"Les entregamos a Mario (Quintana), ¿qué más quieren?". Dolido, un joven funcionario transmitió a Infobae la consternación que existe en el equipo que acompaña a Marcos Peña por las críticas que sigue generando su permanencia en el mismo lugar que tenía aún antes de la crisis.
Golpeado o no, un hecho es evidente. El ratificado jefe de Gabinete sigue siendo la columna vertebral del Gobierno de Cambiemos, el eje desde donde se distribuye el poder y las decisiones, el vórtice donde se organiza la gestión y se concentra la organización y la interpretación de la palabra del Presidente.
A tal punto, que el discurso que dio el jefe de Gabinete para abrir la sesión del Consejo de las Américas que se realizó el jueves pasado en el Alvear Hotel contiene la mayor parte de los conceptos que ayer delineó Mauricio Macri en su mensaje grabado. Sí le agregó emoción y algunos conceptos claves que le gustaron del discurso de otro ministro, como "humildad" y "templanza".
Con Peña en el mismo lugar, los cambios se visualizan cosméticos. No están Quintana y Gustavo Lopetegui, pero de vicejefe de Gabinete quedó Andrés Ibarra, el economista que acompaña a Macri desde los tiempos de SIDECO y Autopistas del Sol, y que lo siguió a Boca Juniors. El único libro que el Presidente escribió, Pasión y Gestión, lo escribió junto a Ibarra. Después, fue el ministro de Modernización en la Ciudad, y ocupó el mismo lugar desde el 10 de diciembre del 2015 con un rol, en parte, similar al que tenían Quintana y Lopetegui, aunque en su propia área.
En efecto, Ibarra intervino con su equipo en ministerios y organismos descentralizados y autárquicos para analizar la planta de personal, los convenios gremiales de cada sector, el organigrama de cada área. Además, impulsando la digitalización y transparencia de los procesos. Desde AFIP, hasta INDEC, desde el SENASA hasta la Aduana, sin incontables las anécdotas de empleados quejándose por la presencia de técnicos de "Modernización", que se instalaba -y seguramente lo seguirá haciendo- para preguntar e intervenir hasta en los aspectos más nimios.
Más Macri, más Peña, continuación de un sistema de gestión similar, aunque luce más débil. Resta por ver cómo funcionará un gabinete de 11 ministros. En principio, puede parecer que tendrán más poder, aunque está por verse. Lo más probable es que los que tenían relación personal con el Presidente la sigan teniendo, aunque sean secretarios de Estado y deban achicar sus presupuestos y la cantidad de personal a cargo.
El modelo tampoco va a variar. Desde que llegó a la Casa Rosada, el método de Macri para licuar el poder de su equipo fue que haya mucha gente en el Salón Eva Perón cada vez que se reunía el Gabinete. Ayer la mesa fue otra, la del sencillo salón comedor que está junto a su despacho, con vista no a la Plaza de Mayo, sino al río. Más austeridad, por si todavía no quedaba suficientemente claro.
No hay muchos que quieran explicar la razón por la que se ratificó un sistema que no se mostró eficiente. Macri tuvo la oportunidad de relanzar una gestión con renovadas caras que hagan nuevas síntesis, pero eligió más de lo mismo. Hay quienes dicen que "Lilita" Carrió lo convenció de que "iban por él" si corría a Marcos, que lo que se buscaba era debilitarlo.
Como sea, el jefe de Gabinete no sobreactuó su ratificación. Ni siquiera ofició de vocero de las novedades de Gobierno, como lo hace habitualmente. Cuidó hasta el detalle de enviar a los ratificados ministros del Interior, Rogelio Frigerio, y de Desarrollo Social, Carolina Stanley, a hablar con los periodistas. Porque, ya se sabe, uno solo nunca podrá reemplazarlo.