Presupuesto. Hasta circularon versiones de un llamado a gobernadores para calmar las aguas y conversar una cita con Macri.
En días difíciles, el mensaje debería ser de mayor solidez. Casi, podría decirse, una reacción política en espejo frente a un mensaje de los mercados que superaría los límites de esta gestión, también a futuro.
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