Todo el fin de semana en Olivos, Mauricio Macri recibió a sus ministros, se encontró con la conducción del radicalismo, habló por celular con Elisa Carrió y tomó gaseosa light junto a María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. El Presidente debía decidir sobre la nueva integración de su Gabinete y las nuevas medidas de ajuste fiscal solicitadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Macri llegó al final del domingo con un sabor amargo: aceptó la renuncia de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui –eran vicejefes de gabinete-, descartó la incorporación de Carlos Melconian, Alfonso Prat-Gay y Ernesto Sanz en Economía, Relaciones Exteriores y Defensa respectivamente, y resolvió empujar una reducción del gasto público que transformará al Congreso en un campo de batalla cuando se trate el presupuesto 2019.
Hasta la última crisis financiera, que puso al dólar en 40 pesos y al riesgo país en 800 puntos básicos, Marcos Peña era intocable en Casa Rosada y sus aledaños. Ya había ciertas críticas al jefe de Gabinete, pero se trataba de opiniones expresadas al azar y con la máxima cautela. Esa mesura estalló cuando Macri decidió fortalecer su gabinete ante la crítica de los mercados y la desconfianza explicitada por banqueros e inversionistas que operan millones en Wall Street. El Presidente abrió el juego, y Peña se transformó en un blanco móvil.
Melconian cuestionó al jefe de Gabinete. Prat-Gay criticó al jefe de Gabinete. Y los radicales avanzaron sobre el jefe de Gabinete. Macri abrió la mano y dejó caer a Lopetegui y Quintana, que apenas recibieron un tuit póstumo de Elisa Carrió. Los ex vicejefes de Gabinete solo cumplieron las órdenes del Presidente y Peña, y ahora pagan por todos los errores de la administración de Cambiemos.
Peña sufrió dos bajas y en términos de reformas estructurales sumará a Andrés Ibarra, que perdió su Ministerio de Modernización y ahora será vicejefe de Gabinete. Ibarra suma poder interno y estará cerca de Macri, mientras que Peña deberá trabajar a deshoras para recomponer su poder interno y la influencia de sus recomendaciones. Macri es un Presidente leal, por eso continuará en el primer piso de Balcarce 50.
Melconian creyó que en septiembre se convertía en superministro de Economía. No solo pretendió sumar las funciones de Nicolás Dujovne –que todavía es un sobreviviente de la crisis financiera-, sino que además deseaba sumar los ministerios de Producción, Agroindustria y Energía. Macri lo escuchaba en silencio. Y Melconian remató su faena: quería su propio titular del Banco Central, en lugar de Luis Caputo. La respuesta fue no. El Presidente pensaba en Melconian, y no en una versión siglo XXI de Domingo Cavallo.
Los dirigentes radicales Alfredo Cornejo y Gerardo Morales conocen todos los secretos de la política doméstica. Asumen la debilidad del gobierno y apostaban a una estrategia de fortalecimiento que excluyera la posibilidad de incluir al peronismo en puestos claves de la administración nacional. En este contexto, propusieron como eventuales ministros a Alfonso Prat-Gay, Martín Lousteau y Ernesto Sanz. Lousteau fue descartado al comienzo de la negociación, mientras que Prat-Gay y Sanz tuvieron chances de alcanzar la Cancillería y la cartera de Defensa.
Pero el ego de Prat-Gay benefició a Jorge Faurie, que continuará como ministro de Relaciones Exteriores. Estaba tan cocinada la llegada de Prat-Gay al Palacio San Martín que Macri le iba a pedir personalmente a Faurie que se quedara para coordinar los asuntos claves del G20 en Argentina. Sin embargo, Prat-Gay se excedió en sus pedidos –como hizo Melconian-, y ayer a la hora del té, su puesto de ministro se evaporó hasta nuevo aviso.
Distinta fue la situación de Sanz. Este ex senador mendocino, odiado por Elisa Carrió, pretendió ocupar el ministerio de Defensa y sumar la cartera de Seguridad, que ocupa Patricia Bullrich. Hubo una negociación eterna en Olivos, y todo quedó en un callejón sin salida. Oscar Aguad quedará en Defensa y Bullrich en Seguridad. Y ambos recordarán la ofensiva que, sin éxito, ejecutaron Sanz, Cornejo y Morales.
Hasta ayer a la medianoche, se bordaba la nueva composición del gabinete. Dujovne y Faurie siguen como ministros, y los dos –pese a su fragilidad política–, decidieron respaldar al Presidente en esta compleja crisis institucional. Carolina Stanley (Desarrollo Social), Dante Sica (Producción), Javier Iguacel (Energía), Guillermo Dietrich (Transporte), Alejandro Finocchiaro (Educación) y Germán Garavano (Justicia) continuarán en sus cargos. Y el resto deberá esperar los anuncios oficiales, porque todo cambia con el correr de las horas.
Macri no quedó conforme este fin de semana. Tiene que anunciar un nuevo programa de ajuste a través de un ministro de Hacienda –Dujovne– que le renunció dos veces en diez días. Melconian, Prat-Gay y Sanz optaron por retirarse de la arena política, pese al acecho de los mercados y la creciente voracidad del peronismo. Y su jefe de Gabinete, Marcos Peña, enfrenta conflictos de distinta intensidad con ciertos ministros e íconos de Cambiemos que manejan territorio propio en importantes distritos del país. El Presidente ya jugó. Ahora, le toca a los mercados.
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